Cristiano se cala hasta los huesos
Bajo la lluvia, el portugu¨¦s se qued¨® sin m¨¢s consigna que la de apa?¨¢rselas como pudiera
"?Joder..., joder..., joder...!". Las voces de Casillas se apagaron en la atm¨®sfera h¨²meda. Pedro acababa de meter el segundo gol del Bar?a. Una lluvia suave se precipitaba sobre el campo y los futbolistas. Jos¨¦ Mourinho, enfundado en una gabardina negra, observaba los acontecimientos inm¨®vil. El agua se le condensaba en las pesta?as cuando Cristiano Ronaldo se dirigi¨® hacia ¨¦l haciendo gestos aspaventosos, tal vez denunciando el mal funcionamiento de algo as¨ª como que no le llegaran suficientes balones, o pidiendo alguna indicaci¨®n salvadora. El t¨¦cnico no le dijo nada. No hubo una r¨¦plica gestual por parte de Mourinho, que permaneci¨® impert¨¦rrito mirando a su estrella, como una estatua que observa desde fuera el terrible problema que se plantea dentro de la cancha. Ah¨ª, condenado a jugar una hora m¨¢s contra corriente, sin nuevas consignas, sin m¨¢s planes que arregl¨¢rselas como mejor entienda, sin un gui?o de consuelo, se qued¨® Cristiano.
Guardiola control¨® el bal¨®n en la banda y CR emple¨® su fuerza para empujarle
El Camp Nou cantaba: "?Sal del banquillo, Mourinho; sal del banquillooo...!"
El partido del entrenador se hab¨ªa terminado. Empezaba el partido de los jugadores. Mourinho lo supo porque resolvi¨® meterse baj¨® la b¨®veda de metacrilato del banquillo, protegerse de la borrasca, y dejar que sus muchachos se hicieran mayores ellos solos. El f¨²tbol es un negocio curioso y hay entrenadores que saben exactamente cu¨¢ndo mover los hilos y cuando dejar que los futbolistas se las apa?en. Ayer, el que menos soport¨® la vida a la intemperie fue Cristiano.
"El Bar?a juega m¨¢s tiqui-taca y nosotros m¨¢s con el objetivo de llegar m¨¢s r¨¢pido adelante", dijo Cristiano antes del partido. No contabiliz¨® que para contragolpear hab¨ªa que robar algunos balones, y hacerlo con cierta frecuencia. No imagin¨® que se pasar¨ªa el partido esperando bajo la lluvia a que le llegara una pelota. Tampoco sospech¨® que hay ocasiones en que tener paciencia es m¨¢s dif¨ªcil que ser valiente. Y, como perdi¨® la calma, acab¨® meti¨¦ndose en l¨ªos. Fue cuando le dieron un pase y el bal¨®n se fue fuera precisamente frente al banquillo local. Guardiola control¨® la pelota con mucho garbo y se la llev¨® con el pie a las manos. Este gesto t¨¦cnico sac¨® de quicio a Cristiano, que emple¨® sus pectorales y sus tr¨ªceps hipertr¨®ficos para empujar a Guardiola, que, hombre ligero, se sacudi¨® como si fuese un mu?eco de trapo. Acudi¨® Iniesta, que casi se lleva un sopapo, y luego Vald¨¦s.
Hubo un conato de trifulca y el ¨¢rbitro, Iturralde Gonz¨¢lez, lo dirimi¨® con una tarjeta amarilla a Cristiano. El Camp Nou le dedic¨® una pitada chirriante y aguda y ¨¦l respondi¨® pidiendo el bal¨®n y encarando. Encar¨® como un poseso. Por adentro y por las dos bandas. Choc¨® contra Alves y contra Abidal. Perdi¨® las disputas individuales. Tir¨® un tiro libre fuera, remat¨® otra jugada desde 40 metros, y casi se pone mano a mano con Vald¨¦s, pero el portero le sac¨® la pelota de un guantazo.
M¨¢s o menos as¨ª acab¨® la producci¨®n de Cristiano en el sexto partido de su carrera contra el Bar?a. Con los mismos goles que antes. Es decir, ninguno. Y con Mourinho oculto tras el banquillo por primera vez desde que lleg¨® al Madrid. Desaparecido bajo el pertinaz c¨¢ntico de la impiadosa multitud: "?Sal del banquillo, Mourinho sal del banquillo, sal del banquiiilloooo...!"
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