La ¨²ltima estaci¨®n del v¨ªa crucis
Lo hemos visto todo en esta gran crisis que estamos sufriendo, o queda algo por venir? Despu¨¦s de haber padecido un verdadero v¨ªa crucis en estos dos ¨²ltimos a?os (con paradas en las estaciones del desplome de las Bolsas, la quiebra de los bancos, la sequ¨ªa del cr¨¦dito, la gran recesi¨®n de la producci¨®n, el drama del desempleo masivo, el abismo de la deflaci¨®n, la ansiedad del d¨¦ficit p¨²blico y la histeria de los mercados de deuda) parec¨ªa que ya no quedaban m¨¢s miserias.
Pero no es as¨ª. Falta la ¨²ltima estaci¨®n. Aquella en que los pa¨ªses han de decidir c¨®mo se reparten el coste del ajuste que toda crisis trae consigo. A esa ¨²ltima estaci¨®n se la acostumbra a llamar "guerra de las monedas" (devaluaciones competitivas) y "guerras comerciales" (proteccionismo). Es decir, batallas donde cada pa¨ªs intenta salir bien parado empobreciendo al vecino.
Por lo escuchado en Se¨²l, temo que la ¨²ltima estaci¨®n del v¨ªa crucis vaya a acabar como el rosario de la aurora
No quisiera que me viesen como portavoz de esa "ciencia l¨²gubre", como a veces se le llama a la econom¨ªa, anunciando malas noticias. Mi actitud pretende ser la del m¨¦dico que describe el curso probable de una enfermedad. En este sentido, toda crisis global, como es el caso, implica que en alg¨²n momento los pa¨ªses han de repartirse el coste que supone salir de la crisis. No hay alternativa. Eso s¨ª, lo pueden hacer por las buenas o por las malas. Por lo visto en la cumbre de pa¨ªses del grupo de los 20, con Espa?a como invitada, celebrada el pasado fin de semana pasado en Corea del Sur, parece que va a ser por las malas.
Mientras, Barak Obama trataba de decirle a chinos y alemanes que no pueden pensar que la soluci¨®n es exportar m¨¢s a EE UU y que hay que llegar a un acuerdo para limitar sus super¨¢vits, la canciller alemana Merkel, con esa suficiencia molesta con la que ahora hablan algunos l¨ªderes alemanes, les vino a decir a americanos (y espa?oles) que corrijan su d¨¦ficit trabajando m¨¢s y siendo m¨¢s competitivos.
Hay aqu¨ª un malentendido que alguien le tiene que explicar a la canciller. En realidad los desequilibrios exteriores que tienen algunos pa¨ªses desarrollados, como es el caso de EE UU y Espa?a, no se deben a un cambio en sus h¨¢bitos y comportamientos productivos. No es que los espa?oles nos hayamos puesto a vivir del cuento o perdido el esp¨ªritu de trabajo y la capacidad de competir. No es eso lo que dicen los datos de la Organizaci¨®n Mundial de Comercio. Como se?alaba acertadamente hace unas semanas Guillermo de la Dehesa en un art¨ªculo en estas p¨¢ginas: "Espa?a es m¨¢s competitiva de lo que parece". Lo mismo se puede decir de EE UU.
?Cu¨¢l es, entonces, la causa? Fundamentalmente, un cambio en el comportamiento de los pa¨ªses que han mantenido fuertes super¨¢vit en la ¨²ltima d¨¦cada; en particular Alemania y China.
El super¨¢vit alem¨¢n se debe no solo a su reconocida competitividad, sino a la pol¨ªtica de austeridad interna que practicada a lo largo de la ¨²ltima d¨¦cada ha permitido exportar su desempleo a otros pa¨ªses. La reunificaci¨®n y el miedo a la vejez que le ha entrado a la poblaci¨®n alemana ha llevado a practicar con abuso la virtud del ahorro y la austeridad en el consumo. Al actuar de esa forma, han perjudicado a los dem¨¢s. Su escaso consumo no ha tirado de nuestras exportaciones. Y sus ahorros, sacados del pa¨ªs a la b¨²squeda de oportunidades que no encontraban dentro por su austeridad, descargaron como un diluvio de capitales sobre Espa?a, que sirvi¨® para financiar la burbuja inmobiliaria y distorsionar nuestra estructura productiva hacia la construcci¨®n. Adem¨¢s, el euro fuerte le ha venido como anillo al dedo, porque ha perjudicado la competitividad de los dem¨¢s pa¨ªses en mucho mayor medida que la suya. En definitiva, Alemania ha practicado una pol¨ªtica mercantilista que ha da?ado severamente a sus vecinos.
Aunque hoy no toca, d¨¦jenme decir que hay un cambio generacional en las ¨¦lites alemanas con consecuencias preocupantes para Europa. Es una generaci¨®n que trata de germanizar Europa, no de construir un proyecto com¨²n, como hizo la generaci¨®n de Helmut Schmidt y Helmut Kohl.
En el caso de China, Jos¨¦ Luis Leal ha se?alado con acierto el pasado domingo en estas p¨¢ginas que la desmesurada acumulaci¨®n de reservas en China y otros pa¨ªses emergentes es el resultado de "una pol¨ªtica mercantilista peligrosa para el mundo y para ella misma", que solo puede llevarse a cabo si se mantiene deprimido el consumo de sus propios ciudadanos. China ha mantenido su moneda, el renminbi, artificialmente baja para favorecer sus exportaciones y deprimir su consumo interno. Esto ha significado una creciente presi¨®n inflacionista interna, debido a que el banco central tiene que imprimir m¨¢s renminbis para comprar los d¨®lares que entran para comprar productos chinos.
Entre las cuatro o cinco explicaciones m¨¢s populares de los economistas sobre las causas de la crisis, la que tiene en mi opini¨®n mayor capacidad explicativa es la que atribuye la burbuja inmobiliaria que han sufrido especialmente algunos pa¨ªses del Atl¨¢ntico Norte, en concreto EE UU, Irlanda, Reino Unido y Espa?a (en este tema nos hemos comportado como "anglosajones honorarios") a los fuertes desequilibrios globales que se han originado en la econom¨ªa en la ¨²ltima d¨¦cada. Sin corregir esos desequilibrios no habr¨¢ salida estable para la econom¨ªa mundial. Pero no es solo cosa de unos. Como en un carro, ambos bueyes tienen que tirar acompasados.
Pero, por lo escuchado en la cumbre de Se¨²l, mucho me temo que la ¨²ltima estaci¨®n del v¨ªa crucis vaya a acabar como el rosario de la aurora. Es decir, con guerras de divisas y guerras comerciales. Como el m¨¦dico que se ve obligado a hacer un diagn¨®stico infausto, desear¨ªa equivocarme.
Ant¨®n Costas Comesa?a es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la UB.
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