'El asesino durmiente'
Lonnie David Franklin Jr. aterroriz¨® a Los ?ngeles durante 25 a?os. Est¨¢ acusado de 10 cr¨ªmenes. La polic¨ªa hall¨® en su poder 160 fotos de mujeres y sospecha que muchas de ellas est¨¢n muertas
Durante 25 a?os aterroriz¨® el sur de Los ?ngeles y confundi¨® a la polic¨ªa. Maestro del crimen, estrangulaba o disparaba a sus v¨ªctimas a bocajarro para violarlas. Luego las dejaba muertas en cubos de basura o en callejones desiertos. Se le conoc¨ªa como el asesino durmiente porque, seg¨²n las pesquisas policiales, se hab¨ªa tomado un descanso en sus cr¨ªmenes, entre 1988 y 2002, despu¨¦s de que una mujer sobreviviera a un tiro en el pecho. Cuando fue detenido en julio pasado, la polic¨ªa descubri¨® que guardaba unas cajas con los tesoros y recuerdos de sus macabros asesinatos: fotos de todas sus v¨ªctimas. Pero hay un problema: de las 160 mujeres retratadas, solo han sido localizados los cuerpos de una decena de ellas. ?Qu¨¦ ha sido de las otras? ?Sobrevivieron o las mat¨®? Y si las aniquil¨®, ?d¨®nde est¨¢n sus cad¨¢veres?
Dispar¨® a una joven en 1988. Ella logr¨® escapar malherida. Tras eso, el agresor parece que dej¨® de actuar 14 a?os
Una muestra de saliva tomada a un preso de Los ?ngeles fue la pista definitiva: result¨® que su padre era el criminal
El mi¨¦rcoles 7 de julio, un equipo de agentes del departamento de polic¨ªa de Los ?ngeles acudi¨® a casa de Lonnie David Franklin Jr., de 57 a?os, en el n¨²mero 1728 de la calle West 81, para arrestarle. Los agentes llamaron a la puerta de su vivienda, de color verde pistacho, con un amplio patio trasero y un espacioso garaje con dos grandes puertas met¨¢licas, donde Franklin hac¨ªa reparaciones mec¨¢nicas. Este abri¨® la puerta, habl¨® con los agentes y se entreg¨®, sin causar problema alguno.
Los agentes, liderados por el detective Dennis Kilcoyne, sospechaban que aquel apacible mec¨¢nico que hab¨ªa trabajado para el departamento de polic¨ªa del que ellos mismos formaban parte hab¨ªa asesinado a 10 prostitutas y a un hombre desde 1985. Los peri¨®dicos locales le apodaban el asesino durmiente porque sus cr¨ªmenes hab¨ªan parado, seg¨²n las pesquisas policiales, durante 14 a?os (entre 1988 y 2002). Esposado, entr¨® en el coche policial y fue trasladado al ret¨¦n, dejando atr¨¢s su casa y algo que acabar¨ªa cobrando una sombr¨ªa importancia para los investigadores policiales: su destartalado garaje.
Con aquella detenci¨®n culminaban 14 a?os de investigaciones. En las prostitutas encontradas en vertederos, callejones y cubos de basura, la polic¨ªa hab¨ªa encontrado restos de ADN del asesino. Pero aquel ADN -semen, pelos, restos de piel- no coincid¨ªa con ninguno de los registrados en las bases de datos, pobladas de informaci¨®n relativa a criminales y delincuentes comunes. Casi a la desesperada, el detective Kilcoyne decidi¨® autorizar por segunda vez lo que se llama b¨²squeda de parentesco por ADN: acudir a las prisiones de Los ?ngeles y, con un bastoncillo de algod¨®n, recoger saliva de los reos para ver si alguno era familiar del asesino desconocido.
