Actitud
Imaginen. En una habitaci¨®n, un hombre muy enfermo se retuerce de dolor. A su lado, dos m¨¦dicos discuten sobre el diagn¨®stico y el remedio que necesita el paciente. No se ponen de acuerdo. Como se conocen de antiguo, estos m¨¦dicos arrastran viejas rencillas que empiezan a echarse en cara, con el paciente sufriendo al lado. Incluso se permiten la licencia de ponerse sarc¨¢sticos, para desacreditarse mutuamente. Sus respectivos s¨¦quitos de m¨¦dicos residentes les est¨¢n rodeando. Aplauden y les r¨ªen las gracias. Entretanto el paciente se muere, claro. Nadie le mira.
Pues bien, vaya usted a saber por qu¨¦, ¨¦sta es la imagen que me viene a la cabeza cada vez que veo en los informativos v¨ªdeos del Congreso de los Diputados. Qu¨¦ cosas.
Yo no s¨¦ a ustedes, pero a esta servidora le hierve la sangre cada vez que los diputados se ponen a echarse en cara tonter¨ªas est¨¦riles. Ya deben de saber a qu¨¦ me refiero, lo vemos en la tele a diario. Hablo de esos reproches graciosillos que se suelen tirar los pol¨ªticos, como si fueran ni?os de colegio. Pu?aladas sarc¨¢sticas que de ninguna manera sirven para arreglar los problemas, que s¨®lo sirven para marcarse tantos en sus particulares concursos de oratoria. Y lo peor llega de la mano de los que callan, los diputados de alrededor, que siempre se sonr¨ªen socarrones y que, invariablemente, al acabar el discursito estallan en una carcajada y un aplauso impetuoso, para mostrar su fidelidad inquebrantable. S¨®lo les falta chocar esos cinco, como en las pel¨ªculas malas de instituto. Qu¨¦ verg¨¹enza m¨¢s grande. Cuando veo eso yo me pregunto, abochornada: ?de qu¨¦ se r¨ªe esta gente exactamente? ?Ya se han olvidado otra vez del enfermo?
"Espera, espera", me dec¨ªa hablando de esto el otro d¨ªa un compa?ero que trabaja en el Congreso de los Diputados, "eso que t¨² dices es s¨®lo lo que veis en los medios, pero en realidad las sesiones parlamentarias no son as¨ª todo el rato". Es que me da igual, mire usted. Los problemas que est¨¢n en juego son lo suficientemente serios como para que no sea as¨ª ni un s¨®lo minuto.
El pa¨ªs se cae a cachos y la gente est¨¢ al desnudo con las palmas hacia arriba. Lo que necesitamos son pol¨ªticos que, como m¨ªnimo, tengan actitud. Ya que est¨¢ claro que no van sobrados de soluciones, por lo menos que tengan la actitud. Y la ctitud se tiene 24 horas al d¨ªa, o no es actitud. No hay hueco para socarroner¨ªa, ni para concursos de ingenio, ni para luchas de egos cutres. No es momento de jueguitos de palabras, ni de llegar tarde al timbre del recreo, ni de notas por debajo de la mesa. Ya est¨¢ bien. Que el enfermo se nos muere y, al parecer, no tenemos presupuesto ni para la corona de flores.
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