El presidente al que nadie regal¨® nada
Montilla es tan poco amante del 'show' como buen gestor y pragm¨¢tico
Callado hasta extremos inc¨®modos. Trabajador infatigable. Duerme poco. Serio. Pragm¨¢tico. Buen negociador. Mal orador. T¨ªmido. Desapasionado en apariencia. Sabe escuchar. Consciente de sus debilidades. Y de su origen, una aldea de C¨®rdoba. Menos mal que el incre¨ªble hombre normal, Supermontilla, se muerde las u?as. Por alg¨²n lado ten¨ªa que salirle la tensi¨®n a alguien que desde los 24 a?os ocupa cargos de responsabilidad p¨²blica.
Primero en el Ayuntamiento de Cornell¨¤ de Llobregat (donde fue alcalde 19 a?os), despu¨¦s un a?o y medio como ministro de Industria y en los ¨²ltimos cuatro como el s¨¦ptimo presidente de la Generalitat. Simult¨¢neamente, Jos¨¦ Pepe Montilla (Izn¨¢jar, C¨®rdoba, 1955) ha ocupado varios cargos, incluido el de presidente, en la Diputaci¨®n de Barcelona y desde el a?o 2000 es el primer secretario del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) y miembro de la Ejecutiva y del Comit¨¦ Federal del PSOE.
El l¨ªder del PSC hered¨® y reedit¨® un Gobierno tripartito del que no reniega
Durante la campa?a electoral lo ha dicho hasta hacerse pesado, pero es cierto: nadie le ha regalado nada a Jos¨¦ Montilla. Es uno de tantos hijos de andaluces que emigraron a Catalu?a. Comenz¨® a trabajar a los 16 a?os. De noche, resalta. Se meti¨® en pol¨ªtica en partidos clandestinos, pas¨® por el Partido Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) y en 1978 se integr¨® en el PSC y form¨® parte de la candidatura de Cornell¨¤ en las primeras municipales de la democracia.
Lo que viene luego tiene m¨¢s m¨¦rito. Hace dos d¨¦cadas era tan impensable que un andaluz alcanzara el mando de los socialistas catalanes y la presidencia de la Generalitat como ex¨®tico resulta el lehendakari negro de la pel¨ªcula Airbag. Si algo se le puede reconocer a Montilla es que el list¨®n, en apellidos ilustres, estaba muy alto en la plaza de Sant Jaume cuando ¨¦l lleg¨®: una legislatura de Pasqual Maragall y seis consecutivas de Jordi Pujol. Bien es verdad que en 2006 el PSC cont¨® con 250.000 votos menos que en 2003. Anoche todo apuntaba que esta sangr¨ªa tend¨ªa a acentuarse y el PSC iba camino de cosechar sus peores resultados de la historia.
Montilla hered¨® y reedit¨® un Gobierno tripartito (junto a Esquerra Republicana e Iniciativa per Catalunya) que no reeditar¨¢. Los planteamientos son distintos, cree. Presume de gesti¨®n y de obra de Gobierno, y hubiera sido interesante ver qu¨¦ cara puso el otro d¨ªa, cuando el ex presidente Felipe Gonz¨¢lez le reproch¨® que el "ruido" ha impedido apreciar el a su juicio "pedazo de Gobierno".
Aunque la cara no suele delatarle. El martes pasado, el d¨ªa que se suspendi¨® in extremis el debate cara a cara con su rival de Converg¨¨ncia, Artur Mas, sus colaboradores aseguraban que Montilla estaba enfadad¨ªsimo. "Como una moto", lamentaron, porque el partido ten¨ªa grandes esperanzas en el debate. El candidato tuvo ¨¢nimo para cenar de pie y departir un rato con los periodistas de la caravana socialista.
A pocos metros le miraba de reojo Jos¨¦ Zaragoza, el secretario de Organizaci¨®n del PSC. Extra?amente, no estaba en la sede del partido su portavoz, Miquel Iceta. Los tres lo dirigen con mano de hierro desde hace una d¨¦cada.
Montilla detesta la parte de show que conlleva la pol¨ªtica. En el debate de TV3 fue el ¨²nico candidato que ley¨® su intervenci¨®n final. Sus asesores se quer¨ªan cortar las venas. Se lo sab¨ªa, se habr¨¢ puesto nervioso, acertaban a explicar. A Supermontilla le pueden traicionar los nervios. El mismo incre¨ªble hombre normal que reconoce que tiene una deuda de tiempo con sus cinco hijos. Sobre todo con los trillizos de 10 a?os. Los otros dos ya son veintea?eros.
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