Inesperadamente, una t¨¦cnica en la que los agentes ten¨ªan poca fe, por ser una b¨²squeda a ciegas, ofreci¨® un resultado sorprendente. Christopher John Franklin, un preso de 31 a?os, dio positivo a principios de julio. Era demasiado joven para ser el asesino, pero los detectives dibujaron su ¨¢rbol geneal¨®gico a la b¨²squeda de un perfil que cuadrara con el del criminal al que intentaban atrapar: un hombre negro de unos 50 o 60 a?os, que viviera o trabajara en el sur de Los ?ngeles, que tal vez se hubiera ausentado 14 a?os de la ciudad para regresar en 2002.
El principal sospechoso result¨® ser el padre de Franklin. Los agentes le siguieron en silencio durante una semana. De su basura rescataron un trozo de pizza, de la que obtuvieron una ¨ªnfima muestra de saliva. El an¨¢lisis de ADN fue, finalmente, positivo. ?Los polic¨ªas ten¨ªan en sus manos al asesino!
"Un buen hombre". Es casi una costumbre que vecinos y conocidos califiquen as¨ª a los asesinos m¨¢s brutales. El caso de Franklin no es una excepci¨®n. Las c¨¢maras de televisi¨®n y los reporteros de los diarios locales montaron guardia frente a su casa, noche y d¨ªa, en las semanas posteriores a su arresto. Los residentes y comerciantes de la calle West 81 hablaron de aquel "buen hombre". De su vecindario -pobre y castigado, en d¨¦cadas pasadas poblado de camellos y prostitutas- emergi¨® el retrato de aquel asesino durmiente, an¨®nimo en su garaje, resguardado en su familia, el "buen hombre" que puede haber matado no a 10, sino a muchas m¨¢s mujeres.
A principios de los a?os ochenta, antes de que comenzaran los cr¨ªmenes, Franklin era mec¨¢nico en un taller de la polic¨ªa de Los ?ngeles, en la calle 77. Posteriormente, cuando ocurrieron los primeros ocho asesinatos, estaba empleado de recogedor de basuras por el Gobierno local. Fue detenido y condenado por cuatro delitos: dos por robo, en 1993 y 2003; uno por lesiones, en 1997, y un cuarto por agresi¨®n, en 1999. A pesar de haber sido condenado por uno de ellos a un a?o de c¨¢rcel, los agentes nunca recogieron una muestra suya de ADN.
En sus ¨²ltimos a?os ten¨ªa un taller en el patio trasero de su casa con el que ganaba algo de dinero haciendo algunas chapuzas. Arreglaba los coches de sus vecinos de forma gratuita o muy barata. Hac¨ªa muchos favores: cortaba el c¨¦sped, ayudaba a los ancianos a cruzar la acera, instalaba luces de Navidad... Parec¨ªa un buen hombre.
En calles cercanas a la residencia del vecino ideal, la polic¨ªa hab¨ªa encontrado, a lo largo de los a?os, los cuerpos de una decena de prostitutas asesinadas a bocajarro con una pistola del calibre 25. El primer cad¨¢ver fue hallado en una calurosa tarde de agosto de 1985. Debra Jackson, camarera de 29 a?os, deber¨ªa haber tomado el autob¨²s, pero nunca lleg¨® a casa. Fue descubierta en un callej¨®n dos d¨ªas despu¨¦s de su desaparici¨®n con tres balazos en el pecho. Un cuerpo m¨¢s de los mil que encontraba la polic¨ªa de Los ?ngeles en el distrito South Central, epicentro nacional del crimen.
En 1987, los agentes estuvieron a punto de dar con el asesino, y no lo hicieron por pura dejadez. Entonces, una llamada an¨®nima alert¨® de uno de los cr¨ªmenes: el de Barbara Ware, de 23 a?os. La grabaci¨®n fue difundida por la polic¨ªa en 2009. En ella, el informante, con voz calmada, aseguraba haber visto a un hombre arrojar desde una furgoneta el cuerpo de una mujer en un callej¨®n de la calle East 56. Detalla la direcci¨®n y da incluso el n¨²mero de matr¨ªcula: 1PZP746. "?Me puede describir al hombre?". "No, no le vi", responde. "?Me puede dar su nombre?". "?El m¨ªo? No. Conozco a mucha gente. Adi¨®s", dijo nerviosamente el denunciante antes de colgar.
