Felino
Hace apenas un mes, le coment¨¦ a un amigo que Zapatero es un gato. Hoy me desayuno con la noticia de que en uno de los cables de Wikileaks el ex embajador norteamericano Eduardo Aguirre informa que Zapatero es "como un felino en la jungla". Nunca he tenido dudas de la naturaleza gatuna de nuestro presidente y mi comentario lo hice a ra¨ªz de algunos movimientos presidenciales que mostraban su capacidad para sortear los obst¨¢culos. Mi amigo me respondi¨® que "pan para hoy, hambre para ma?ana", a lo que apostill¨¦ que "tal vez". A mi amigo no le gusta Zapatero. A m¨ª, he de reconocer que como orador me pone algo nervioso, pero, qu¨¦ quieren que les diga, el gato es el animal que m¨¢s me gusta. Tiene adem¨¢s un no s¨¦ qu¨¦ luciferino, y nuestro presidente tambi¨¦n lo tiene. Curiosa ambivalencia, ya que no es habitual que alguien con ese aspecto de pr¨ªncipe azul desprenda el tufo a azufre del pr¨ªncipe de las tinieblas. Satan¨¢s es seductor, pero siempre le atribu¨ª un atractivo m¨¢s canalla.
Mi amigo es uno de los muchos que, procedentes del comunismo, ahora se han hecho de derechas. Pero es mi ¨²nico amigo con esas caracter¨ªsticas -y tengo, o ten¨ªa, bastantes- que me permite mantener conversaciones gatunas sin alterarse, de modo que hasta puedo disfrutar criticando al gato en ese ambiente de confianza. Otros conversos son implacables, y a la menor dejan de invitarle a cenar a uno. Afortunadamente, soy un celoso cultivador de la soledad; hasta me consideran un escritor intimista -?qu¨¦ ser¨¢ eso?-. Adem¨¢s, me gustan las biograf¨ªas, no las calcograf¨ªas, y las conversiones en masa me aburren tanto o m¨¢s que las pr¨¦dicas de Juan el Bautista. Miren, hace justo ahora cinco a?os, en la capilla ardiente de un familiar muy cercano, se me acerc¨® un cura y, conocedor, al parecer, de que escrib¨ªa en la prensa, me solt¨® a bocajarro: "?Tienes que meterte con Zapatero!" Ni siquiera me dio el p¨¦same, y me persigui¨® de tal forma con su monserga, acus¨¢ndome de zapaterista si no segu¨ªa con sus consignas, que jur¨¦ ante mi difunta t¨ªa que jam¨¢s de los jamases me meter¨ªa con el gato. Mi t¨ªa, que en gloria est¨¦, sonri¨® complacida.
Me gusta inventar palabras, y tengo una para toda esta gente, la derechez, as¨ª, con ese sufijo para crear sustantivos abstractos, ya que son tan pretenciosos y tan pedantes. Recientemente, vi una entrevista con uno de los nuevos cantautores de la derechez, Hermann Tertsch, y, entre los muchos disparates que solt¨®, hizo referencia a Jos¨¦ Mar¨ªa Calleja. Le preguntaba el entrevistador si hab¨ªa perdido muchos amigos, y el gur¨² de la derechez le respondi¨®, as¨®mbrense, que Zapatero hab¨ªa sido aterrador en eso. ?Culpaba a Zapatero de la ruptura de su amistad con Calleja! ?No ser¨¢ que Calleja cometi¨® la osad¨ªa de disentir de su camarilla estalinista? Pero el gato es un taumaturgo que sirve para todo. Dicen que le queda poco tiempo. ?Ser¨¢ tambi¨¦n el fin de la derechez, hu¨¦rfana de su demonio necesario y ya calentita en calderas?
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