Euro, Europa
La imperfecci¨®n del modelo monetario escogido ha llevado a Europa al borde del abismo
En 2010, la crisis del euro ha puesto en evidencia la crisis de Europa como proyecto. Y sabemos que el rescate provisional de ciertos Estados atacados por los mercados financieros es fr¨¢gil y est¨¢ basado en unos compromisos llenos de segundas intenciones entre las naciones europeas. Europa est¨¢ enferma; algunos susurran incluso que est¨¢ acabada, aunque no lo sepa todav¨ªa.
Eso es sacar conclusiones antes de tiempo, si bien la gravedad de la enfermedad es innegable. El euro, puesto al servicio de las monedas m¨¢s fuertes, no ha resistido a la crisis financiera internacional. Al estar sometido a los ataques de los inversores, que aprovechan la crisis que ellos mismos han provocado para obtener a¨²n m¨¢s beneficios, el euro ha sido desestabilizado de forma duradera. Las causas de esta vulnerabilidad son conocidas: divergencias de desarrollo, endeudamientos insostenibles, altos tipos de inter¨¦s, no aplazamiento de la bajada de los tipos cuando interviene sobre los pr¨¦stamos bancarios, etc¨¦tera. Estas disfunciones monetarias no son solamente perturbaciones t¨¦cnicas; son en realidad los s¨ªntomas de una crisis sist¨¦mica duradera en el seno mismo de un sistema monetario mundial dominado por tres grandes monedas nacionales: el d¨®lar estadounidense, el yuan chino y el yen japon¨¦s.
Si queremos admitir esta realidad (que no es evidente para quienes contin¨²an regode¨¢ndose en el dulce sue?o europe¨ªsta), las consecuencias que se deducen de ella son nada menos que preocupantes para el futuro europeo. La primera y sin duda la m¨¢s importante es la siguiente: el euro como moneda ¨²nica, al igual por otra parte que el mercado ¨²nico que lo sostiene, solo son elementos parciales del proyecto europeo y no pueden reducirse a ¨¦l. Ni, sobre todo, sustituirle. Si el euro ha entrado en crisis es porque el proyecto europeo que lo sostiene, institucional o ideol¨®gico, no ha sido capaz de protegerle eficazmente, ya que el euro no es m¨¢s que un instrumento de Europa, y no su esencia. Hay pues una imperfecci¨®n estructural que hace falta escrutar para proteger mejor al euro. Esta imperfecci¨®n no se debe ciertamente al car¨¢cter derrochador de ciertos Estados (?cabe recordar aqu¨ª que Espa?a ha sido el mejor alumno del Pacto de Estabilidad Europeo desde hace aproximadamente 10 a?os?), sino a la misma arquitectura europea. La moneda es gestionada por un Banco Central cuyo objetivo ¨²nico es la reducci¨®n de la inflaci¨®n (menos del 2%), mientras que la Comisi¨®n de Bruselas impone el rigor recesivo para permitir a este mismo banco que asiente su dogma: reducci¨®n del d¨¦ficit presupuestario (3%) y control de la deuda p¨²blica (menos del 60 %). En dos palabras, las dos instituciones, sin embargo dotadas de una capacidad a la vez institucional y presupuestaria para promover si quisieran una pol¨ªtica proactiva de crecimiento, hacen el mismo trabajo: disciplina monetaria para favorecer un euro fuerte mortal en la competitividad mundial, par¨¢lisis de las funciones redistributivas de los Estados naci¨®n fomentando as¨ª la privatizaci¨®n de los servicios de inter¨¦s general en la zona euro.
En este esquema institucional, el Consejo Europeo queda reducido a interpretar el papel de bombero y, desde el punto de vista de esas dos instancias "independientes" de los Estados, de zoco donde se regatean como ¨²ltimo recurso los intereses de unos y otros. Pero hemos visto durante esta crisis que son en realidad los Estados, sobre todo los m¨¢s potentes, quienes han salvado al conjunto del sistema imponiendo adem¨¢s sus puntos de vista. La imperfecci¨®n del modelo monetario escogido, es decir, una moneda desconectada de la econom¨ªa global y real del conjunto de los pa¨ªses de la zona euro, ha llevado a Europa al borde del abismo. M¨¢s concretamente, una moneda que no est¨¢ inserta en un proyecto pol¨ªtico global, serio y que estructure el futuro europeo est¨¢ condenada a sufrir ataques masivos por parte de los especuladores, que saben que antes de cada decisi¨®n y reacci¨®n europea har¨¢ falta una negociaci¨®n entre Estados. La moraleja es que hay que revisar la arquitectura europea para dotarla de un sistema de decisi¨®n m¨¢s reactivo y que haga ver con claridad en esta guerra de las econom¨ªas y las monedas que llamamos "globalizaci¨®n" que hay un piloto en el avi¨®n europeo, y que sabemos en qu¨¦ direcci¨®n debe ir este avi¨®n. Pero este piloto no debe ser en ning¨²n caso un simple t¨¦cnico, ya que Europa no es solamente un mercado, sino un proyecto que implica el acuerdo y el consenso de todos los pueblos europeos. Poner la pol¨ªtica y la voluntad de los pueblos en el puesto de mando de la construcci¨®n europea es la lecci¨®n m¨¢s importante de este a?o 2010.
Traducci¨®n de M. Sampons
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