La diplomacia al desnudo
Se pueden extraer lecciones interesantes de las revelaciones de Wikileaks. La principal, el declive del poder de EE UU y su lucha para impedir el final de su supremac¨ªa en un mundo que ha dejado de controlar
La propaganda difundida en los d¨ªas anteriores a la reciente filtraci¨®n masiva de documentos del Departamento de Estado norteamericano llevada a cabo por Wikileaks nos hizo pensar que se trataba de un arma de destrucci¨®n masiva, en forma de una monta?a de documentos secretos, y que iba a transformar por completo nuestra percepci¨®n, si no del mundo en el que vivimos, desde luego s¨ª de las relaciones internacionales.
Sin embargo, ninguna de las revelaciones es tan trascendental como para modificar la visi¨®n de la pol¨ªtica mundial que recibimos a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n libres -una avalancha abrumadora y omnipresente de peri¨®dicos, canales de televisi¨®n que dan noticias a todas horas y sitios de Internet, con Google a la cabeza-, ni tampoco su publicaci¨®n ha hecho un da?o irreparable a los dirigentes implicados ni a las relaciones entre Estados.
Netanyahu siempre ha insistido en una estrategia de "primero Ir¨¢n" Entre los l¨ªderes ¨¢rabes, Palestina es m¨¢s una molestia que un problema soluble
Las leyes sobre libertad de informaci¨®n que existen en la mayor¨ªa de las democracias permiten pensar que, en cualquier caso, los documentos de este tipo acabar¨¢n estando al alcance de los ciudadanos, bien por medios legales, bien gracias a las informaciones filtradas. Al fin y al cabo, los cimientos de la prensa libre reposan, en gran parte, sobre filtraciones. La diferencia de lo que ha hecho Wikileaks est¨¢ en el volumen, no en el principio. A estas alturas, las democracias deber¨ªan saber c¨®mo afrontar el hecho de que este tipo de material se haga p¨²blico.
No obstante, se pueden extraer lecciones muy interesantes de estas revelaciones. Hay muy pocos -o ninguno- de estos documentos que sean verdaderamente ultrasecretos. Los libros de Bob Woodward sobre los gabinetes de guerra de Bush y Obama contienen mucha m¨¢s informaci¨®n confidencial que los cables diplom¨¢ticos de Wikileaks.
Uno de los motivos es, por supuesto, el declive evidente de las funciones de los embajadores en los ¨²ltimos a?os. Es posible que el cargo siga teniendo su aura, pero los embajadores ya no est¨¢n al tanto de aut¨¦nticos secretos de Estado. Los cotilleos, las habladur¨ªas, la transmisi¨®n de mensajes, la elaboraci¨®n de jugosos perfiles de los dirigentes, el an¨¢lisis de informaciones conocidas, algunas de ellas valiosas, son importantes, pero no son, ni mucho menos, secretos nacionales. Hoy en d¨ªa, los gobernantes, y desde luego los miembros de los servicios de inteligencia y los Ministerios de Defensa, se comunican entre s¨ª de forma directa, salt¨¢ndose a sus diplom¨¢ticos.
Adem¨¢s, es posible que el Departamento de Estado ya no desempe?e el papel tan fundamental en la formulaci¨®n de la pol¨ªtica exterior que desempe?aba en tiempos de secretarios de Estado legendarios como George Marshall, Dean Acheson, John Foster Dulles, Henry Kissinger y James Baker. Algunos senadores como John Kerry y el difunto Ted Kennedy, adem¨¢s de otros miembros destacados del Congreso, pueden ser a veces m¨¢s importantes para la toma de decisiones que los cargos oficiales del Departamento. Y quienes elaboran las pol¨ªticas nacionales son el presidente y sus asesores de seguridad y asuntos pol¨ªticos.
Pero la triste imagen que trasciende del subtexto de estos telegramas es la del declive del poder de Estados Unidos. Es la historia de la lucha contracorriente del imperio para impedir el final de su supremac¨ªa econ¨®mica y militar. Es la historia de c¨®mo las elevadas aspiraciones de un presidente d¨¦bil le permiten describir el mundo que quiere sin que sea capaz de construirlo.
Los embajadores de Estados Unidos en el mundo han dejado de ser los altos comisarios que eran antes, y la voluntad de Washington ha dejado de ser una orden, incluso para sus clientes de Oriente Pr¨®ximo o su patio de atr¨¢s, Latinoam¨¦rica, donde los chinos y los rusos est¨¢n volviendo a tener influencia. Turqu¨ªa, con su "peligroso ministro de Exteriores", est¨¢ alej¨¢ndose a toda velocidad de la ¨®rbita norteamericana; Israel se neg¨® a paralizar los asentamientos durante tres meses, a pesar de que se le ofrecieran grandes compensaciones estrat¨¦gicas; el primer ministro liban¨¦s Saad Hariri, el hombre de Washington en Beirut, se reconcilia con los asesinos de su padre -todos ellos, enemigos jurados de Estados Unidos-, mientras su ministro de Defensa, Elias Murr, asesora a Israel sobre c¨®mo "barrer" a Hezbol¨¢ del sur de L¨ªbano; y los l¨ªderes ¨¢rabes se burlan de la ingenua fe de Obama en las negociaciones como m¨¦todo para frustrar las ambiciones nucleares de Ir¨¢n.
