Un fest¨ªn de secretos
Los documentos de Wikileaks muestran lo graves que son las amenazas y el escaso control que tiene Occidente. Pero queda por responder una pregunta: ?C¨®mo ejercer la labor diplom¨¢tica en estas condiciones?
Es el sue?o del historiador. Es la pesadilla del diplom¨¢tico. Aqu¨ª est¨¢n, al alcance de todo el mundo, las confidencias de amigos, aliados y rivales, aderezadas con las opiniones francas, a veces brillantes, de diplom¨¢ticos estadounidenses. Durante las dos pr¨®ximas semanas, los lectores de peri¨®dicos de todo el mundo van a disfrutar de un banquete con numerosos platos sacados de la historia del presente.
Lo normal es que el historiador tenga que esperar 20 o 30 a?os para encontrar esos tesoros. En este caso, los cables m¨¢s recientes tienen poco m¨¢s de 30 semanas de antig¨¹edad. Y en conjunto forman un aut¨¦ntico tesoro. Son m¨¢s de 250.000 documentos. La mayor¨ªa de los que he visto, en mis incursiones en una base de datos que ha creado The Guardian para buscarlos, tienen m¨¢s de 1.000 palabras de extensi¨®n. Si esa muestra es representativa, debe de haber un total de al menos 250 millones de palabras, tal vez hasta 500 millones. Como saben bien los acostumbrados a investigar en archivos, cuando se tiene acceso a un gran volumen de documentos -ya sean cartas de un novelista, papeles de un ministerio o cables diplom¨¢ticos, aunque gran parte de ese material sea rutinario e incluso, en parte, por eso-, es m¨¢s f¨¢cil comprender a fondo al sujeto de nuestra investigaci¨®n. Con una inmersi¨®n prolongada, uno se hace una idea bastante clara de sus prioridades, su car¨¢cter y sus pautas de pensamiento.
Los lectores de peri¨®dicos de todo el mundo van a disfrutar de un banquete
Lo que nos encontramos es a unos diplom¨¢ticos que hacen el trabajo que les corresponde
Este material consiste, en su mayor parte, en informes pol¨ªticos de nivel medio y alto enviados desde todo el mundo, adem¨¢s de las instrucciones de Washington. Es importante recordar que no figuran secretos de las m¨¢ximas categor¨ªas: NODIS (acceso exclusivo para el presidente, secretario de Estado, jefe de misi¨®n), ROGER, EXDIS, DOCKLAMP (mensajes secretos entre los consejeros de Defensa y el Servicio de Inteligencia de la Defensa). Aun as¨ª, lo que tenemos es un verdadero fest¨ªn.
No es extra?o que el Departamento de Estado haya puesto el grito en el cielo. Sin embargo, por lo que he visto, los profesionales del servicio exterior de Estados Unidos tienen pocas cosas de las que avergonzarse. Es verdad que se perciben ciertos tejemanejes marginales, sobre todo en los a?os de Bush y la "guerra contra el terror". Necesitamos preguntas y respuestas concretas. Ahora bien, en su mayor parte, lo que nos encontramos aqu¨ª es a unos diplom¨¢ticos que hacen el trabajo que les corresponde: averiguar qu¨¦ est¨¢ ocurriendo en los lugares en los que est¨¢n destinados y trabajar para promover los intereses de su pa¨ªs y las pol¨ªticas de su Gobierno.
Es m¨¢s, mi opini¨®n del Departamento de Estado ha mejorado bastante. En los ¨²ltimos a?os, he tenido la impresi¨®n de que el servicio exterior estadounidense dejaba bastante que desear, me parec¨ªa casposo y decepcionante, en especial al compararlo con otras ramas de la Administraci¨®n m¨¢s s¨®lidas como el Pent¨¢gono y el Tesoro. Pero lo que tenemos ahora ante nosotros es un trabajo de primera categor¨ªa.
El hombre que en la actualidad ocupa el m¨¢ximo puesto de la carrera diplom¨¢tica estadounidense, William Burns, aport¨® desde Rusia un relato de lo m¨¢s entretenido -casi digno de Evelyn Waugh- sobre una enloquecida boda daguestan¨ª a la que asisti¨® el mafioso presidente de Chechenia, que bail¨® en ella "con su pistola autom¨¢tica chapada en oro metida en la parte posterior de sus vaqueros".
