El cuerpo serrano
Si dentro de 15 o 20 a?os alguien hojeara una revista, las p¨¢ginas especiales que publican en domingo los diarios o le rebobinaran cualquier programa de televisi¨®n y radio, se llevar¨ªa una imagen equ¨ªvoca de la ¨¦poca presente. Seg¨²n todos los datos objetivos nos est¨¢ zurrando la badana una inclemente crisis que ha desbaratado la vida de las personas f¨ªsicas y comerciales, arruinando negocios, segando bancos y cajas de ahorros, mutilando salarios y pensiones y amenazando con un futuro pr¨®ximo pesimista. Sin embargo, la imagen que ofrecemos, a trav¨¦s de la aparentemente pr¨®spera publicidad, es la de una sociedad embelesada con su facha exterior y desentendida de lo que ha pasado esta ma?ana y lo que ocurrir¨¢ por la tarde.
Mientras la crisis nos zurra la badana, la sociedad est¨¢ embelesada con su facha exterior
Se habr¨¢n apagado muchos anuncios luminosos que ata?en a productos, servicios o necesidades primarias, pero en Madrid siguen zigzagueando las ofertas que conciernen a nuestro aspecto como si no tuvi¨¦ramos cosa mejor que hacer. Esto hablando de la inmediatez, de lo que ven los ojos al levantar la vista, pues la realidad que llega de la lejan¨ªa viene envuelta en la misma aura catastr¨®fica, sin que la humanidad se ahorre una guerra, el azote del terrorismo, la droga y la delincuencia en matices hasta ahora desconocidos.
Lo que hace unas d¨¦cadas nos llamaba la atenci¨®n tras un viaje a las Am¨¦ricas, los gordos que se bambolean sobre todas las edades y clases, ya lo tenemos, aunque el entendido no achaca la obesidad de estos lares al exceso de comida, sino a los malos h¨¢bitos nutricios. Hay hambre, tambi¨¦n nos informan de las extensas manchas de gentes que no tienen lo preciso, ni?os de enormes ojos y costillas salientes, mujeres exhaustas con una criatura agarrada a la ubre seca.
Pero esa es la realidad, lo que est¨¢ sucediendo, no lo que reflejan nuestros anales period¨ªsticos y recreativos. Como nunca en la historia de la humanidad se rinde hoy cuidado al cuerpo, a su apariencia de forma m¨¢s universalizada. No se trata del masaje de la marquesa o de los potingues de la farandulera, sino de las t¨¦cnicas atl¨¦ticas que se practican en la infinidad de gimnasios, spas, instalaciones talasoter¨¢picas, institutos de belleza que han proliferado en estos ¨²ltimos a?os, quiz¨¢s cuando la crisis no hizo m¨¢s que asomar el hocico.
Es posible que la filial est¨¦tica de las grandes multinacionales de la industria qu¨ªmica, farmac¨¦utica y cosm¨¦tica conozca, en estos momentos, una soterrada plenitud de curiosa explicaci¨®n. Las mentadas vienen a ser ramas del mismo ¨¢rbol frondoso, que alberga cremas, depilatorios, rejuvenecimientos y restauraciones del cutis, ansia por la hermosura que si sfugge tutta v¨ªa, hondo deseo de persistir y as¨ª pasar de los 80, tener el siglo como meta vital.
Hay otros perplejos indicativos del transcurso biol¨®gico, algo desconcertantes, en la misma atalaya que nos descubre la cosm¨¦tica. Entre la aparente penuria, cuando contamos los c¨¦ntimos que nos quitan o tenemos que pagar de m¨¢s, florece la oferta de cosas que parecen innecesarias: una panoplia impensable de relojes, bellos y caros, autom¨®viles, algunos asequibles y la mayor¨ªa publicitada como pin¨¢culos de la mec¨¢nica, el confort, la velocidad. Ah¨ª se deterioran algunas meninges que, por el af¨¢n por hacer atractiva la mercanc¨ªa, en el plano de la automoci¨®n, confunden el culo con las t¨¦mporas y retuercen los argumentos a veces de forma risible. Acabaremos no sabiendo si adquirir un determinado deportivo nos hace los hombros m¨¢s anchos, los ojos verdes y la silueta femenina de Lady Gaga cuando est¨¢ quieta.
Otro cap¨ªtulo, que en el pasado figuraba generalmente entre los art¨ªculos de primera necesidad, ha franqueado las fronteras estil¨ªsticas y convive en el mercado: los zapatos de firma, de inspiraci¨®n, de indudable factura est¨¦tica, a unos precios que debe dar gusto patearlos sobre las alfombras.
En este breve y, aunque uno no quiera, melanc¨®lico repaso, se?alemos el atractivo brindis de los cruceros por litorales ex¨®ticos, viajes a playas tropicales, estancia en fastuosos hoteles donde ser¨ªa posible que nos tropez¨¢ramos con James Bond en la hamaca de al lado. Los soci¨®logos, en alg¨²n momento de lucidez, quiz¨¢ nos expliquen esta fuga defensiva hacia delante para escabullirnos de una realidad hosca y con pocas salidas para la esperanza. Sea lo que sea, basta de limitarnos a cubrir los ojos para no ver el desastre. Entrecerr¨¦moslos para imaginar la vida en un mundo donde todav¨ªa son posibles algunas alegr¨ªas y para repartir algo de la evaporada felicidad. ?Eso sin contar con la loter¨ªa de Navidad!
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