Los agentes encontraron la furgoneta en la iglesia Cosmopolitan de la avenida Normandie. Tomaron fotos. Aspiraron los asientos y escrutaron el salpicadero y el volante a la b¨²squeda de fibras y de huellas. Y ya. No entraron en la iglesia, no interrogaron a sus miembros, no husmearon en el vecindario. La furgoneta no llev¨® a ning¨²n sitio.
Finalmente, fue, pensaba la polic¨ªa, el intento de asesinar a Enietra Margette lo que pudo haber asustado al asesino y provocar su desaparici¨®n durante 14 a?os. En noviembre de 1988, en la esquina de la calle West 91 con la avenida Normandie, un Ford Pinto naranja par¨® junto a Margette. Su conductor, un hombre negro de unos 30 a?os, se ofreci¨® a llevarla adonde quisiera.
En principio, ella se neg¨®, pero el conductor, un tipo elegante con un toque de arrogancia, insisti¨® e insisti¨® hasta que Margette acept¨® la oferta. Solo hab¨ªa una condici¨®n: deb¨ªan parar en casa del t¨ªo de ¨¦l para recoger algo de dinero. Efectivamente, el conductor se detuvo en una casa, de la que Margette no recuerda la direcci¨®n, y cuando regres¨®, despu¨¦s de 10 minutos, era otra persona, agresiva, irritada. "?Con qui¨¦n te crees que est¨¢s hablando?", le dijo ella, despu¨¦s de una retah¨ªla de improperios. El desconocido meti¨® la mano en el salpicadero, sac¨® una pistola del calibre 25 y le dispar¨® en el pecho.
Margette se desmay¨® brevemente, pero hubo algo que la despert¨®: el flash de una c¨¢mara Polaroid y un peso sobre su cuerpo. Al abrir los ojos, se dio cuenta de que el agresor la estaba violando mientras tomaba fotos. Instintivamente, le agarr¨® por la solapa y le zarande¨®. Ella le pidi¨® que la dejara en un hospital, que no dir¨ªa nada a la polic¨ªa, que no ten¨ªa a nadie que cuidara de sus hijos, que ella no era una prostituta, que ¨¦l se hab¨ªa confundido. Como quiera que fuera, Margette convenci¨® al asesino, que la golpe¨® con la culata de la pistola, abri¨® la puerta del copiloto con el coche en marcha y la lanz¨® al asfalto inconsciente. Mujer fuerte, Margette logr¨® reincorporarse y, con la bala en el pecho, camin¨® hasta la casa de una amiga, que la llev¨® a un hospital.
De ese modo, Margette se salv¨®. Inform¨® a la polic¨ªa. Ayudo en la elaboraci¨®n de un retrato robot. Dio detalles pormenorizados de su noche infernal. Pero no hubo pista alguna que permitiera a la polic¨ªa cazar al terrible agresor. En aquella ¨¦poca, adem¨¢s, hab¨ªa varios asesinos operando en el sur de Los ?ngeles, una zona proscrita y sin ley. La ¨²ltima v¨ªctima del criminal antes de su supuesta desaparici¨®n durante 14 a?os fue Lachrica Jefferson, de 22 a?os, asesinada de dos tiros en el pecho, cuyo cad¨¢ver fue encontrado por un vagabundo en un callej¨®n del suburbio de Lennox. Su cara la cubr¨ªa una servilleta con una palabra escrita sobre ella: "Sida".
Con los a?os, Los ?ngeles se convirti¨® en una ciudad segura. Los ¨ªndices criminales decrecieron. A las investigaciones a la vieja usanza las sucedieron los reveladores an¨¢lisis de ADN y los equipos de investigaci¨®n forense. Y el asesino regres¨®.
