Un s¨ªntoma
Hace treinta a?os, el arte contempor¨¢neo en Espa?a, su difusi¨®n y valoraci¨®n p¨²blica, se encontraba pr¨¢cticamente en manos de la iniciativa privada. La Fundaci¨®n Juan March en Madrid, el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, La Fundaci¨®n Mir¨® en Barcelona, por citar algunos centros, eran instituciones privadas. A lo largo de estos ¨²ltimos a?os, a esta encomiable labor filantr¨®pica se ha sumado una inversi¨®n p¨²blica sin precedentes en la creaci¨®n de espacios y museos dedicados al arte contempor¨¢neo. Una suerte distinta han tenido los museos p¨²blicos ya existentes, los de bellas artes, arqueol¨®gicos,... que, salvo honrosas excepciones, por su naturaleza hist¨®rica y patrimonial, no han disfrutado del mismo inter¨¦s p¨²blico y pol¨ªtico.
Ya antes de la crisis han surgido dudas sobre la sostenibilidad de este ambicioso entramado de instituciones dedicadas al arte. Muchas veces las grandes inversiones en infraestructuras no han tenido su correlato en los presupuestos para su mantenimiento y programaci¨®n. Tampoco la sociedad civil, como as¨ª ocurre en el admirable, en este sentido, modelo norteamericano o suizo, ha tomado plena conciencia de la responsabilidad social de cuidar de estas instituciones.
La actual crisis viene a agravar esta situaci¨®n hasta el punto de percibir ya s¨ªntomas dram¨¢ticos como es el anuncio de cierre del maravilloso espacio de arte que es Chillida-Leku creado y mantenido por la voluntad y el patrimonio del artista y de su familia. Es, sin duda, un caso particular la situaci¨®n de este tipo de museos monogr¨¢ficos cuya misi¨®n es mantener viva la obra de un artista, enriqueciendo a su vez el contexto cultural y art¨ªstico, cuando no moral, en el que se instalan. Es en estos casos, donde se pone a prueba la colaboraci¨®n p¨²blico-privada, algunas veces con buenos resultados y otras generando tensiones e interferencias indeseables que no es necesario recordar aqu¨ª.
Siendo especial, como digo, el caso de la fortuna de los museos soportados por los gestores de los legados (estates) de los artistas, lo que les sucede no deja de tener un valor sintom¨¢tico a la hora de explicar los problemas que acechan a los museos en la actualidad. Lo hemos repetido hasta la saciedad pero de momento y a la vista de los acontecimientos sin mucho ¨¦xito. La cultura y particularmente los museos forman parte del entramado econ¨®mico de nuestro pa¨ªs y no es un sector productivo menor. Su impacto creciente en la econom¨ªa espa?ola no se mide ¨²nicamente por indicadores cuantitativos, que los hay, sino tambi¨¦n en t¨¦rminos de progreso intelectual y c¨ªvico de nuestra sociedad. Un t¨®pico recurrente es juzgar el ¨¦xito de la gesti¨®n en un museo por los ¨ªndices de audiencia. Siendo importante la labor de mediaci¨®n con el p¨²blico, esta no puede ocultar la fundamental labor de conservaci¨®n y estudio que llevan a cabo los museos garantizando la salvaguarda del patrimonio hist¨®rico art¨ªstico nacional y universal. Tampoco es justo juzgar a los peque?os museos, muchos y ejemplares en nuestro pa¨ªs, comparando sus problemas y oportunidades con los m¨¢s grandes. Cada museo, y all¨ª su verdadera grandeza, es irrepetible como lo es el arte cuando se muestra autentico, singular y excelente.
Grande o peque?o, con millones de visitantes o con miles, p¨²blico o privado, cuando el arte consigue encontrar un escenario para expresarse libremente ante la sociedad es algo que nos concierne a todos y, no menos importante, nos representa.
Miguel Zugaza es director del Museo del Prado.
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