La transparencia de la transparencia
Lo m¨¢s escandaloso, lo realmente escandaloso, de las informaciones arrojadas por las informaciones de Wikileaks es su efecto y valor indiferente. La mentira, la conspiraci¨®n, el soborno o el chantaje perviven con tanta comodidad en el sistema que el sistema no ser¨ªa nada importante sin su apoyo.
De esta manera, cuando se dice que ha sido puesto en evidencia lo oculto, lo que se ve realmente es la ordinaria obviedad de su funcionamiento. Como las lavadoras, los relojes o los pianos, que se pusieron de moda con una carcasa transparente para comunicar sus mecanismos ¨ªntimos, Wikileaks ha actuado como un manto calado para hacer ver la lencer¨ªa transparente que a su vez transparentaba una obvia anatom¨ªa con la transparencia.
El poder act¨²a con total impunidad porque se desarrolla en una corrupci¨®n de antemano admitida
La gran coartada de los fracasos o errores pol¨ªticos han sido atribuidos a la falta de transparencia frente a los ciudadanos, pero la transparencia, tal como se urge actualmente a los bancos y a los Gobiernos, no aporta otra cosa sino la redundancia de la ya sospechada sorpresa. O mejor, el rebote de lo visto en el cansancio de lo d¨¨j¨¢ vu.
No hay un m¨¢s all¨¢ metaf¨ªsico y, paralelamente, no hay un m¨¢s all¨¢ del pecado pol¨ªtico o financiero. No hay el pecado nefando del pecado com¨²n. El pecado oculto es suficientemente previsible como para que su visibilidad no a?ada nada.
De este modo, el juego del poder act¨²a con una impunidad absoluta porque su proceso se desarrolla por los parques de la corrupci¨®n de antemano admitidos como el espacio recreativo y natural del sistema. El sistema funciona merced a la energ¨ªa emanada de la descomposici¨®n, y los pol¨ªticos y autoridades en general gestionan sus aplicaciones para obtener, con su explotaci¨®n, el alumbramiento m¨¢s eficiente.
El procedimiento, por tanto, de exponer los "sucios" asuntos a la luz no consigue el efecto de desvelarlos, sino de blanquearlos. O dicho de otro modo, su alumbramiento viene a ser equivalente a la garant¨ªa de su continuidad legal.
"De la misma manera que nos hemos convertido en transpol¨ªticos, es decir, seres pol¨ªticamente indiferentes e indiferenciados, andr¨®ginos y hermafroditas, hemos asumido, digerido y rechazado las ideolog¨ªas m¨¢s contradictorias llevando ¨²nicamente una m¨¢scara, y transform¨¢ndonos en nuestra mente, sin saberlo quiz¨¢, en travest¨ªs de la pol¨ªtica" (Jean Baudrillard. La transparencia del mal. Anagrama, 1991).
Travest¨ªs con dos sexos, dos caras, dos morales. Lo bueno y lo malo, la verdad y su contrario, forman parte del c¨ªrculo de incertidumbre, del c¨ªrculo de desconfianza y del laberinto de la inestabilidad. Si los mercados marchan bien o mal y ofrecen tanto su rostro como su m¨¢scara confundidos ?qu¨¦ sentido tiene referirse a la transparencia?
La transparencia es su otra realidad y no hay, en consecuencia, otro mundo posible. La fe en el ejercicio de la transparencia como m¨¢gica medicina contra todos los vicios, comporta la creencia de que existe un espacio transfronterizo donde, de acuerdo con la nueva honestidad, se reordenar¨ªa ben¨¦ficamente el mundo.
O lo que es lo mismo, pensamos la transparencia como un resplandor, acaso celestial, cuyos vatios divinos y puros pondr¨¢ las cosas en su sitio, la justicia en su pedestal, la especulaci¨®n en la prisi¨®n, la avaricia en el averno.
Nada de nada. Todo es todo lo que hay, ya travestido. M¨¢s luz, m¨¢s filtraciones, m¨¢s ventanas hacia la claridad. La totalidad del espacio se halla iluminada de antemano, saturada de fulgor y sus destellos, sus p¨¢nicos, sus millones de pobres gentes no son sino las fosforescencias del gran incendio donde se quema, en plena incandescencia, el capitalismo funeral.
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