Los an¨¢lisis de Burns sobre la pol¨ªtica rusa son perspicaces. Como lo son los informes de sus colegas en Berl¨ªn, Par¨ªs y Londres. En un cable enviado en 2008 desde Berl¨ªn, se compara el Gobierno de la gran coalici¨®n de democristianos y socialdem¨®cratas con "la t¨ªpica pareja que se odia pero permanece casada por los hijos". Desde Par¨ªs se env¨ªa una divertid¨ªsima descripci¨®n de los numeritos de Nicolas (y Carla) Sarkozy. Y a los brit¨¢nicos nos vendr¨ªa bien examinar nuestra obsesi¨®n neur¨®tica por la llamada "relaci¨®n especial" con Washington con la misma frialdad y la misma falta de sentimentalismo que se advierten en los cables confidenciales de la Embajada de Estados Unidos en Londres.
Por suerte, tambi¨¦n encontramos indicios ocasionales de que el Foreign Office (Ministerio de Exteriores brit¨¢nico) defiende nuestros valores. Seg¨²n un informe de 2008, un alto diplom¨¢tico brit¨¢nico, Mariot Leslie, "dijo con gran franqueza que HMG [el Gobierno de su Majestad] se opon¨ªa a algunas de las cosas que hace el USG [el Gobierno de Estados Unidos] (por ejemplo, las rendiciones) y que, por consiguiente, tiene algunos l¨ªmites".
Es muy preocupante encontrar cables con la firma de Hillary Clinton que parecen indicar que se pide a los diplom¨¢ticos normales y corrientes que hagan cosas que parecen m¨¢s propias de esp¨ªas de base, como rebuscar hasta descubrir los datos biom¨¦tricos y de tarjetas de cr¨¦dito de altos funcionarios de la ONU. Es urgente que Foggy Bottom (la sede del Departamento de Estado) aclare exactamente qui¨¦n recib¨ªa instrucciones de hacer qu¨¦ de acuerdo con estas Directivas sobre espionaje personal.
M¨¢s en general, lo que se observa en este tr¨¢fico de mensajes diplom¨¢ticos es hasta qu¨¦ punto la seguridad y la lucha antiterrorista han penetrado en todos los aspectos de la pol¨ªtica exterior estadounidense en los ¨²ltimos 10 a?os. Pero tambi¨¦n se ve lo graves que son las amenazas y el escaso control que tiene Occidente. Hay informaciones demoledoras sobre el programa nuclear iran¨ª y el grado de miedo que provoca, no solo en Israel, sino sobre todo entre los ¨¢rabes ("Cortad la cabeza de la serpiente", inst¨® el rey saud¨ª a los estadounidenses, seg¨²n un embajador suyo); la vulnerabilidad del arsenal nuclear paquistan¨ª frente a islamistas descontrolados; la inmensidad de la anarqu¨ªa y la corrupci¨®n en Afganist¨¢n (un dirigente afgano saca millones de d¨®lares del pa¨ªs en efectivo); Al Qaeda en Yemen; e historias reales del poder de las mafias rusas junto a las que la ¨²ltima novela de John Le Carr¨¦ parece casi t¨ªmida.
Existe un genuino inter¨¦s del p¨²blico por conocer estas cosas. The Guardian, The New York Times, EL PA?S y otros medios de comunicaci¨®n responsables se han esforzado al m¨¢ximo para intentar garantizar que los datos que publiquen no supongan un riesgo para nadie. Deber¨ªamos exigir a Wikileaks que haga lo mismo.
Sin embargo, queda por responder una pregunta. ?C¨®mo es posible ejercer la labor diplom¨¢tica en estas condiciones? No cabe duda de que tiene raz¨®n el portavoz del Departamento de Estado al decir que las revelaciones "van a crear tensi¨®n en las relaciones entre nuestros diplom¨¢ticos y nuestros amigos de todo el mundo". El temor a las filtraciones ya est¨¢ haciendo que sea m¨¢s dif¨ªcil gobernar. Un profesor amigo m¨ªo que trabaj¨® en el Departamento de Estado durante el mandato de Bush me ha contado que en una ocasi¨®n sugiri¨® escribir una nota en la que hac¨ªa preguntas fundamentales sobre la pol¨ªtica de Estados Unidos en Irak. "Ni se te ocurra", le advirtieron, porque seguro que aparec¨ªa en The New York Times del d¨ªa siguiente.
La gente est¨¢ interesada en comprender c¨®mo funciona el mundo y qu¨¦ cosas se hacen en nuestro nombre. La gente est¨¢ interesada por los manejos confidenciales de la pol¨ªtica exterior. Y los dos intereses se contraponen.
De una cosa estoy seguro: el Gobierno de Estados Unidos debe de estar lamentando y revisando con urgencia su extra?a decisi¨®n de colocar todo ese volumen de correspondencia diplom¨¢tica reciente en un sistema de ordenadores militares tan seguro que un chico de 22 a?os podr¨ªa descargarlo y pasarlo a un CD de Lady Gaga. ?No les parece gag¨¢?
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Su ¨²ltimo libro es Facts are Subversive: Political Writing from a Decade Without a Name. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.