Receta para el desastre
Cuando se aproxima el 6 de diciembre, tambi¨¦n cuando se aproxima el 28 de febrero, suelo recibir invitaciones de institutos o Ayuntamientos para dar alguna charla conmemorativa de cualquiera de ambas efem¨¦rides. Aunque pr¨¢cticamente todo el a?o tengo que estar reflexionando y explicando a los alumnos la Constituci¨®n y el Estatuto de Autonom¨ªa, es distinta la perspectiva con la que tengo que enfrentarme con ambas normas en estas ocasiones. El p¨²blico es distinto, menos homog¨¦neo y, adem¨¢s, me voy a dirigir a ¨¦l una sola vez, de tal manera que en una hora aproximadamente tengo que concentrar el mensaje que quiero trasmitir y que tiene que tener sentido por s¨ª mismo, ya que no va a poder ser complementado ulteriormente.
Quiero decir con ello que la charla no puede ser una clase, sino algo distinto. La Constituci¨®n o el Estatuto a los que uno se refiere en una charla conmemorativa de su aniversario no son los mismos que la Constituci¨®n o el Estatuto que se ense?an en un curso de derecho constitucional. En este segundo caso se privilegia el momento jur¨ªdico del texto constitucional o estatutario, mientras que en el primero es a su naturaleza de documentos pol¨ªticos a los que tiene que darse preferencia. La reflexi¨®n que se impone no puede ser nada m¨¢s que una reflexi¨®n global y, adem¨¢s, una reflexi¨®n muy marcada por el momento pol¨ªtico que cada a?o acompa?a la celebraci¨®n del aniversario de la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n o del Estatuto.
Hasta este a?o, en Andaluc¨ªa, la celebraci¨®n de los aniversarios de la Constituci¨®n y del Estatuto encajaban perfectamente. La fuerza integradora de la Constituci¨®n se ha vehiculado en Andaluc¨ªa m¨¢s que en ninguna otra comunidad aut¨®noma a trav¨¦s del ejercicio del derecho a la autonom¨ªa. Desde el momento fundacional, ya que no se puede olvidar que antes del 6 de diciembre de 1978 se vivieron las manifestaciones del 4 de diciembre de 1977 y el Pacto de Antequera del 4 de diciembre de 1978. Constituci¨®n y Autonom¨ªa se han vivido en nuestra tierra desde los momentos iniciales de la transici¨®n como las dos caras de una misma moneda.
Tengo la impresi¨®n de que esta conexi¨®n no se vive con la misma intensidad en este a?o. Parecer¨ªa como si la intensidad de la crisis estuviera haciendo calar el mensaje que interesadamente se est¨¢ poniendo en circulaci¨®n, de que la descentralizaci¨®n del Estado en diecisiete comunidades aut¨®nomas es una especie de lujo que Espa?a se ha podido permitir en ¨¦poca de vacas gordas, pero que no puede seguir permiti¨¦ndoselo en una de vacas flacas.
Nada es m¨¢s peligroso, en mi opini¨®n, que dejar que ese mensaje siga avanzando. El secreto del ¨¦xito de la Constituci¨®n espa?ola ha estado y sigue estando en la capacidad que ha tenido para canalizar una respuesta al problema constituyente m¨¢s importante con el que ha tenido que enfrentarse Espa?a desde hace algo m¨¢s de un siglo. El componente federal de nuestra f¨®rmula de gobierno ha sido un elemento clave en la pacificaci¨®n de una convivencia pol¨ªtica con una tendencia permanente a la crispaci¨®n en las instituciones centrales. No es con un retroceso auton¨®mico sino con un avance en direcci¨®n m¨¢s federal como podemos encarar la salida de la crisis con garant¨ªas de ¨¦xito. El momento es muy dif¨ªcil, pero sin la legitimidad de que los sacrificios que haya que hacer sean aceptados por todas las comunidades mediante sus instituciones representativas no vamos a ninguna parte. La recentralizaci¨®n de la pol¨ªtica no es una f¨®rmula para resolver el problema con el que tenemos que enfrentarnos, sino una receta para el desastre.
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