Los tres rostros de Siva
?Y ahora qu¨¦, despu¨¦s de que la democracia y el libre mercado se han fusionado en un ¨²nico organismo predador?
En la isla de Elephanta, originalmente denominada Garapuri (ciudad de los templos), a unos diez kil¨®metros de Bombay por el mar Ar¨¢bigo, hay un templo y, en ese templo, excavado en la roca, est¨¢ la Mahesamurti, una de las figuras m¨¢s hermosas de Siva. Sus tres rostros representan la trimurti ("tres formas") del hinduismo: creaci¨®n, preservaci¨®n y destrucci¨®n, tres fases que en el universo se siguen ininterrumpidamente. El objetivo del sabio es poder asistir a ello en todo momento con la serenidad que expresa el rostro central del dios. As¨ª es el mundo, as¨ª somos, as¨ª son todas las cosas. Ser¨ªa deseable ser sabio. Pero este rostro de Siva, el de la sabidur¨ªa, el apacible, no es precisamente lo que parece interesar a Occidente actualmente, ocupado como est¨¢ en satisfacer sus ansias.
Nos har¨ªa falta un aprendizaje del despojamiento, una educaci¨®n en el aprecio por las cosas y acogernos al principio de humildad
Hace tiempo que recorremos aquel continente en busca de su ancestral sabidur¨ªa. Lo que de ¨¦sta alcanzamos a conocer (en dos siglos, apenas) pronto conseguimos reducirlo a lucrativas formas de bienestar, gimnasias para atenuar la sed m¨¢s com¨²n, la de prolongar la propia vida. La preciosa cultura por la que los primeros sanscritistas se apasionaron en Calcutta a finales del XVIII duerme a¨²n, felizmente a salvo del resto de los mortales, su sue?o milenario en los polvorientos c¨®dices que celan las bibliotecas de las universidades indias. A nuestros ojos, un asceta cubierto de cenizas es s¨®lo una foto m¨¢s en la portada de una revista etnol¨®gica.
Otros son los intereses que ahora importan. El Gobierno indio se ali¨® hace tiempo con el sector de la econom¨ªa, y no precisamente la de su pueblo, sino la del mercado global. Sus intereses son los nuestros y a nuestras empresas lo que les interesa es implantar sus f¨¢bricas en otros territorios de forma que, adem¨¢s de conseguir una mano de obra barata, evitan pagar los aranceles que corresponder¨ªan en sus propios pa¨ªses (con lo que ¨¦stos, evidentemente, se endeudan). Hace a?os que la India est¨¢ en venta. Y s¨®lo podemos esperar que sigan oy¨¦ndose clamores como los que han detenido (por ahora) la construcci¨®n de las presas del Narmada o la explotaci¨®n minera de Niyamgiri.
En cuanto a la tecnolog¨ªa puntera de la microindustria (inform¨¢tica, farmac¨¦utica, quir¨²rgica, etc¨¦tera), este tipo de producci¨®n se hace, en India, de espaldas al conjunto de la mayor parte de la poblaci¨®n, un complejo entramado que subsiste por s¨ª solo en un caos m¨¢s o menos organizado gracias a su enorme poder de imaginaci¨®n. Y es que lo que el mercado global ofrece es un tipo de sociedad basado en el ansia de posesiones que redunda no en el bienestar com¨²n sino en el bienestar de unos pocos en detrimento de otros muchos, empezando por los denominados Other Backwards Classes, nombre que se le dio a la casta de los sudras para distinguirla de las Scheduled Castes, o intocables, y de las Scheduled Tribes, tribales, que entre todos suman bastante m¨¢s de un 50% de la poblaci¨®n, y terminando por la primera de las castas, la de los propios brahmanes, cuya funci¨®n sagrada viene a resultar anacr¨®nica en un sistema educativo cada vez m¨¢s occidentalizado.
Nadie duda de que sean innumerables los problemas con los que se encontrar¨ªa cualquier Gobierno en la India actual, enfrentado, por un lado, a la necesidad de mantenerse a la altura del lugar que ya ha obtenido en el ranking de las potencias tecnol¨®gicas y, por otro, a los m¨²ltiples problemas sociales que suscita un antiguo sistema de castas que se ha desequilibrado y cierto sector enriquecido y occidentalizado que vive, con privilegios que no estar¨ªan dispuestos a abandonar, entre millones de desplazados por cat¨¢strofes tanto pol¨ªticas (un eufemismo para decir "de intereses privados") como naturales. Pero, utilizando una frase de Arundhati Roy, una de las mentes m¨¢s l¨²cidas del panorama actual, preguntar¨ªa: ?y ahora qu¨¦, despu¨¦s de que la democracia (no el ideal democr¨¢tico, sino la democracia practicada actualmente) y el libre mercado se han fusionado en un ¨²nico organismo predador con una endeble imaginaci¨®n que lo resuelve casi todo con la idea de maximizar la ganancia?
Y, en un panorama de este tipo, ?d¨®nde hay lugar para la observaci¨®n interior? ?Se sabe a¨²n lo que es eso? El mercado global necesita consumidores para su caudal de producci¨®n y es ¨¦ste un r¨ªo que no corre parejo al de la conciencia. El mercado necesita mantener vivo el deseo de los individuos. El sabio, en cambio, pretende eliminarlo. ?C¨®mo iban a interesar, a la sociedad mercantil, unas doctrinas que apelan a la serenidad y la calma interior? ?C¨®mo iban a estar en consonancia con una econom¨ªa de producci¨®n y consumo? ?Mantendr¨¢, pues, cerrados los ojos, el rostro inmutable de Siva, en espera del instante, ineludible, de la gran destrucci¨®n?
Para evitarla, nos har¨ªa falta no s¨®lo un dr¨¢stico cambio de perspectiva, un aprendizaje del despojamiento y una educaci¨®n en el respeto y el aprecio por las cosas, tambi¨¦n nos convendr¨ªa acogernos al principio de humildad. Dos mil a?os es poca cosa; pocas generaciones, si se hacen cuentas. Hemos avanzado mucho, dicen. Pero, comparado con nuestros saberes, ?cu¨¢nto ocupa nuestra ignorancia?
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