Modelo, socio, rival
Durante la Transici¨®n, Alemania fue el modelo. Por eso, nuestra ordenaci¨®n territorial, aunque la llamemos "auton¨®mica", se parece mucho a su estructura federal. Tambi¨¦n nuestro contrato social, que combina una econom¨ªa de mercado abierta con un Estado de bienestar avanzado, se inspir¨® en su modelo de econom¨ªa social y de mercado. Incluso el protagonismo que nuestra Constituci¨®n concede a empresarios y sindicatos tiene una fort¨ªsima conexi¨®n con el modelo de capitalismo renano. De la misma manera, nuestro europe¨ªsmo, expresi¨®n de la sustituci¨®n del nacionalismo espa?ol por el patriotismo europeo, tambi¨¦n tiene mucho en com¨²n con la ruta europea transitada por la pol¨ªtica exterior de Alemania, un pa¨ªs donde la asociaci¨®n entre nacionalismo y autoritarismo tambi¨¦n ha dejado una profunda huella. Tampoco es dif¨ªcil ver las conexiones entre el pacifismo de la sociedad espa?ola y la alemana, ambas como respuesta a un militarismo de tr¨¢gicas consecuencias (uno hacia adentro, otro hacia fuera). Y conocido es tambi¨¦n el important¨ªsimo papel jugado en Espa?a por las fundaciones de los partidos pol¨ªticos alemanes. El resultado de todo esto es que, al contrario que franceses o brit¨¢nicos, que han podido pasear su orgullo nacional sin complejos, espa?oles y alemanes siempre se han visto obligados a mirar sus intereses nacionales a trav¨¦s del prisma de la integraci¨®n europea. All¨ª, si quer¨ªas ser buen alem¨¢n, ten¨ªas que ser primero buen europeo; aqu¨ª, la bandera europea en la que nos hemos envuelto ha mitigado nuestros severos problemas de identidad.
Espa?a ha estado ausente demasiado tiempo de Alemania. Ahora est¨¢n a la vista las consecuencias
De modelo, Alemania pas¨® a ser socio. Y uno de primer nivel, quiz¨¢ el m¨¢s importante que Espa?a haya tenido nunca. Esto se debi¨® a dos elementos. Uno, la visi¨®n estrat¨¦gica de Felipe Gonz¨¢lez, que con raz¨®n intuy¨® que era m¨¢s f¨¢cil colarse en el eje franco-alem¨¢n por la ventana (alemana) que por la puerta (francesa). Dos, que adem¨¢s de todas las afinidades entre Alemania y Espa?a, entre las dos no exist¨ªa ning¨²n problema bilateral que entorpeciera la agenda (como Gibraltar con Londres o la agricultura y el terrorismo con Par¨ªs). Los socios se respetan y se apoyan, hasta el punto de que sus intereses se acaban solapando. Gonz¨¢lez apoy¨® a Kohl con ocasi¨®n del despliegue de los euromisiles en Alemania; Kohl apoy¨® la entrada de Espa?a en la Comunidad Europea. Gonz¨¢lez ofreci¨® a Kohl su apoyo incondicional en el momento de la unificaci¨®n alemana y la uni¨®n monetaria; Kohl accedi¨® a cambio a un incremento significativo de los fondos estructurales y de cohesi¨®n y a la inclusi¨®n de la ciudadan¨ªa europea en el Tratado de Maastricht. Espa?a apoy¨® a Alemania cuando esta embarc¨® a la UE en el proceso de ampliaci¨®n al Este; Alemania accedi¨® a financiar la nueva pol¨ªtica mediterr¨¢nea de la UE que Espa?a liderar¨ªa. Y as¨ª sucesivamente: "Hoy por ti, ma?ana por m¨ª".
De la simbiosis a la rivalidad, coincidiendo con Schr?der y Aznar. Schr?der miraba hacia Reino Unido, intentando seducir a Blair con su propuesta del "nuevo centro", cuyos tonos liberales bien podr¨ªan haber captado el inter¨¦s de los populares espa?oles. Pero Alemania estaba en crisis, empachada por el esfuerzo financiero de la reunificaci¨®n y, en consecuencia, intentando sacudirse el compromiso de ser el bolsillo sin fondo de la integraci¨®n europea. "Europa es cuando todo el mundo se pone de acuerdo y Alemania paga", era el chiste que corr¨ªa por las capitales. Pero en lugar de apoyar a una Alemania en dificultades, especialmente cuando a Espa?a le iba econ¨®micamente muy bien, cometimos el error de apretar demasiado las tuercas a Alemania durante las negociaciones del presupuesto europeo y, lo que es peor, presumir de ello y darles lecciones en p¨²blico sobre reformas econ¨®micas, como hizo Aznar. Por aquella grieta, que desencaden¨® un famoso art¨ªculo en Die Zeit dedicado a Aznar titulado "El europeo fastidioso", se comenz¨® a deshilachar la solidaridad entre ambos pa¨ªses. A la soberbia de Aznar se ha sumado la pasividad de Zapatero, que no ha dedicado tiempo a reconstruir la relaci¨®n con Alemania, mucho m¨¢s estrat¨¦gica que toda la pl¨¦yade de relaciones bilaterales de segunda importancia a las que el ministro Moratinos dedic¨® siete a?os de diplomacia y millones de kil¨®metros.
Espa?a ha estado demasiado tiempo ausente de Alemania. Ahora, las consecuencias est¨¢n a la vista de todos. El euro est¨¢ al borde del colapso y los puentes, pol¨ªticos y psicol¨®gicos, entre Madrid y Berl¨ªn est¨¢n rotos. Agitamos los brazos, pero no salimos en su radar. Urge, pues, una reorientaci¨®n radical de nuestra agenda diplom¨¢tica hacia Berl¨ªn, que es, hoy por hoy, donde se juega nuestro futuro como pa¨ªs.
jitorreblanca@ecfr.eu
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