Vargas Llosa en manos del censor
Las obras del hoy premio Nobel sufrieron m¨²ltiples encontronazos con la dictadura, que prohibi¨® 'La ciudad y los perros' y vet¨® la cubierta de 'Pantale¨®n y las visitadoras'
Los primeros lectores de las novelas de Mario Vargas Llosa ten¨ªan un n¨²mero (el 4, el 6, el 12...) y dejaron sus impresiones por escrito. A veces con trazo rojo indiscutible sobre las p¨¢ginas de las galeradas y con juicios contundentes: inmoral, pornogr¨¢fico, obsceno, marxista, depravado... calificativos que ayer arrancaron carcajadas al escritor. Aquellos puntillosos lectores pertenec¨ªan a la cuadrilla de la Secci¨®n de Orientaci¨®n Bibliogr¨¢fica, eufemismo burocr¨¢tico de una secci¨®n de la Direcci¨®n General de Informaci¨®n que se ocupaba de leer y censurar todo lo que aspiraba a ser impreso en Espa?a en tiempos de la dictadura de Franco.
Los informes de esos censores se guardan en el Archivo General de la Administraci¨®n (AGA), un organismo del Ministerio de Cultura ubicado en Alcal¨¢ de Henares. Las galeradas originales, las solicitudes de las editoriales, los textos de las cubiertas, las cartas intercambiadas a prop¨®sito de un t¨ªtulo y las anotaciones manuscritas se conservan en carpetas perfectamente numeradas, que tienen m¨¢s valor hist¨®rico del que invita a creer su anodina apariencia y que EL PA?S ha revisado. "La censura era algo tan anacr¨®nico, un disparate, unos controles en los que no cre¨ªan ni los propios censores", coment¨® Vargas Llosa, que tambi¨¦n sufri¨® episodios dr¨¢sticos en otros pa¨ªses. "En Per¨² quemaron La ciudad y los perros, pero no lo prohibieron, y en Rusia descubr¨ª en un viaje que le cortaron 40 p¨¢ginas por razones morales".
En la Espa?a pacata, clerical y militarizada del franquismo, cada novela del escritor peruano era una provocaci¨®n. Aunque tambi¨¦n hubo censores que olfatearon el valor literario y ayudaron a salvar la novela de la quema burocr¨¢tica, incluido el jefe de todos ellos, Carlos Robles Piquer.
LOS JEFES (1959) Ni "maric¨®n" ni "puta"
El primer encuentro con la censura, el 26 de marzo de 1959. La editorial Roca pidi¨® permiso para imprimir una tirada de 1.300 ejemplares de cinco narraciones cortas. El lector que censur¨® la obra, la primera del autor peruano, autoriz¨® la publicaci¨®n, aunque exigi¨® que se tachasen dos "palabras malsonantes". Mario Vargas Llosa sustituy¨® "maric¨®n" por "sopl¨®n" y "puta" por "perra".
LA CIUDAD Y LOS PERROS (1963) "Hedionda depravaci¨®n"
Seix Barral presenta la obra con la que Vargas Llosa hab¨ªa ganado el premio Biblioteca Breve bajo el t¨ªtulo provisional de Los impostores. La tirada prevista es de 3.000 ejemplares. El lector n¨²mero 4 (un tal Manuel de apellido indescifrable) propone la prohibici¨®n por "la fruici¨®n salaz con la que el autor entra en los pormenores de una hedionda depravaci¨®n juvenil". Explica que est¨¢ plagada de "palabrotas de cuartel y prost¨ªbulo" y que hay una "marcada complacencia" en las "descripciones obscenas".
Carlos Barral, el editor, sin embargo, vuelve a la carga. El 25 de marzo se dirige al director general de Informaci¨®n, Carlos Robles Piquer, de quien depend¨ªa la censura, para pedirle que el libro sea examinado "de nuevo". El informe del lector n¨²mero 27, R. M. de la Pinta Llorente, no es m¨¢s ben¨¦volo: "Literatura inmoral. Las palabras m¨¢s corrientes son mierda, cojones, joder. Han de tacharse los siguientes pasajes graves (...) Todo ello repelente en general y en todo se refiere casi siempre, adem¨¢s de la inmoralidad general, a la mariconer¨ªa, y con ello decimos todo".
