La solidaridad catalana
Desde hace d¨¦cadas, y con renovado impulso desde los a?os ochenta, se escucha y lee que Catalu?a sufre un preocupante "d¨¦ficit fiscal", una gran diferencia entre su contribuci¨®n a los presupuestos nacionales y el gasto p¨²blico que recibe. Ciertas variantes hablan nada menos que de "expolio fiscal". Tras un conato parecido durante la tramitaci¨®n de la reforma del Estatut, en la presente campa?a electoral el candidato de Convergencia i Uni¨® (CiU) a la presidencia auton¨®mica propone exigir para esta comunidad un r¨¦gimen fiscal privilegiado de "concierto econ¨®mico" o "cupo" como del que, poco solidariamente, gozan Navarra y Pa¨ªs Vasco.
Si bien se han reducido considerablemente los seculares desequilibrios econ¨®micos entre los territorios de Espa?a, siguen siendo patentes. Gracias a las transferencias interregionales de recursos y, sobre todo, al Estado social, hemos mitigado las diferencias m¨¢s descarnadas. A¨²n as¨ª, la concentraci¨®n y acumulaci¨®n de riqueza sigue siendo much¨ªsimo mayor y m¨¢s acelerada en Madrid, Barcelona o Bilbao que en el resto del pa¨ªs.
Un 67% es partidario de transferir dinero desde las zonas m¨¢s pr¨®speras a las que lo son menos
El relativo subdesarrollo de zonas amplias es, o deber¨ªa ser, una preocupaci¨®n para las m¨¢s pr¨®speras. Desde un prisma pecuniario, y haciendo abstracci¨®n de otras numerosas, fuertes y complejas interdependencias, podr¨ªa pensarse que aquellas suponen un lastre para ¨¦stas. Desde este punto de vista al menos, resulta racional que las m¨¢s pujantes no solo transfieran fondos a las rezagadas para paliar las desigualdades m¨¢s graves en consumo de bienes y servicios, sino que tambi¨¦n les ayuden a crear riqueza por s¨ª mismas. Este ha sido el principal argumento para justificar las grandes inversiones del Gobierno de Espa?a en infraestructuras para zonas poco desarrolladas durante las ¨²ltimas d¨¦cadas. Con todo, junto a la l¨®gica econ¨®mica, la solidaridad interregional tambi¨¦n se basa en razones de orden afectivo. En este sentido, la divulgaci¨®n de demandas como la del candidato de CiU no hace sino engordar el estereotipo de los catalanes como insolidarios y ego¨ªstas. ?Son as¨ª realmente?
En el marco de un estudio internacional, investigadores del Centro de Estudios Pol¨ªticos y Constitucionales y la Universidad Pompeu Fabra realizamos en 2009 un estudio sobre las actitudes y opiniones en Catalu?a y otras comunidades aut¨®nomas a prop¨®sito de la identidad nacional y la solidaridad econ¨®mica. Sus resultados permiten responder con rotundidad: una amplia mayor¨ªa de catalanes muestra buena disposici¨®n a la solidaridad interterritorial. La gran mayor¨ªa (67%) manifiesta su acuerdo con la idea de que hay que transferir dinero desde las zonas m¨¢s pr¨®speras a las que lo son menos para asegurar que todos tengamos niveles similares de servicios p¨²blicos. Una mayor¨ªa a¨²n mayor (74%) considera que el Gobierno de Espa?a debe intervenir para reducir las diferencias entre sus distintos territorios.
En t¨¦rminos comparativos, esta generosidad es equiparable a la de los ciudadanos de Viena, si bien a esta ciudad, como capital de su pa¨ªs, cabe presuponerle una mayor solidaridad con el conjunto de su naci¨®n. La generosidad catalana es, asimismo, mucho mayor que la de los alemanes de Baviera y los austriacos de Salzburgo, aunque estos, a diferencia de los catalanes, raramente ponen en tela de juicio sus lealtades nacionales. Por a?adidura, como promedio, los catalanes est¨¢n dispuestos a incrementar un 10% los impuestos que ya pagan si es para mejorar la atenci¨®n a personas necesitadas -porcentaje pr¨¢cticamente id¨¦ntico al de las otras comunidades espa?olas estudiadas-.
Si los catalanes expresan una buena disposici¨®n a la redistribuci¨®n, ?por qu¨¦ una parte de su clase pol¨ªtica insiste en querer reducir las transferencias de recursos? Sin ser la ¨²nica causa, la evidencia disponible se?ala hacia un factor dominante: la diferencia en creencias, valores y sentimientos nacionales entre la ¨¦lite pol¨ªtica y la ciudadan¨ªa. Como ha demostrado T. J. Miley, profesor de la Universidad de Cambridge, en su libro Nacionalismo y pol¨ªtica ling¨¹¨ªstica (CEPC) y en varios art¨ªculos acad¨¦micos, el nacionalismo catal¨¢n y el consiguiente desapego a Espa?a de los parlamentarios y concejales de los principales partidos son mucho m¨¢s intensos que los de sus propios votantes.
De hecho, regresando a nuestros datos, una parte relevante de la poblaci¨®n catalana (en torno a un 26%) rechaza la mencionada solidaridad interregional. Se trata del sector que menos se identifica con Espa?a. Un sector que, pese a ser minoritario, posee una influencia desproporcionada: no solo surte la mayor parte de dirigentes y cuadros medios de la pol¨ªtica catalana, sino que est¨¢ mucho m¨¢s movilizado en las urnas, en la calle y en el tejido asociativo, verbigracia, la masiva concentraci¨®n contra la sentencia del Tribunal Constitucional por su sentencia sobre el Estatut.
Sin embargo, los catalanes, o la mayor parte de ellos, no son insolidarios, o no mucho m¨¢s que otros espa?oles. El caso es que, acallada por una abrumadora minor¨ªa, la inmensa mayor¨ªa apenas hace o¨ªr su voz.
Enric Mart¨ªnez-Herrera es profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Pompeu Fabra y coordina la investigaci¨®n Citizen after the Nation-State?, financiada por el Ministerio de Ciencia e Innovaci¨®n y la European Science Foundation.
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