"En Estados Unidos, de tanto negar lo malo, acabamos por no reconocerlo"
Adak, la isla natal del escritor estadounidense David Vann, tiene unos doscientos habitantes. Ketchikan, el pueblo de su primera infancia, no llega a 8.000 vecinos. Ambos est¨¢n en Alaska, la tierra m¨ªtica de sus recuerdos y el escenario del poderoso relato que, a los 43 a?os, le ha catapultado a la escena literaria internacional gracias al Premio M¨¦dicis a la mejor novela extranjera, que acaba de ganar en Francia. Su t¨ªtulo, Sukkwan Island, suena casi inevitable para alguien procedente de un lugar tan marcado por los elementos que hasta exhibe la Estrella Polar en su bandera nacional. Pero la evocaci¨®n del pasado que propone no se ajusta a ninguna regla. Para empezar, Vann revisa el suicidio de su padre cuando ¨¦l ten¨ªa 13 a?os, sin caer en el psicoan¨¢lisis de manual. Tambi¨¦n presenta su Alaska m¨¢s ¨ªntima como un espacio a la vez grandioso y hostil. Ni siquiera la id¨ªlica comuni¨®n con la naturaleza que supone la vida en una remota cabina del bosque, paisaje del libro, escapa a una lluvia constante y a la amenaza de los osos. Sin embargo, por duro que parezca, Sukkwan Island es una profunda historia de redenci¨®n. De un hijo marcado por un padre inmaduro y deprimido, que logra seguir queri¨¦ndole a pesar de la tragedia.
"Es un gozo estar en un pa¨ªs donde se venera la literatura. En Estados Unidos me hicieron unas tres cr¨ªticas del libro. Solo en Par¨ªs, llevo ya 45 y una docena larga de entrevistas. Es verdad que en mi tierra no se lee as¨ª. Tampoco hay tantas traducciones de autores extranjeros. Pero nunca pens¨¦ en encontrarme en Europa en estas condiciones". La capital francesa bulle en noviembre con el lanzamiento de las novedades literarias de la temporada, y Vann reflexiona sin perder la sonrisa franca con que desgranar¨¢ luego su peripecia vital. Escribir la novela le llev¨® una d¨¦cada de borradores y l¨¢grimas. De intentos fallidos porque la narraci¨®n era demasiado torpe y descarnada. Publicarla le cost¨® 12 a?os m¨¢s. Ninguna editorial estadounidense quer¨ªa lanzar algo que llevara el suicidio grabado en el t¨ªtulo. Un detalle en el que no repar¨® al principio. Al final gan¨® un premio local de narrativa, el Grace Paley, y se hizo una tirada corta con buena acogida. Ahora, cuando Sukkwan Island ha obtenido un galard¨®n franc¨¦s "para un autor cuya fama no corre a¨²n pareja a su talento", los cr¨ªticos de su pa¨ªs ya no tienen reparos. Uno tras otro le compararan con compatriotas consagrados como Raymond Carver, Tobias Wolff o Cormac McCarthy. Justamente las firmas de los grandes relatos de espacios abiertos y los so?adores con mala suerte.
"Fue en Londres, durante una lectura del libro, cuando me abrieron los ojos sobre la mala pata del t¨ªtulo original: Leyendas del suicidio. A?os esperando en vano a que lo publicaran, cuando hubiera sido tan f¨¢cil intentarlo de otro modo", r¨ªe sincero. "Pero es que Estados Unidos es una cultura de grandes mentiras. No aceptamos lo que sea oscuro o tr¨¢gico. Lo vergonzoso. Y yo creo que si no exploras esos territorios no progresas. Somos un pueblo capaz de reinventarse, es verdad. Y eso muestra un esp¨ªritu emprendedor y positivo. Pero de tanto negar lo malo, acabamos por no reconocerlo". Vann es un gran conversador que entra a todos los trapos. Tambi¨¦n es un ciudadano comprometido. Rompiendo el t¨®pico del estadounidense poco politizado, es muy cr¨ªtico con sus gobernantes. Incluso con el presidente Obama, al que vota, pero reprocha que no haya hecho m¨¢s cambios en econom¨ªa y defensa. "F¨ªjese en los republicanos. Pretenden estar interesados en los pobres, y en las familias con apuros. Cuando no es verdad. Por eso les molesta la actual reforma sanitaria que ampl¨ªa los seguros de enfermedad. Y qu¨¦ decir de lo mal que lo estamos haciendo en Irak y Afganist¨¢n. Por no hablar de mi famosa vecina, Sarah Palin. Dice ser una feminista de ideas originales cuando no sabe nada del mundo. Vive en su propia fantas¨ªa", suelta de un tir¨®n, casi enardecido.
Que Alaska, el lugar de sus juegos infantiles y de los bosques misteriosos, est¨¦ representada por la pol¨¦mica pol¨ªtica republicana, le molesta profundamente. "Ahora resido en Nueva Zelanda con mi esposa, Nancy, y doy clases en la Universidad de San Francisco. Aunque vuelvo a Alaska m¨¢s como visitante, y veo con mayor claridad si cabe que re¨²ne los tipos m¨¢s extremos del espectro pol¨ªtico, sigue siendo aut¨¦ntica. No es una farsa, como Palin puede dar a entender con su ignorancia", asegura. De la intensidad de sus vivencias da fe una an¨¦cdota que cuenta sobre una noche de Luna llena al otro lado del mundo, en el desierto australiano. "El silencio era total. No como en Alaska, donde tienes la sensaci¨®n de que eres observado por animales al acecho. All¨ª, en el p¨¢ramo australiano, me sent¨ª como si estuviera sobre la superficie misma del planeta. Como si notara la redondez de la tierra bajo los pies".