Las galeradas muestran la opini¨®n clara del censor, con las p¨¢ginas tachadas en rojo. Pero Carlos Barral, erre que erre, mueve nuevos hilos. Uno, a la postre vital, es el del catedr¨¢tico de Est¨¦tica de la Universidad de Barcelona Jos¨¦ Mar¨ªa Valverde, compa?ero de carrera de Carlos Robles Piquer y que hab¨ªa sido jurado del Premio Biblioteca Breve que hab¨ªa premiado la obra censurada. La carta que Valverde escribe a Robles Piquer est¨¢ condenada a la historia de la literatura por su lucidez y su visi¨®n premonitoria: "Se trata de la mejor novela de lengua espa?ola escrita en mucho tiempo: m¨¢s exactamente, yo no he le¨ªdo nada mejor, como relato en lengua espa?ola, publicado en los ¨²ltimos 25 o 30 a?os". No niega Valverde las palabrotas, pero las defiende: "Se trata de una novela de efecto e intenci¨®n morales: destrozar el mito de la adolescencia como edad dorada y arcang¨¦lica". Lo ¨²nico que le disgusta de la obra es el t¨ªtulo (propone a Vargas Llosa titularlo Juventud, divino tesoro, por fortuna no prosper¨®). El cr¨ªtico ruega a Robles Piquer que lea directamente el original antes de tomar la ¨²ltima decisi¨®n y le avisa: "Estoy seguro de que esta novela quedar¨¢ de modo elevado y definitivo en el haber de la literatura hisp¨¢nica y, por ello, la decisi¨®n de prohibir su publicaci¨®n no es cosa para tomar a la ligera con la confianza de que nadie se fijar¨¢ y los pocos que se fijen se olvidar¨¢n. Este libro no se olvidar¨¢".
Robles Piquer se toma en serio el consejo y lee el original, que le entrega el editor en el aeropuerto de Barcelona. Ayer lo recordaba con nitidez: "Comprob¨¦ que la obra era muy buena, yo no sab¨ªa qui¨¦n era este se?or pero me pareci¨® excelente". El material era, sin embargo, explosivo para los militares. Robles Piquer cita a Mario Vargas Llosa a un almuerzo en el Club Internacional de Prensa. "Lleg¨® acompa?ado de Carlos Barral. Le hice algunas observaciones sobre cuestiones de forma que entendi¨® perfectamente. En aquel momento me preocupaba que la novela pudiera sonar contra los militares", reviv¨ªa ayer.
Tras esta entrevista, el escritor corrige ocho p¨¢rrafos "porque ellos no alteraban en lo fundamental ni el contenido ni la forma del libro", seg¨²n expone el propio Vargas Llosa en una carta del 17 de julio de 1963 dirigida a Robles Piquer. Suprime algunos t¨¦rminos y suaviza alg¨²n episodio "introduciendo un clima de ambig¨¹edad a base de eufemismos y frases el¨ªpticas". Todo ello, hecho "sin alegr¨ªa ni convicci¨®n", escribe Vargas Llosa, que se despide con una glosa a la libertad creadora: "Quiero cumplir un deber de cortes¨ªa con usted, por las amabilidades que ha tenido conmigo, pero esto en nada modifica mi oposici¨®n de principio a la censura, convencido como estoy de que la creaci¨®n literaria debe ser un acto eminentemente libre, sin otras limitaciones que las que le dictan al escritor sus propias convicciones".
