El clima ya no es lo que era
En virtud del cambio clim¨¢tico hemos perdido a la meteorolog¨ªa como tema neutral de conversaci¨®n, una referencia objetiva independiente de nuestro comportamiento, gracias a la cual era posible hablar de algo que nos afectaba pero de lo que nadie era culpable, tan interesante como pol¨ªticamente as¨¦ptico. Todo lo que situamos en el espacio neutro de la fatalidad es un tema formidable para las conversaciones intrascendentes, en las que buscamos un espacio de inter¨¦s com¨²n y, sobre todo, no molestar.
Pero el clima ya no es lo que era. Con el cambio clim¨¢tico la meteorolog¨ªa ha dejado de ser algo inevitable; se puede estar m¨¢s o menos en contra de ¨¦l, maldecir a los culpables, lamentar nuestra incapacidad para hacer algo e incluso provocar negando las evidencias, por lo que no sirve para generar un consenso banal. Esto no quiere decir que el clima sea una mera construcci¨®n humana ni que podamos hacer con ¨¦l absolutamente lo que queramos; significa que a partir de ahora se constituye como un ¨¢mbito de responsabilidad (y, por tanto, inevitablemente controvertido). Uno est¨¢ tentado de sentenciar que el avance de la civilizaci¨®n consiste precisamente en que cada vez hay menos cosas fatales e indiscutibles y aumentan las que caen bajo nuestra responsabilidad.
Con el cambio clim¨¢tico la meteorolog¨ªa ha dejado de ser algo inevitable
Si el tema no vale ya para generar consensos triviales es debido a su gravedad y complejidad. Hoy el clima es pura pol¨ªtica, tal vez el asunto m¨¢s grave y apasionadamente pol¨ªtico de nuestra agenda. De aqu¨ª al 2020 -un breve periodo de tiempo, apenas dos o tres legislaturas- pueden decidirse las condiciones de vida de las pr¨®ximas generaciones. El cambio clim¨¢tico es sin ning¨²n g¨¦nero de dudas el mayor problema de acci¨®n colectiva al que el mundo se ha tenido que enfrentar. Por eso se ha podido hablar de una "tragedy of commons" (Garret) y el informe Stern calificaba el cambio clim¨¢tico como "el mayor fracaso del mercado".
El n¨²cleo de la dificultad se podr¨ªa resumir en la idea de que hemos confiado las soluciones a los mercados y hemos avanzado muy poco en la construcci¨®n de acuerdos pol¨ªticos. ?Por qu¨¦ resulta tan necesario avanzar en acuerdos de naturaleza pol¨ªtica para enfrentarse a la cuesti¨®n del cambio clim¨¢tico? ?No tenemos ya una serie de procedimientos que han permitido realizar ciertos avances? Efectivamente, hay soluciones de mercado como el comercio de emisiones o la implementaci¨®n conjunta gracias a las cuales se han obtenido resultados parciales y tambi¨¦n es cierto que no se avanzar¨¢ si se adoptan decisiones contra el mercado. Pero el problema es que hay una dimensi¨®n del asunto que el mercado no puede resolver. Los instrumentos del mercado no son apropiados para anticipar los costes medioambientales en el largo plazo. Los costes econ¨®micos del cambio clim¨¢tico solo son predecibles en una valoraci¨®n muy aproximada. Especialmente, los acontecimientos futuros inciertos no se pueden traducir en valoraciones de costes precisas. Esto desmotiva a los actores econ¨®micos a tomar encuenta esas previsiones y dificulta el trabajo de las instituciones pol¨ªticas a la hora de establecer una regulaci¨®n que pueda ser aceptada por todos.
Es dif¨ªcil que las negociaciones culminen con un acuerdo a la altura de los desaf¨ªos actuales porque somos tributarios de una idea del cambio de los comportamientos mediante la incitaci¨®n econ¨®mica. Pero el problema es que el razonamiento econ¨®mico favorece las actitudes de los llamados "pasajeros clandestinos": se supone que todos comparten los esfuerzos pero el ganador ser¨¢ quien haga menos. Los bienes p¨²blicos globales, m¨¢s que cualquier otro, sufren de lo que se ha venido en llamar free riding. El fracaso de los permisos de emisi¨®n negociables es una prueba inquietante de ello. La buena voluntad de los Estados no basta para poner en marcha un sistema de coacciones que se imponga a todos.
Una de las consecuencias de la ideolog¨ªa neoliberal ha sido la de limitar el campo de las opciones pol¨ªticas posibles, reduciendo la econom¨ªa del medio ambiente casi exclusivamente a "soluciones de acuerdo con el mercado", a la innovaci¨®n tecnol¨®gica y a la eficiencia energ¨¦tica.
Los l¨ªmites de este procedimiento tienen que ver con la idea de que los derechos de emisi¨®n confieran al emisor precisamente eso, un "derecho" de seguir con sus pr¨¢cticas da?inas para el medio ambiente, en lugar de promover acuerdos pol¨ªticos m¨¢s exigentes, impulsar la transformaci¨®n del estilo de vida y los h¨¢bitos de consumo. No deja de resultar parad¨®jico que se le encargue resolver el problema a las mismas fuerzas del mercado que son responsables de ¨¦l.
Cuestiones como la del cambio clim¨¢tico deben ser analizadas a la luz de otro marco conceptual y gestionadas con una l¨®gica diferente. Se trata de un bien p¨²blico de los que calificamos como externos al mercado. Se habla de bienes externos cuando el consumo o la producci¨®n de un bien afecta a otro sin que esto sea percibido por el mercado. En tanto que bien p¨²blico, el clima tiene la propiedad de la no rivalidad (todo el mundo se beneficia de un clima estable), pero no es tan evidente su no exclusividad (se pueden beneficiar quienes no hacen nada por ¨¦l) y en esa medida no hay ning¨²n aliciente en el mercado para perseguirlo. Todo lo m¨¢s que tenemos es la d¨¦bil garant¨ªa de que el cambio clim¨¢tico es percibido como un peligro real para el equilibrio a largo plazo de las econom¨ªas y las sociedades.
Ahora bien, esta advertencia solo se puede realizar y gestionar con una l¨®gica pol¨ªtica, concretamente desde una pol¨ªtica en la que se ha introducido la perspectiva del largo plazo. Por eso el clima es un bien que no se puede abandonar al mercado y que requiere gobernanza global.
Con la crisis econ¨®mica este requisito es m¨¢s evidente. Hace falta m¨¢s pol¨ªtica que mercado y una pol¨ªtica menos soberanista. El mundo en el que pod¨ªan tener alg¨²n sentido las pr¨¢cticas de la soberan¨ªa ha cambiado radicalmente en unas pocas d¨¦cadas. Enfrentarse eficazmente al cambio clim¨¢tico nos exige ir hacia un mundo m¨¢s cooperativo. Necesitamos una soluci¨®n cooperativa, que sea cient¨ªficamente s¨®lida, econ¨®micamente racional y pol¨ªticamente pragm¨¢tica.
Qui¨¦n sabe si la pol¨ªtica del cambio clim¨¢tico, adem¨¢s de enriquecer nuestras conversaciones cotidianas, puede contribuir a que llevemos a cabo una renovaci¨®n de la pol¨ªtica que sab¨ªamos necesaria pero que ninguna fuerza irresistible nos obligaba a acometer.
Daniel Innerarity es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa, investigador Ikerbasque en la Universidad del Pa¨ªs Vasco y director del Instituto de Gobernanza Democr¨¢tica (www.globernance.com).
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