Aplausos
Si hay alguna cosa de la que parezca apropiado decir que est¨¢ fuera de lugar es de los aplausos en el Congreso. Ni siquiera se aplaude a lo que se dice, a su significado -que ya estar¨ªa mal-, sino a la pertenencia del que lo dice, siempre que sea de los propios. Hoy parece que los diputados no se dan cuenta, ni imaginan siquiera, el efecto de rid¨ªculo, de verg¨¹enza ajena, que suscitan en el televidente especialmente cuando no son m¨¢s que 30 o 50 cent¨ªmetros los que separan las manos que aplauden del rostro del aplaudido. Ninguna sonrisa m¨¢s falsa que la de este cuando ha de expresar gratitud en tan obligado trance. Ahora tengo en los ojos de la mente a don Mariano Rajoy y a do?a Mar¨ªa Dolores de Cospedal, pero eso no quiere decir que otros dos nombres de id¨¦ntico parentesco pol¨ªtico, al otro extremo del hemiciclo, no podr¨ªan remplazarlos en una situaci¨®n perfectamente an¨¢loga.
La ovaci¨®n est¨¢ fuera de lugar en el Congreso y en los cementerios
?Alternativas? Una cierta uni¨®n fiscal en la eurozona y mayor demanda alemana
La idea de que esos aplausos tan fuera de lugar se suprimiesen -ya sea por votaci¨®n de los propios diputados, ya por reforma normativa del Tribunal Constitucional, si es que ello es veros¨ªmil- ser¨ªa, a mi entender, muy saludable, y adem¨¢s est¨¦tico, pero virtualmente imposible de poner en pr¨¢ctica. No ya por resistencia de una minor¨ªa que hubiese votado en contra, pues no tengo noticia de que los discordes con la normativa establecida suelan dejar de cumplir, aun a su pesar, lo ratificado por la mayor¨ªa.
El fundamento de mi desaz¨®n es bien distinto y bastante m¨¢s grave. Es la naturaleza de automatismo, de reflejo mec¨¢nico, que ha llegado a adquirir en nuestros d¨ªas el aplauso. En las televisiones se est¨¢ aplaudiendo constantemente a todo, en todo el d¨ªa no se hace otra cosa que aplaudir, no se hace cosa de provecho en todo el d¨ªa. En los entierros el aplauso se ha hecho tan convencional que se mira como una descortes¨ªa el no aplaudir. Todav¨ªa disuena en los o¨ªdos de los mayores, acostumbrados al silencio entre los muertos, pero tal vez no sea ya m¨¢s que otra convenci¨®n para los j¨®venes, aunque para nosotros tiene la estridente inoportunidad de ser una forma de expresi¨®n que comparte con ceremonias y ocasiones alegres y festivas.
El automatismo del aplauso en el Congreso lo pone a¨²n m¨¢s fuera de lugar, lo hace a¨²n m¨¢s gratuito y m¨¢s indigno. Lo malo est¨¢ en que cuanto mayor sea el automatismo, la ¨ªndole refleja de una cosa, tanto m¨¢s fuerte se har¨¢ frente a cualquier voluntad de suprimirla. En fin, que lo que hace m¨¢s impropio y despreciable el aplauso en el Congreso viene a ser precisamente lo mismo que lo hace m¨¢s imposible de erradicar. ?Todo un paradigma de la cultura actual!
Rafael S¨¢nchez-Ferlosio es escritor.
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