Medio muertos
El ni?o de El sexto sentido ve¨ªa gente muerta. Yo veo gente medio muerta. La suelo ver por los aeropuertos. No es que padezcan ninguna enfermedad f¨ªsica, es m¨¢s bien una nube que les rodea y acorcha sus sentidos. No son turistas. Son profesionales para los que el mundo se ha convertido en el patio de su casa. Hoy est¨¢n en Argentina, ma?ana en Jap¨®n. Mientras al turista se le aprecia ese grado de excitaci¨®n que experimenta el que se sale de su rutina, el hombre al que me refiero se mueve como si le estuvieran dirigiendo por control remoto. Llega a las ciudades, se familiariza con tres calles y tres restaurantes, asiste a varias reuniones y es un experto en hacerse la maleta. En su automatismo se parece a aquel "turista accidental" que interpret¨® William Hurt. No me refiero solo a hombres de negocios. Esa gente medio muerta envuelta en una burbuja que le protege de la intemperie practica variadas profesiones. Son negociantes, inversores, pero tambi¨¦n escritores, arquitectos estrellas, m¨¦dicos de renombre, artistas, conferenciantes profesionales, pol¨ªticos, y un etc¨¦tera que incluye a todo aquel cuya presencia es deseada en la otra punta del planeta. Todos parecen haber asumido que sin su presencia el negocio, art¨ªstico o comercial, no funciona. Pero yo me pregunto si no es todo un espejismo, si en estos momentos en los que la comunicaci¨®n acorta el espacio, el viaje constante no es producto de una ansiedad contagiosa. Veo gente de cierta edad que no puede con su alma, pero que necesita ser visto aunque con ello pierda a?os de vida. ?Cu¨¢nta vida quita cambiar de escenario? Puede que si los escritores, por ejemplo, redujeran su actual don de la ubicuidad ganar¨ªan en el antiguo placer del viaje y tambi¨¦n, por qu¨¦ no, en ese necesario misterio que se pierde con esa exposici¨®n continua de la que parece que ya no podemos escapar.
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