Su novela tira de ese hilo vital que es la comuni¨®n con el entorno y sit¨²a a sus personajes en un bosque siempre alerta. Un aut¨¦ntico bosque animado. All¨ª, separado de la civilizaci¨®n, el padre de la ficci¨®n espera escapar a sus problemas. Poco preparado y deprimido, acabar¨¢ fagocitado por el entorno. "Yo pescaba salmones enormes y cazaba ciervos con mi padre. Era una ni?ez aventurera y al aire libre. Cuando mis padres se separaron, fui a vivir con mi madre y mi hermana a California. Un d¨ªa, mi padre llam¨® para proponerme pasar un a?o juntos en una cabina en Alaska. Le dije que no. Ten¨ªa mi nueva vida y me dada reparo tanta soledad. Dos semanas despu¨¦s, se peg¨® un tiro mientras hablaba por tel¨¦fono con mi madrastra. El sentimiento de culpa fue insoportable. Y, m¨¢s a¨²n, la verg¨¹enza. Durante tres a?os, dije a la gente que hab¨ªa muerto de c¨¢ncer. Al principio no me di cuenta, pero la novela explora la situaci¨®n opuesta. Qu¨¦ habr¨ªa sucedido si el hijo acepta el viaje y acompa?a al padre. Hoy parece f¨¢cil decirlo as¨ª. Han pasado 30 a?os justos. Cuando escrib¨ªa no lo percib¨ª de ese modo. Ni siquiera al llegar al punto de inflexi¨®n que marca el principio del fin de ambos, padre e hijo del libro, me di cuenta bien. Mi idea era otra. Pero, ?sabe una cosa?, tener planes preconcebidos de la novela es lo peor que puede pasar. Los m¨ªos, al menos, suelen ser peque?os y de mala calidad. El libro, en cambio, cobra vida por s¨ª mismo". Y de qu¨¦ modo.
La isla del t¨ªtulo no existe, as¨ª que recrea las aut¨¦nticas que s¨ª pespuntean Alaska. En sus manos, el paisaje que rodea la cabina deviene un lugar que revela la verdadera situaci¨®n de los personajes. Es un espejo que multiplica su imagen y les arroja a un escenario tan abierto como asfixiante. "Mi mayor influencia es el teatro y el conflicto entre sus protagonistas. Parto del hecho real del suicidio paterno, pero, en realidad, es una obra de ficci¨®n donde los caracteres revelan ellos mismos su personalidad. Quer¨ªa que la isla fuera imaginaria para que cuando el padre y el hijo se mueven por dentro, sea porque la historia les lleva a esos lugares. No porque les condicione la altura de las rocas, el sendero del agua o cualquier otro fen¨®meno geogr¨¢fico". Vann asegura que lo mejor de la escritura es no saber ad¨®nde te llevar¨¢. Para el lector, por el contrario, a medida que avanza el relato crece la sensaci¨®n de opresi¨®n. De que esa isla imaginaria ser¨¢ el peor lugar para superar cualquier problema.
Voluntario de la Fundaci¨®n Americana para la Prevenci¨®n del Suicidio, Vann dice haber superado el sentimiento de culpa, la ira, el miedo, la verg¨¹enza y hasta el insomnio posteriores a la muerte del padre. Queda el mensaje que no se cansa de repetir. "Ojal¨¢ que le hubiera bastado el amor que todos le ten¨ªamos para seguir adelante. O para cambiar de rumbo. No he pretendido devolverle a la vida. Me gusta tambi¨¦n el enfoque de la novela de frontera, de naturaleza al l¨ªmite. Lo que tem¨ªa era olvidarle, porque le sigo queriendo. Yo lo he perdido todo un par de veces, y le comprendo mejor en su desesperaci¨®n. De modo que quer¨ªa crear una ficci¨®n de perfecci¨®n literaria hasta donde yo sepa, claro est¨¢. Pero especialmente, una aut¨¦ntica historia de amor". Su segunda novela, Caribu Island, transcurre tambi¨¦n en Alaska. En la tercera, el cord¨®n umbilical se romper¨¢ a medias. Un secreto familiar le lleva a California y all¨ª todas las voces son femeninas. Es un reto que espera superar con ayuda de otra f¨®rmula vital: "Los personajes siempre son el autor, en parte", advierte, con los ojos abiertos de par en par.
Sukkwan Island. David Vann. Traducci¨®n de Daniel Gasc¨®n. Ediciones Alfabia. Barcelona, 2010. 210 p¨¢ginas. 18 euros. En catal¨¢n: Traducci¨®n de Francesc Rovira. Editorial Emp¨²ries. Barcelona, 2020. 176 p¨¢ginas. 18 euros.www.davidvann.com.
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