Un cambio imparable
La resistencia al cambio. ?Cu¨¢nto le cuesta al ser humano el cambio! ?Cu¨¢nto nos resistimos! ?Cu¨¢n peregrinos llegan a ser nuestros argumentos cuando los cambios no nos permiten seguir actuando como antes! Los comportamientos humanos, los h¨¢bitos, las ocupaciones, los modelos de negocio, incluso las leyes, surgen en funci¨®n del entorno social y tecnol¨®gico en el que se dan. Las empresas intentan generar actividad econ¨®mica detectando y solucionando necesidades de sus clientes en dicho contexto. Si lo consiguen tienen ¨¦xito. Si no lo consiguen, quiebran.
Para hacerlo m¨¢s dif¨ªcil, esto sucede en un escenario en continuo cambio por multitud de factores, entre ellos los cambios de h¨¢bitos de consumo y la evoluci¨®n de la tecnolog¨ªa. Ambos factores generaron las condiciones para que surgieran y despu¨¦s desaparecieran infinidad de sectores. Ya no existen pr¨¢cticamente empresas que fabriquen m¨¢quinas de escribir, ni v¨ªdeos VHS, ni tocadiscos, ni sombreros de caballero. Y han surgido infinidad de empresas con modelos de negocio basados en las innovaciones y cambios de h¨¢bito que mataron dichas industrias.
Que unos pocos privilegiados no impidan la evoluci¨®n de la sociedad
La generalizaci¨®n del acceso a muchas tecnolog¨ªas, y en especial a Internet, ha hecho que los modelos de producci¨®n, consumo y de distribuci¨®n de creaciones culturales hayan cambiado dr¨¢sticamente, igual que ha pasado en otras muchas industrias actuales. La diferenciaci¨®n entre creadores y usuarios se ha desvanecido. Todos somos usuarios de Internet y todos somos creadores. La creaci¨®n profesional convive cada vez m¨¢s con la creaci¨®n amateur. Y se alimentan una a la otra. Nunca en la historia de la humanidad han existido tantos creadores. Nunca se generaron tantas creaciones culturales. Nunca se hab¨ªa tenido tal nivel de acceso a la cultura.
Mientras la industria cultural sigue empe?ada en ofrecer los mismos productos de pl¨¢stico de siempre, los usuarios quieren acceder a dichas creaciones culturales en formato digital y en la multitud de dispositivos que el mercado ha puesto a su disposici¨®n desde hace ya tiempo. Quieren poder utilizarlas repetidas veces, interactuar con ellas, compartirlas, reutilizarlas para generar sus propias creaciones. Y la tecnolog¨ªa se lo permite. Es m¨¢s, la evoluci¨®n de la tecnolog¨ªa ha hecho que los modelos de negocio basados en las dificultades de distribuci¨®n, en el control de la copia, salten por los aires.
Salvo que pretendamos instaurar un estado policial, limitando seriamente o eliminando completamente derechos personales como el del secreto de las comunicaciones, ya no es posible evitar que infinidad de individuos hagan copias de productos culturales. Los creadores tenemos derecho a que se reconozca nuestra autor¨ªa y a controlar la explotaci¨®n comercial de nuestra obra. Las leyes actuales lo contemplan y lo protegen. Pero en este nuevo entorno ya no es viable un modelo de negocio basado exclusivamente en convertir una creaci¨®n cultural en un producto f¨ªsico y cobrar por cada copia.
Esa industria tiene que evolucionar o morir¨¢ definitivamente. Ojo, ese modelo de industria, no la creaci¨®n, los creadores o la cultura. Existen nuevos modelos de negocio de ¨¦xito basados en la distribuci¨®n digital de dichos productos (iTunes, Spotify, Netflix, Hulu o Kindle). En la comercializaci¨®n de productos relacionados con dichas creaciones (el merchandising). En los eventos relacionados con el producto (conciertos y similares). Y con seguridad surgir¨¢n otros nuevos modelos.
Pero son modelos de negocio con l¨®gicas distintas. No se basan en el control estricto de la copia. No buscan controlar ni atacar a los usuarios, sino que buscan su complicidad y su participaci¨®n. No requieren de tantos ni de los mismos intermediarios. Y en muchos casos es posible que no sean tan rentables como los anteriores. Ninguna empresa cuando empieza tiene garant¨ªas de que su idea vaya a tener ¨¦xito. Muchas fracasan. Sucede todos los d¨ªas. Ninguno tenemos garantizado que nuestro actual modelo de negocio dure para siempre. Todos tenemos que cambiar continuamente. Ante esto, los beneficiados por el r¨¦gimen anterior se escandalizan, se rasgan las vestiduras y pronostican la hecatombe universal. Insultan y criminalizan a su p¨²blico. Y, sobre todo, esto es lo principal, se niegan a cambiar y pretenden evitar que los dem¨¢s cambiemos.
No podemos permitir que la falta de visi¨®n de los pocos privilegiados que controlan una industria impida la evoluci¨®n tecnol¨®gica, social y econ¨®mica de toda la sociedad. Ser¨ªa imperdonable.
J. Alonso es fundador de Weblogs SL.
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