De lo real maravilloso
A fines de 1943 tuve la suerte de poder visitar el reino de Henri Christophe -las ruinas, tan po¨¦ticas, de Sans-Souci; la mole, imponentemente intacta a pesar de rayos y terremotos, de la Ciudadela La Ferri¨¦re- y de conocer la todav¨ªa normanda ciudad del Cabo -el Cap Fran?ais de la antigua colonia-, donde una calle de largu¨ªsimos balcones conduce al palacio de canter¨ªa habitado anta?o por Paulina Bonaparte". As¨ª empieza su deslumbrado y deslumbrante relato sobre Hait¨ª Alejo Carpentier, en El reino de este mundo, cuando encontr¨® en el mundo m¨¢gico de esa naci¨®n su concepto de "lo real maravilloso", ese maridaje asombroso de lo cotidiano con lo m¨¢gico, la historia con la leyenda.
En medio de la tragedia, Hait¨ª se prepara para la elecci¨®n de un nuevo presidente
Es natural ese sacudimiento que en el escritor cubano produjera esta naci¨®n que alumbr¨® el fulgor de la independencia americana con su primera llamarada. Mucho antes de nuestro 1810 rioplatense, desde 1791 los esclavos negros haitianos luchaban contra los ej¨¦rcitos franceses, a los que terminaron derrotando y proclamando su independencia en 1804. Ese Henri Christophe que recuerda fue uno de esos revolucionarios que, uniformados a la francesa, ejercieron un err¨¢tico poder pol¨ªtico, en algunos republicanos y en otros mon¨¢rquicos, como en su caso. El gran hecho hist¨®rico -olvidado en estos tiempos bicentenarios- es que Hait¨ª es el caso ¨²nico de una emancipaci¨®n asociada a la abolici¨®n de la esclavitud, hecho memorable que, sin embargo, produjera el recelo de la regi¨®n, ante la posibilidad de la manumisi¨®n general.
Si hoy Alejo llegara a Hait¨ª, despu¨¦s de la crisis pol¨ªtica de 2004 que llevara a la intervenci¨®n de Naciones Unidas, del terremoto de enero de 2010, del hurac¨¢n Tomas y ahora del c¨®lera, seguramente no encontrar¨ªa por ning¨²n lado lo maravilloso. Aun en los rec¨®nditos repliegues m¨¢gicos del vud¨² o de su m¨²sica afroantillana, dif¨ªcil es ver algo m¨¢s que una realidad de miseria, enfermedad y desorden. El terremoto dej¨® 230.000 muertos y el hurac¨¢n volte¨® lo que quedaba en pie. Buenos edificios de justicia y escuelas hoy son ruinas y pese a sus universidades, la poblaci¨®n se arrastra en el m¨¢s bajo nivel educativo. Francia otorg¨® 40 becas para jueces o abogados del Estado y de 238 candidatos presentados, ninguno pas¨® la prueba m¨ªnima... Ocurre que la ¨¦lite ilustrada emigr¨® y solo el heroico esfuerzo de algunos pocos empresarios mantiene en funcionamiento un pa¨ªs cuya exportaci¨®n es casi exclusivamente de textiles y cuya agricultura no pasa de una producci¨®n de subsistencia luego de una salvaje deforestaci¨®n.
La comisi¨®n que preside Clinton ha reunido fondos y procura generar trabajo, principio de todas las cosas. Apenas ha logrado reflotar alguna maquila de ropa y poco m¨¢s. Hay empresarios coreanos que proyectan inversiones, pero la falta de garant¨ªas todav¨ªa demora su empe?o. El hecho es que el 80% de la poblaci¨®n malvive desempleada o subempleada, en un pa¨ªs con el ingreso per c¨¢pita m¨¢s bajo de la regi¨®n, unos 770 d¨®lares.
Si el drama haitiano ha conmovido esta vez al mundo, a quien m¨¢s preocupa, obviamente, es a la Rep¨²blica Dominicana, que comparte el territorio de la isla de Santo Domingo, con unos dos tercios para los hispanoparlantes. En la historia, sin embargo, existe un periodo -1822-1844- en el que Hait¨ª domin¨® el este de la isla, dejando una secuela de resentimientos que la poblaci¨®n dominicana no oculta. El Gobierno de Leonel Fern¨¢ndez, el m¨¢s prestigioso gobernante de toda la regi¨®n, ha llevado adelante con empe?o una pol¨ªtica de acercamiento, al punto de visitar a su colega Pr¨¦val al d¨ªa siguiente del terremoto, pero hubo de hacerlo sin anuncio para evitar reacciones que pod¨ªan ser impensadas. Ya le toc¨® vivirlo cuando cumpliendo la ¨²nica visita de Estado de un presidente dominicano en toda la historia, fue ametrallado el palacio por grupos que se supone vinculados al narcotr¨¢fico. Ni esta plaga falta en la tragedia.
La pregunta de todos los d¨ªas es: ?la mentada ayuda humanitaria lleg¨®? Arriba razonablemente y con ella es que se atiende a un mill¨®n de haitianos que viven en carpas, con disposici¨®n de comida y agua potable. ?Y la reconstrucci¨®n? Esto s¨ª es dif¨ªcil. No hay un Estado organizado con capacidad para administrar esos fondos. La poblaci¨®n, por su parte, no siempre colabora, como se ha visto estos d¨ªas, con la reacci¨®n airada ante las tropas nepalesas de Naciones Unidas, a las que se atribuye haber tra¨ªdo el c¨®lera. Nada est¨¢ probado, pero cualquier prejuicio o rumor se instala f¨¢cilmente en gente angustiada y maltratada, que solo ha vivido inestabilidad pol¨ªtica o autoritarismos tan crueles como el de los Duvalier, que reci¨¦n en 1986 cayeron, luego de 29 a?os de dominio absoluto. Lo que vino despu¨¦s tampoco result¨® auspicioso, al punto de que Pr¨¦val es el ¨²nico presidente que termin¨® su mandato.
Hoy, estamos ante la extra?a paradoja de que en medio de esta tragedia, todos se preparan para que el pr¨®ximo domingo 28 se elija un nuevo presidente y un nuevo Congreso. La campa?a puede decirse que es lo m¨¢s normal de lo que all¨ª se observa y ojal¨¢ sirva para recomponer en algo la estructura de este Estado desvertebrado y an¨®mico.
Julio Mar¨ªa Sanguinetti, ex presidente de Uruguay, es abogado y periodista.
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