Agencias
Con las agencias de calificaci¨®n de riesgos ocurre como con los controladores: sabemos que no son muy de fiar, pero ya nadie puede prescindir de ellos. Y lo peor de todo es que lo saben. No hay d¨ªa que pase sin que uno u otro componente de ese ilustre tribunal financiero internacional formado por Moody's, Fitch y Standard & Poor's nos sorprenda con una rebaja de la nota, o con la amenaza de que nos la rebajar¨¢n en un inmediato futuro (perspectiva negativa, le llaman las muy cachondas), lo que todav¨ªa da m¨¢s miedo si cabe.
Naturalmente, las previsiones a la baja de las agencias, como muchas otras previsiones en econom¨ªa, siempre acaban cumpli¨¦ndose. Fundamentalmente porque los inversores, al incorporarlas en sus decisiones como un dato m¨¢s de la realidad, act¨²an en consecuencia, produci¨¦ndose entonces el efecto negativo que aquellas anunciaban. En el caso de la deuda p¨²blica, por ejemplo, la secuencia es muy f¨¢cil de explicar: cuando una agencia amenaza con rebajar la calificaci¨®n de las emisiones de bonos de un Estado soberano, los mercados aplican de inmediato una prima de riesgo mayor, descontando as¨ª la incertidumbre y obligando a los Gobiernos a pagar un coste adicional para su colocaci¨®n. La consecuencia directa de ello es que se incrementa la partida de los presupuestos ordinarios que refleja los gastos financieros anuales, elevando la cuant¨ªa del d¨¦ficit, y, con ello, la dificultad para hacer frente a la deuda.
De este modo, la "perspectiva negativa" se traduce efectivamente en el plazo de unas semanas en una menor calificaci¨®n, volviendo todos otra vez a la casilla de salida... A no ser, claro est¨¢, que se reduzca cualquier otra partida presupuestaria en la misma cuant¨ªa para compensar el coste sobrevenido, lo que deprimir¨¢ entonces a¨²n m¨¢s la econom¨ªa y dificultar¨¢ la captaci¨®n de fondos para financiarla. O sea que por muchas vueltas que le demos, una vez que el diab¨®lico mecanismo se pone en marcha ya nadie puede pararlo.
Aunque, en realidad, siendo rigurosos, s¨ª se puede. Lo que ocurre es que las condiciones que debieran concurrir para que ello fuera posible no parecen vislumbrarse en el horizonte cercano: una Uni¨®n Europea que sepa realmente ad¨®nde va, un Banco Central con plenos poderes para separar el grano financiero de la paja especulativa, y unos l¨ªderes pol¨ªticos capaces de mirar m¨¢s all¨¢ de sus narices electorales recuperando as¨ª el elemental sentido de Estado que la situaci¨®n demanda.
El problema m¨¢s grave, cr¨¦anme, no son las agencias de calificaci¨®n. Tras los fiascos de Enron, las subprime o Lehman & Brothers todo el mundo sabe que sus dict¨¢menes son tan poco cre¨ªbles como los informativos de Canal 9. El verdadero problema est¨¢ en que los mercados no tienen otra referencia m¨¢s s¨®lida de la cual fiarse porque los pol¨ªticos hace tiempo que han desistido de ejercer las responsabilidades que les son propias.
Las agencias de rating gobiernan Europa porque los europeos son totalmente incapaces de gobernarse a s¨ª mismos. Lo lamento, pero esto es lo que hay.
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