Finalmente, el 28 de septiembre de 1963, "de orden superior", se autoriza la publicaci¨®n de la obra con el t¨ªtulo de La ciudad y los perros, un cambio que no tiene que ver con la censura. La edici¨®n incluye un pr¨®logo de Valverde y opiniones cr¨ªticas elogiosas, excepto una que no se autoriza por la censura y que iba firmada por Julio Cort¨¢zar. En la segunda edici¨®n, adem¨¢s, Barral se arriesga y, record¨® ayer Vargas Llosa, recupera los p¨¢rrafos suprimidos en la primera.
LA CASA VERDE (1965) "La calidad salva lo pornogr¨¢fico"
Seix Barral pide permiso para imprimir 4.000 ejemplares. El lector Jos¨¦ Mar¨ªa Z. propone que se autorice con supresiones en seis p¨¢rrafos. "La obra salva lo pornogr¨¢fico a fuerza de calidad literaria y tipismo. Pese a su tema escabroso puede autorizarse por ello, salvo algunas correcciones". Se autoriza el 21 de enero de 1966.
CONVERSACI?N EN LA CATEDRAL (1969)
"Marxista, anticlerical, antimilitarista"
Seix Barral quiere incluirla en su colecci¨®n de Nueva Narrativa Hisp¨¢nica con una tirada de 10.000 ejemplares. El lector n¨²mero 12 hace una pieza maestra de orfebrer¨ªa censora : "Novela muy bien escrita, como es habitual en Vargas Llosa, aunque abunden los anglicismos y galicismos (...) Novela marxista, anticlerical, antimilitarista y obscena. La obscenidad pocas veces llega a la pornograf¨ªa, por ejemplo en la escena de cama -una de las escenas de cama- entre las lesbianas Queta y Hortensia (...) Lo esencial est¨¢ en la pintura del Per¨² de las oligarqu¨ªas, de la entrega a los norteamericanos, de la persecuci¨®n de intelectuales, obreros y campesinos, de la represi¨®n de los movimientos de izquierdas, de la corrupci¨®n y el ensa?amiento con los estudiantes y tantas otras cosas que, sin duda, molestar¨¢n al actual gobierno del Per¨². Hay en todo ello -junto a una gran calidad literaria, reflejada en la narraci¨®n mixta, o sea, mezclando el di¨¢logo con la narraci¨®n indirecta y el mon¨®logo interior- una intenci¨®n evidentemente parcial, bien aprovechada por la editorial Seix Barral para establecer t¨¢citamente correlaciones y comparaciones. No creo que en ning¨²n caso pueda autorizarse este; pero salvo la mejor decisi¨®n de la Superioridad, y a fin de evitar situaciones enojosas, creo que debe aplic¨¢rsele el SILENCIO ADMINISTRATIVO".
En el informe hay una anotaci¨®n manuscrita en la que se hace constar que no se puede impedir la difusi¨®n porque no constituye delito ninguno.
Sobre el segundo tomo, juzgado por el mismo censor, se dice: "La novela mantiene la t¨®nica pol¨ªtica y er¨®tica del tomo anterior, pero en un tono mucho m¨¢s suave. De todos modos abundan los paisajes obscenos (...) Desaparece el tono marxista del primer volumen (...) En conjunto la novela puede pasar, ya que ha pasado, por silencio administrativo, el primer tomo".
PANTALE?N Y LAS VISITADORAS (1973) "Todo el libro es sexo"
Tirada: 100.000 ejemplares. Seix Barral. Se piden informes a dos censores, Garc¨ªa Campos y Martos. Sus criterios divergen. Uno admira a Vargas Llosa, ya que exculpa los excesos y defiende la publicaci¨®n: "Debido al tema es l¨®gico que existan algunas libertades de lenguaje". Tambi¨¦n sostiene: "No existe ofensa al Ej¨¦rcito en general, otra cosa ser¨¢ quiz¨¢s en relaci¨®n con el Ej¨¦rcito peruano". Y por si hay dudas: "Desde un punto de vista estrictamente literario, la obra demuestra una vez m¨¢s la maestr¨ªa de su autor y su gran dominio del idioma".
