"Los ni?os tienen que aburrirse para fantasear"
Se habla con frecuencia de la flema brit¨¢nica y del esnobismo de las carreras de Ascot. Pero si se rasca un poco tras esta g¨¦lida capa, se descubre tambi¨¦n un Reino Unido sentimental y anclado en las tradiciones que invita al ingreso de los perros en los pubs y que se deshace ante los recuerdos de infancia. Eso explica que varios museos brit¨¢nicos deseen exhibir en sus vitrinas la encarnaci¨®n terrenal del protagonista del libro Dogger (Peluche), de Shirley Hughes. En realidad, se trata de un cachorro de trapo propiedad de uno de los hijos de la ilustradora. Desde 1977 todas las generaciones del pa¨ªs comparten con David su dolor tras perder a su mascota. Hasta el punto de que Peluche fue elegido el mejor cuento entre los ganadores de la prestigiosa medalla Kate Greenaway en 50 a?os (en 2003 Hughes tambi¨¦n la consigui¨® por Ella's Big Chance).
"Las im¨¢genes son una pel¨ªcula en mi cabeza. Hago bocetos de c¨®mo va a ser todo el libro y luego dibujo"
Flamboyant edita este long seller del que se han vendido m¨¢s de diez millones de ejemplares en el mundo. Hughes (West Kirby, Reino Unido, 1927), hija del due?o de unos grandes almacenes, repasa por tel¨¦fono su trayectoria con una pizca de engolamiento en su acento, pero con la calidez de una abuela de cuento. A¨²n le sorprende el ¨¦xito de Peluche en el extranjero: "Me dec¨ªa a m¨ª misma: ?Oh no, esto es demasiado british!, pero ha sido mi mayor ¨¦xito".
Tampoco se explica qu¨¦ de su libro atrapa a sus peque?os lectores. "Se encaprichan con algo y cuando lo pierden se sienten solos. Por eso los padres se identifican con el libro". La ilustradora no olvida que parte de su p¨²blico -a partir de los cuatro a?os- no sabe leer y sus obras est¨¢n concebidas para ser contadas por un adulto, mientras el ni?o se detiene en las im¨¢genes. "Hay que ense?arles a explorar el libro hasta el detalle".
Hughes habla desde el cool Notting Hill, su barrio desde hace m¨¢s de medio siglo. Durante la Segunda Guerra Mundial solo hab¨ªa radio, representaciones teatrales en familia y lecturas en la cama. Un panorama ante el cual ella se convirti¨® en una gran lectora y despu¨¦s escritora. Por eso est¨¢ convencida de que los chicos "tienen que aburrirse" para que se despierte su curiosidad y creatividad. "Hoy las im¨¢genes se las proporcionan las pel¨ªculas. ?Qu¨¦ ni?o que ha le¨ªdo Harry Potter no ha visto las pel¨ªculas?", se pregunta la autora de m¨¢s de cincuenta libros, que incluyen historia y literatura para adultos.
Hughes confiesa deberle mucho al cine de Buster Keaton, El Gordo y El Flaco o Fred Astaire. Gracias a ellos aprendi¨® a plasmar la gestualidad en sus dibujos de trazo nervioso y colorido. "Las im¨¢genes son una pel¨ªcula en mi cabeza. Hago bocetos de c¨®mo va a ser todo el libro y luego dibujo. Tu ojo aprende a plasmar la alegr¨ªa o el disgusto de los ni?os". Estos bosquejos se convierten luego en ilustraciones con color de gouache y pasteles al ¨®leo. "Mis personajes humanos no son reales; en cambio, s¨ª que existe el peluche. Quiz¨¢ por eso es el cuento al que guardo m¨¢s cari?o. Ahora est¨¢ muy viejo, tiene 50 a?os". Hughes rescat¨® el juguete, de trapo marr¨®n con una oreja levantada, cuando su hijo era adolescente.
"Mi idea primera era crear escenarios. Estudi¨¦ dise?o de moda en el Liverpool School of Art y llegu¨¦ a trabajar en un teatro. Estuve tambi¨¦n en la Ruskin School, de Oxford. Fue fant¨¢stico. Luego me pas¨¦ a la ilustraci¨®n". En 1999 la reina Isabel II le concedi¨® el t¨ªtulo honor¨ªfico de la Orden del Imperio Brit¨¢nico y sus bocetos se exponen en los National Museums Liverpool, dos hechos inimaginables en Espa?a. Pero hasta la publicaci¨®n de Peluche en 1977 no fue un camino de rosas. Los ingresos de su marido, arquitecto, permitieron a Hughes ser obstinada en su empe?o art¨ªstico. Durante la guerra tan solo las familias acomodadas pod¨ªan permitirse comprar libros infantiles, pero todo cambi¨® con la paz. Una hornada de ilustradores encontr¨® por fin hueco en el mercado, aunque "eran horrorosos". "Todos los libros eran de animales y pens¨¦ queme interesaban m¨¢s las historias de ni?os en su vida diaria. Por ejemplo, en los libros de Alfie este aprende a abrocharse los zapatos o acude a un cumplea?os por primera vez sin su madre". El peque?o, que en los noventa edit¨® Altea, ha protagonizado 12 t¨ªtulos desde 1981. Este es su otro gran ¨¦xito.
Hughes ha ilustrado m¨¢s de doscientos ajenos: "Es como actuar para otros, en un libro no tienes por qu¨¦ jugar todos los papeles, como en una pel¨ªcula". Su hija Clara Vulliamy le ha cogido el testigo como afamada ilustradora. "Tiene su propio estilo, es muy buena", cuenta orgullosa. Mam¨® la cultura desde la infancia, aunque considera que fue su marido quien la form¨®. "Con ¨¦l viaj¨¦ por Italia y otros pa¨ªses. Hac¨ªamos bocetos. ?l desde una perspectiva arquitect¨®nica y yo me centraba en las personas. A veces hablamos de publicarlo", recuerda con melancol¨ªa hoy viuda. A sus a?os sigue activa. Investigando, por ejemplo, la relaci¨®n entre cat¨®licos irlandeses y protestantes escoceses en el Liverpool de 1920. No conoce el aburrimiento, requisito necesario para que los ni?os "fantaseen".
Peluche. Shirley Hughes. Traducci¨®n de Helena Mart¨ªn. Gosset. Traducci¨®n de Mar¨ªa del Mar Vidal. Ambos en la editorial Flamboyant. Barcelona, 2010. 32 p¨¢ginas. 15,50 euros. www.alfiebooks.com.uk
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