Princess Berthomieus, de 14 a?os, desapareci¨® el 21 de diciembre de 2001. Fue encontrada el 19 de marzo del a?o siguiente, estrangulada y desfigurada por una paliza. Valerie McCorvey, de 35 a?os, muri¨® del mismo modo en 2003. A Janecia Peters, de 25, le dispar¨® y la dej¨® en una bolsa de basura en 2007.
Los nuevos cr¨ªmenes resultaron seguir el mismo patr¨®n -disparos o estrangulamiento, cuerpos abandonados en la calle- y, seg¨²n las pruebas de ADN, hab¨ªan sido cometidos por el mismo asesino que hab¨ªa dormido durante 14 a?os, maestro del camuflaje en la cotidianidad.
Gracias a la carambola de la b¨²squeda de ADN a trav¨¦s de un familiar, Franklin fue arrestado en julio. Los polic¨ªas registraron su casa y su taller. En este encontraron una sorpresa: el tesoro del asesino en serie, el recuerdo personal y macabro de todas sus atrocidades: mil fotograf¨ªas y muchas horas de grabaciones de v¨ªdeo de mujeres, casi todas negras, de todas las edades, en posturas sexuales, mostrando los pechos, seduciendo al asesino que estaba tras la c¨¢mara.
Durante cinco meses, los detectives se preguntaron qu¨¦ hacer con aquel material. Clasificaron las fotos, identificaron 160 caras diferentes y trataron de encontrar a aquellas mujeres, sin una idea clara de si las retratadas estaban vivas o muertas. Finalmente, el pasado 18 de diciembre, decidieron pedir la colaboraci¨®n ciudadana: la polic¨ªa ha publicado una p¨¢gina web con las caras de las mujeres, probables v¨ªctimas de un asesino que tal vez no se tom¨® 14 a?os de descanso en sus matanzas, sino que sigui¨® operando fuera del radar de la polic¨ªa.
"Estas mujeres no son sospechosas. Ni siquiera sabemos si son v¨ªctimas. Esto es lo ¨²nico que sabemos con seguridad: el reinado de terror de Lonnie Franklin en la ciudad de Los ?ngeles, que se extendi¨® durante dos d¨¦cadas y que ha acabado con por lo menos una docena de v¨ªctimas, necesita ser investigado en profundidad", dijo el jefe de polic¨ªa de Los ?ngeles, Charlie Beck, en una conferencia de prensa. "Y no sabemos qui¨¦nes son todas sus v¨ªctimas. Por eso necesitamos la ayuda del ciudadano".
La galer¨ªa de horror de Lonnie Franklin, accesible a trav¨¦s de la p¨¢gina web del departamento de polic¨ªa de Los ?ngeles (lapdonline.org), es un mosaico horrendo de mujeres que sonr¨ªen a la c¨¢mara o que parecen sorprendidas. Otras duermen o est¨¢n muertas, es imposible saberlo. El espectador de esas instant¨¢neas, editadas por los agentes para dejar fuera cualquier rastro de contenido sexual, est¨¢ viendo a las v¨ªctimas como el asesino las vio, a trav¨¦s de su lente, tal vez antes de su muerte.
Gracias a esa petici¨®n de ayuda, la polic¨ªa de Los ?ngeles ha identificado en solo dos semanas a 21 de esas mujeres. Una de ellas era Janecia Peters, asesinada en 2007. Otras est¨¢n vivas. Los agentes han recibido unas 200 pistas que consideran m¨ªnimamente fiables y siguen investigando.
La publicaci¨®n de las fotos no ha estado exenta de pol¨¦mica. La abogada de Franklin, Louisa Pensanti, ha acusado a la polic¨ªa de violar la intimidad de la familia de su cliente, ya que al menos 18 fotos pertenec¨ªan a familiares y amigas del acusado. Tambi¨¦n cree que la polic¨ªa intenta generar cierta predisposici¨®n negativa en los miembros del jurado que vayan a juzgar a Franklin, en un caso en el que este se enfrentar¨¢, probablemente, a la pena de muerte.
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