Alfonso Canales, poeta de la soledad y la amistad
Recibi¨® en el a?o 1965 el Premio Nacional de Literatura
"?Oh soledad, mi soledad, aroma / de la muerte, naufragio / del contiguo vivir, cuchillo, llama, / que corta, quema el mundo y manos, voces / que el mundo alza como alambres para / tender los pa?os, las banderas limpias / de la amistad!/ ?Oh soledad, presagio / de la tierra movida o de la cal y el canto / clausurados!". Los primeros versos del poema El lecho trazan algunos aspectos clave de la literatura de Alfonso Canales. Esa soledad que se imbrica en el juego de la vida y la muerte como los flujos y reflujos de una marea interminable ha abrazado para siempre al poeta malague?o. Canales, uno de los poetas de la Generaci¨®n de los a?os 50, muri¨® ayer, 19 de noviembre, a los 87 a?os.
"La poes¨ªa es algo que surge cuando ella quiere y no cuando quieres t¨²"
Parec¨ªa destinado desde ni?o al quehacer po¨¦tico. En su infancia vivi¨® en la casa de su abuelo en M¨¢laga, en la c¨¦ntrica calle Larios. Al otro lado del tabique ten¨ªa su residencia Emilio Prados, uno de los poetas del 27. Canales recordaba la costumbre que ten¨ªa Prados de cantar. Por cosas como esa en M¨¢laga le tachaban de loco. Y tambi¨¦n consideraban unos chalados a otros poetas que se mov¨ªan por aquella ciudad, como Manuel Altolaguirre y Jos¨¦ Mar¨ªa Hinojosa. Pero M¨¢laga, la capital que el poeta y Nobel Vicente Aleixandre inmortaliz¨® como "la ciudad del para¨ªso", era tambi¨¦n un objeto de pasi¨®n para Canales. "M¨¢laga quiz¨¢s sea la ciudad m¨¢s democr¨¢tica de Espa?a. Nadie levanta la cabeza por encima de los dem¨¢s", dijo Canales en una entrevista a EL PA?S en 2002. "Yo siempre me he encontrado bien en M¨¢laga. En ning¨²n sitio he estado mejor. He tenido buenas ofertas para trabajar en Madrid, pero siempre he preferido estar aqu¨ª", recalc¨® para dar cuenta de su intenso v¨ªnculo con la ciudad.
Canales recibi¨® el Premio Nacional de Literatura por su libro Aminadab en 1965. A otra obra suya, R¨¦quiem andaluz, fue a parar otro prestigioso galard¨®n, el Premio de la Cr¨ªtica en 1973. Entre su obra po¨¦tica figuran tambi¨¦n Sonetos para pocos (1950), Port Royal (1956), Cuenta y raz¨®n (1962) y Tres oraciones f¨²nebres (1983).
Canales se uni¨® a otro gran poeta, el antequerano Jos¨¦ Antonio Mu?oz Rojas, para promover en 1950 la revista Papel Azul y la c¨¦lebre colecci¨®n de poes¨ªa A Quien Conmigo Va, con su inolvidable nombre que evoca el Romance del Infante Arnaldos. "Yo no digo mi canci¨®n / sino a quien conmigo va", concluye el romance medieval con una decidida apuesta por una poes¨ªa que se siente como parte esencial de la vida. En esto coincid¨ªa varios siglos despu¨¦s el propio Canales al no querer mercantilizar su escritura y convertirse en un profesional de las ideas y las im¨¢genes po¨¦ticas.
"Mu?oz Rojas dec¨ªa que no era profesional de la literatura. A m¨ª me pasa lo mismo. ?l es un agricultor y yo, un abogado. De la abogac¨ªa vivo. La poes¨ªa es algo que surge cuando ella quiere y no cuando quieres t¨². Tiene sus temporadas de silencio, su efervescencia, pero eso no lo manejas t¨²", afirmaba Canales. El poeta fue asimismo uno de los fundadores de la revista Caracola, que promovi¨® desde M¨¢laga mucha de la mejor poes¨ªa de la posguerra.
En los a?os cincuenta y sesenta, Canales organiz¨® en su casa tertulias literarias en las que, adem¨¢s de Mu?oz Rojas, participaron el novelista Camilo Jos¨¦ Cela, el antrop¨®logo e historiador Julio Caro Baroja y poetas del 27 como D¨¢maso Alonso, Gerardo Diego y Aleixandre. Eran reuniones en las que brillaba su culto a la amistad y la literatura. Su biblioteca, que contaba con cerca de 20.000 vol¨²menes, era famosa por la calidad de sus libros.
El escritor Eduardo Jord¨¢ recordaba ayer a Canales como "un buen poeta y, a la vez, un poco excesivamente barroco". "A Canales se le encasill¨® en la injustamente atribuida segunda divisi¨®n del Grupo Po¨¦tico de los a?os 50 junto a otros autores nada desde?ables como Eladio Caba?ero, Alfonso Costafreda y los hermanos Carlos y Antonio Murciano", se?al¨® Jord¨¢.
"?Ad¨®nde vamos a parar con tanta / r¨¢faga que se va por un postigo, / si el cisne se nos muere cuando canta? // ?Qu¨¦ puede alimentarnos este trigo / que siempre se nos queda en la garganta? / ?Ad¨®nde vamos a parar, amigo?", dec¨ªan los ¨²ltimos versos de su soneto El poeta se lamenta de la fugacidad del querer humano. La respuesta a estas preguntas se hace ineludible en el momento de su muerte.
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