El segundo censor es, por el contrario, implacable: "Esta obra se puede tomar de dos maneras. En serio, o como lo que en realidad es, una s¨¢tira humor¨ªstica. Tomada bajo este aspecto hacer re¨ªr y, a pesar de que su tema es b¨¢sicamente sexual, no se puede considerar pornogr¨¢fica (...) Si se quiere tomar en serio hay infinitas razones para denunciar el libro. Ante todo, el tema sexual, tan b¨¢sico que no hemos podido hacer tachaduras. Todo el libro es sexo, como se puede comprender. Luego los curas castrenses a los que ridiculiza y sobre todo y por ¨²ltimo, al Ej¨¦rcito peruano al que ridiculiza al m¨¢ximo. La decisi¨®n de tomarlo en serio o en broma corresponde a la Superioridad. Lo que el lector puede anticipar es que esta obra va a tener un gran ¨¦xito de venta y va a ser muy comentada. Por lo que parece preferible tomarla en serio, denunciarla, y si luego la Autoridad judicial levanta el secuestro, ella cargar¨¢ con la responsabilidad. Por ello el lector que suscribe propone su DENEGACI?N".
Tal vez por esta contradicci¨®n se pasa al fiscal Herrera para que se pronuncie. Concluye que no ser¨ªa "viable una acci¨®n judicial contra ella". Pero en una nota manuscrita se censura la cubierta elegida por Seix Barral. "La cubierta de fuera no es tolerable, aunque la novela es bastante pornogr¨¢fica podr¨ªa autorizarse, pero no mantenerse la cubierta". La editorial cambia la imagen por una m¨¢s liviana. En una nota informativa que figura tambi¨¦n en el expediente, se lee que "la circulaci¨®n del libro se efectu¨® aplicando la f¨®rmula del silencio".
LA T?A JULIA Y EL ESCRIBIDOR (1977) "No impugnable"
Tirada: 30.000 ejemplares. Ya hab¨ªa muerto Franco, pero sigue en pie la obligaci¨®n de presentar textos a la censura. El lector n¨²mero 26 hace un informe escueto del argumento y culmina su informe as¨ª: "Muestra de la narrativa peruana, muy a lo Vargas Llosa, con toda clase de giros y modismos peculiares. No impugnable".
El mejor narrador desde Azor¨ªn
- El catedr¨¢tico Jos¨¦ Mar¨ªa Valverde dedic¨® dos densos folios a persuadir a su amigo Carlos Robles Piquer para que la primera novela de Vargas Llosa no acabase en el caj¨®n de los censores. "Desde el punto de vista de las crudezas, que l¨®gicamente puede preocupar en censura, creo que, mirando el asunto con cierta altura, no se puede en absoluto tachar de inmoral esta novela: hay por fuerza mucha palabrota y mucho elemento no apto para menores, pero el autor, que por algo es un escritor de gran altura, sabe limpiar y elevar el efecto de conjunto". Valverde, que escribir¨ªa el pr¨®logo de La ciudad y los perros, finaliza la carta de este modo: "Vargas Llosa es en este momento el mejor narrador de nuestra lengua -al menos, de Azor¨ªn para abajo-. Esto puede parecer un juicio demasiado rotundo, casi una profec¨ªa, pero como cr¨ªtico literario, aunque a primera vista mis juicios parezcan un tanto sorprendentes, luego ocurre que, a la larga, el tiempo me suele dar la raz¨®n". Y se la dio.
Del veto al elogio
- El expediente sobre La ciudad y los perros fue uno de los que m¨¢s papel aliment¨® en la administraci¨®n franquista. La opini¨®n de los censores fue contundente: era la primera novela de Vargas Llosa, un desconocido, y pod¨ªan saltarse el comedimiento, como hizo Manuel P. pidiendo su prohibici¨®n. Seis a?os despu¨¦s, el censor de Conversaci¨®n en La Catedral ya ten¨ªa referencias del escritor. Su an¨¢lisis es m¨¢s sesudo y pol¨ªtico, aunque si de ¨¦l hubiera dependido, la novela no habr¨ªa sido autorizada.
Babelia
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