Los remedios de la abuela
La crisis no es todo lo peor. Lo peor es la insistencia en los mismos m¨¦todos de antes para superar la crisis. Basta con observar las reuniones que celebran los miembros del G-20, del Fondo Monetario Internacional o de los bancos centrales para darse cuenta del problema. A ninguno de ellos se le ocurre otro modo de combatir la naturaleza de la crisis que reiterar las f¨®rmulas anticrisis de los a?os de Mar¨ªa Casta?a.
Como consecuencia, esas recetas, compuestas ya de medicinas rancias, no hacen otra cosa que empeorar al enfermo o, en el mejor de los casos, inducirle a escupirlas.
Lo peor de la crisis no es pues la crisis, sino la obstinada ignorancia de los responsables para tratar con ella. Viejos o j¨®venes, listos o tontos, quienes conforman los eximios equipos de la econom¨ªa, especialmente occidental, no hacen otra cosa que aplicar medidas keynesianas o antikeynesianas -lo mismo da- que coge a Keynes y sus oponentes convertidos en polvo inf¨¦rtil dentro de sus ata¨²des.
Los m¨®viles podr¨ªan ser m¨¢s codiciados si se les aligera de funciones que no sirven sino para agobiar
?Habr¨ªa superado la f¨ªsica o la matem¨¢tica sus apor¨ªas si hubiera continuado pensando de la misma manera que hace d¨¦cadas? Claro que no.
?C¨®mo, pues, esperar que la situaci¨®n econ¨®mica supere su atasco, si los procedimientos para rescatar su circulaci¨®n, que nunca ser¨¢ la misma, son repeticiones de las t¨¢cticas econ¨®micas del pasado? O bien los pol¨ªticos, los grandes funcionarios y los ilustres economistas no saben m¨¢s y, por tanto, deber¨ªan acudir a las selectas open sources del conocimiento en red o bien saben que no saben y solo pretenden mantenerse en el puesto de mando espantando cualquier idea que no coincida con el esquema de sus libros de texto y sus vetustos m¨¦ritos profesionales.
En casi todos los ¨¢mbitos, y cada vez m¨¢s en mayor proporci¨®n, las aportaciones de profesionales o amateurs de distintos campos, lugares, pensamientos y experiencias est¨¢n creando a trav¨¦s de cooperaciones, interacciones e intercambios en la Red un nuevo, m¨¢s complejo y ajustado conocimiento del mundo que vivimos, y as¨ª como la conjugaci¨®n de diferentes puntos de vista han modificado el marketing, el coche, el entretenimiento, el consumo, la naturaleza, la moda, la f¨ªsica o la log¨ªstica, podr¨ªan tambi¨¦n lograr una mejor y m¨¢s rica manera de entender los funcionamientos de los sistemas econ¨®micos.
?O es que todav¨ªa har¨¢ falta algo m¨¢s para aceptar que el actual sistema econ¨®mico est¨¢ agotado, agarrotado, gripado, y los f¨¢rmacos que se le aplican son, como poco, tan viejos e inocuos como los remedios de la abuela? ?O es que alguien cree todav¨ªa que poniendo la marcha atr¨¢s, reduciendo d¨¦ficits, inyectando dinero para crear liquidez, retrocediendo en suma por la misma senda desembocaremos en el paraje pr¨®spero del que partimos?
Ni las ciencias f¨ªsicas ni las ciencias sociales escapan a la segunda ley de la termodin¨¢mica y su principio de entrop¨ªa. El pasado no vuelve nunca y tampoco ahora llegar¨¢ indemne pedaleando al rev¨¦s. Todos estos doctores que se re¨²nen, diagnostican el mal y aprueban un plan de curaci¨®n est¨¢n tan enfermos como el sistema al que se refieren. O m¨¢s enfermos, puesto que mientras el sistema, por su cuenta, evoluciona y nunca detiene su metamorfosis. Los doctores se preservan apretando los dientes sobre las tesis que les hicieron ilustres y les dieron empleo.
La frugalidad, que fue pobreza, puede ser hoy una deseable forma de vida. La disminuci¨®n del trabajo, sus alternativas o sus cambios, que fueran considerados temibles, pueden hoy brindar felicidad. Los m¨®viles, por ejemplo, que cada vez ofrecen m¨¢s prestaciones, podr¨ªan ser m¨¢s codiciados si se les aligerara de innumerables funciones que no sirven sino para agobiar.
El modelo que sobrevendr¨¢ tras la crisis no ser¨¢, en fin, una reparaci¨®n del actual si no, probablemente, una hijuela en la que los genes y los virus, los cromosomas, las neuronas y las hormonas habr¨¢n evolucionado y emerger¨¢n recombinados de una manera lo bastante distinta como para que reconozcamos en su sistema no un m¨¢s o un menos de lo anterior sino una in¨¦dita versi¨®n de la econom¨ªa y la sociedad, de la est¨¦tica y de la moral novedosamente reunidas.
Pensar y actuar, como ahora se hace, repitiendo las claves m¨¦dico-econ¨®micas de hace m¨¢s de medio siglo, es, en el mejor de los casos, administrar placebos al paciente. Y, en el peor de los supuestos, dada la alta caducidad de algunos f¨¢rmacos, inculcar venenos al enfermo.
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