El primer ministro Netanyahu no exagera demasiado sobre el mensaje que transmiten estos documentos cuando rechaza la teor¨ªa de que el problema palestino es el epicentro de los males de la regi¨®n. Palestina, el dogma moral supremo que durante a?os constituy¨® la concepci¨®n del mundo de las ¨¦lites progresistas en Occidente, no tiene ese car¨¢cter para los dirigentes ¨¢rabes. Est¨¢ claro que estos cables no apoyan la idea del presidente Obama de que existe un nexo indisoluble entre la soluci¨®n al problema palestino y la capacidad de Estados Unidos de agrupar al mundo ¨¢rabe en torno a una estrategia contra el imperio chi¨ª iran¨ª en pleno ascenso. El rey Abdul¨¢ de Arabia Saud¨ª no esper¨® a que hubiera una soluci¨®n de dos Estados para transmitir al presidente Obama la urgente necesidad de "cortar la cabeza de la serpiente", es decir, Ir¨¢n.
Netanyahu, que nunca ha confiado especialmente en las intenciones pac¨ªficas de los ¨¢rabes y siempre ha insistido en una estrategia de "primero Ir¨¢n", se ha encontrado con la confirmaci¨®n m¨¢s elocuente de sus miedos y sus pol¨ªticas que pod¨ªa imaginar en los mensajes procedentes de los dirigentes ¨¢rabes. "Ir¨¢n amenazar¨ªa la existencia de Israel si consigue un arma nuclear", dice el jeque Muhammed bin Zaid, pr¨ªncipe heredero de Abu Dabi. Y el emir de Qatar, el jeque Hamad Bin Khalifa el Thani -un personaje de considerable importancia en la pol¨ªtica de la regi¨®n-, se muestra "sorprendido de que los israel¨ªes sigan deseando la paz despu¨¦s de lo sucedido en L¨ªbano y Gaza". Adem¨¢s, el emir comprende por completo la resistencia de las autoridades israel¨ªes a hacer renuncias a cambio de la paz. "Representan a un pueblo", dice, "que no se f¨ªa de los ¨¢rabes, lo cual es muy comprensible. No se les puede reprochar, porque ellos (los israel¨ªes) han vivido con esa amenaza demasiado tiempo".
Ni que decir tiene que a los l¨ªderes ¨¢rabes les gustar¨ªa que Estados Unidos contin¨²e involucrado en el problema palestino y, como muestran estos cables, plantean la cuesti¨®n sin cesar a los embajadores norteamericanos. Pero da la sensaci¨®n, por alg¨²n motivo, de que no esperan verdaderamente alcanzar una soluci¨®n. En sus conversaciones, Palestina es m¨¢s una molestia que un problema soluble. Lo que quieren es que Estados Unidos se haga cargo del conflicto y utilice su influencia sobre Israel para impedir que la situaci¨®n se le vaya de las manos.
Con todo el terror que tienen al espectro de un Ir¨¢n nuclear, lo que de verdad est¨¢n deseosos de hacer es lo que sea para desbaratar sus ambiciones imperialistas. El ascenso de Ir¨¢n y el hecho de que Irak se haya convertido en el primer Estado ¨¢rabe gobernado por chi¨ªes y sea ya un sat¨¦lite de Teher¨¢n es, para los aliados sun¨ªes de Estados Unidos en la regi¨®n, una calamidad de proporciones hist¨®ricas, una tragedia tan determinante como la Nakbah de los palestinos.
Es posible que estas filtraciones no sean trascendentales, pero s¨ª van a hacer que a los interlocutores de Estados Unidos en el mundo les cueste m¨¢s hablar con franqueza. Aunque solo sea para evitar futuros bochornos, a partir de ahora el mundo de la diplomacia tendr¨¢ que actualizar las tecnolog¨ªas de su red de comunicaciones. Pero el aut¨¦ntico problema es otro. Es la cuesti¨®n de si Estados Unidos y sus aliados europeos van a tratar de hacer algo, y el qu¨¦, para interrumpir el declive de su modelo econ¨®mico, rehacerse con el fin de recuperar la influencia estrat¨¦gica que pierden sin cesar ante las nuevas potencias emergentes e impedir que sus valores de un orden mundial civilizado sucumban a unas realidades estrat¨¦gicas que han dejado de controlar.
Shlomo Ben Ami fue ministro israel¨ª de Asuntos Exteriores. En la actualidad es vicepresidente del Centro Internacional Toledo por la Paz. Ha escrito Scars of war, wounds of peace: the israeli-arab tragedy (Cicatrices de guerra, heridas de paz: la tragedia ¨¢rabe-israel¨ª). Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.