'Made in China'
Casi el cien por cien de los art¨ªculos navide?os con que adornamos nuestras casas provienen de Asia. ?rboles sint¨¦ticos, luces de colores, bolas, gorros, figuritas, belenes, incluso Olentzeros. Es curioso pensar que son fabricados a destajo por unas manos que ni conocen ni celebran el significado cristiano de esta festividad, aunque eso sea lo de menos.
Ocurre lo mismo con casi toda la ropa que nos compramos. Veo, por ejemplo, una oferta de dos pares de guantes por 3,99 euros. B¨¢sicos, bien hechos. Made in Indonesia. Si con ese precio salen ganando los productores y los vendedores, no puedo dejar de preguntarme cu¨¢nto cobran los trabajadores textiles, y en qu¨¦ condiciones laborales. Por supuesto, nada garantiza que esas condiciones sean mejores cuando las prendas son mucho m¨¢s caras: imposible saber cu¨¢nto se llevan los intermediarios.
Jam¨¢s se nos muestran esas f¨¢bricas, no est¨¢n en nuestras retinas; resultar¨ªa demasiado perturbador, a la industria no le interesa y, la verdad sea dicha, a los compradores tampoco. De vez en cuando, alguna peque?a pista, como el testimonio de un dise?ador de la marca Custo (en el Qu¨¦ leer de diciembre) que ha de viajar a menudo a sus manufacturas: "Cuando est¨¢s all¨ª, alucinas. Los chinos viven en una f¨¢brica de los 20 a los 35 a?os. S¨®lo tienen fiesta un domingo por la tarde cada dos semanas. Pero no pueden quejarse, sus f¨¢bricas al menos tienen luz y agua corriente. En la India no pasan de chabolas. Est¨¢ todo encharcado..."
Me viene a la cabeza un paseo en tranv¨ªa relatado por Fernando Pessoa en su Libro del desasosiego. El poeta va fij¨¢ndose en detalles de los viajeros. "Para m¨ª, los detalles son cosas, voces, frases. En este vestido de muchacha que va frente a m¨ª, descompongo el vestido en la tela de que se compone, el trabajo con que lo han hecho y el bordado leve que rodea a la parte que da la vuelta al cuello se me separa de un torzal de seda, con el que se lo bord¨®, y el trabajo que fue bordarlo. E inmediatamente, como en un libro elemental de econom¨ªa pol¨ªtica, se desdoblan ante m¨ª las f¨¢bricas y los trabajos: la f¨¢brica donde se hizo el tejido; la f¨¢brica donde se hizo el torzal, de un tono m¨¢s oscuro, con el que se orla de cositas retorcidas su sitio junto al cuello; y veo las secciones de la f¨¢brica, las m¨¢quinas, los obreros, las modistas; mis ojos vueltos hacia dentro penetran en las oficinas, veo a los gerentes procurar estar sosegados, sigo, en los libros, la contabilidad de todo esto; pero no es s¨®lo eso: veo, hacia all¨¢, las vidas dom¨¦sticas de los que viven su vida social en esas f¨¢bricas y en esas oficinas".
Al final, el poeta sale del tranv¨ªa aturdido, "agotado y son¨¢mbulo". Como estar¨ªamos nosotros si los objetos nos hablaran, tuvieran la memoria de las manos que los fabricaron y nos proyectaran esos recuerdos. No lo hacen. Aunque, a veces, un murmullo apenas audible...
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