Patolog¨ªas librescas
Hay gente que se vuelve chiflada con los libros. Algunos sufren de bibliofilia, el amor desaforado por los libros. Los coleccionan, los almacenan en inmensas bibliotecas, persiguen de forma enfermiza incunables, ejemplares raros o primeras ediciones durante a?os en librer¨ªas de viejo escondidas por toda la faz del planeta. A la inversa, otros sufren de bibliofobia, no los pueden ver delante, hasta el extremo de caer en la biblioclastia, o destrucci¨®n de libros (en hogueras, por ejemplo, perpetrada por nazis e inquisidores). Hay muchos que caen irremisiblemente en la bibliocleptoman¨ªa, el robo de libros, tanto en librer¨ªas, grandes superficies o casas de amigos... ?Cu¨¢ntos libros prestados de buena fe no llegan a ser devueltos? Los m¨¢s raros llegan hasta, literalmente, com¨¦rselos: son los terribles bibli¨®fagos. Cu¨ªdense de ellos. De todas estas patolog¨ªas librescas trata Enfermos del libro. Breviario personal de bibliopat¨ªas propias y ajenas (Universidad de Sevilla), del diplom¨¢tico, y bibli¨®filo a la saz¨®n, Miguel Albero. Por lo detallado y exhaustivo de su tratamiento, bien podr¨ªa usarse como libro de texto para una hipot¨¦tica asignatura universitaria sobre bibliopat¨ªas (si no existe, desde aqu¨ª recomendamos su creaci¨®n). Albero hace un recorrido por todas estas aproximaciones perversas al libro con estilo depurado, una dosis elevada de humor, iron¨ªa y muchas y ricas an¨¦cdotas. Como complemento ideal a esta especie de tratado, podr¨ªa recomendarse Bibliofrenia (Melusina), de Joaqu¨ªn Rodr¨ªguez, una galer¨ªa que ahonda en la biograf¨ªa de 25 de estos curiosos espec¨ªmenes. Ejemplos: el historiador prusiano Theodor Mommsen, que escribi¨® 1.500 obras y muri¨® cuando, utilizando una vela para leer un libro encaramado a una escalera de su extensa biblioteca, su cabellera prendi¨® en llamas. O Richard Heber, que recopil¨® una biblioteca tan fabulosa (ten¨ªa tres copias de cada libro) que necesit¨® ocho casas para albergarla. O Aaron Lansky, que recorri¨® el mundo de punta a punta hasta reunir una colecci¨®n de m¨¢s de 11.000 libros escritos en y¨ªdish, lo que es hoy el National Yiddish Book Center estadounidense. Alrededor del bibli¨®mano, los libros se reproducen silenciosamente y, como musgo, van colonizando lo que tienen alrededor, las mesas, las estanter¨ªas, el suelo, los armarios, restando espacio al resto de la vida cotidiana. En Tocar los libros (F¨®rcola), que naci¨® como una conferencia, el periodista Jes¨²s Marchamalo empieza tratando de averiguar cu¨¢ntos vol¨²menes forman su biblioteca y acaba firmando una obra personal y sencilla, cargada de humor y de sincero amor por los libros y la literatura. Siguiendo el hilo, Jacques Bonnet contin¨²a d¨¢ndole vueltas a las bibliotecas en el ensayo Bibliotecas llenas de fantasmas (Anagrama). En este caso, los fantasmas no son terror¨ªficos espectros venidos del m¨¢s all¨¢, sino los huecos que quedan en una estanter¨ªa cuando falta un volumen. Adem¨¢s de por los libros desaparecidos, Bonnet tambi¨¦n se pregunta de d¨®nde vienen esos libros que aparecen en sus anaqueles, qu¨¦ casualidades, encuentros y vicisitudes les ha llevado a su poder. Y ahora llegan los libros electr¨®nicos y todo cambiar¨¢ o no, pero antes de ellos la lectura ya hab¨ªa cambiado mucho a lo largo de su larga historia. Es lo que cuenta Rom¨¢n Gubern, catedr¨¢tico em¨¦rito de Comunicaci¨®n Audiovisual de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona, en Metamorfosis de la lectura (Anagrama). Gubern hace un recorrido panor¨¢mico y cristalino que empieza muy por el principio: "En el principio era el Verbo", comienza el libro de los libros, el best seller eterno: la Biblia, hasta llegar a la actual escritura en las pantallas de los dispositivos electr¨®nicos. ?Qu¨¦ opina Gubern del tema del momento? Pues que el libro tradicional y electr¨®nico convivir¨¢n. Eso s¨ª, aquellos que se han criado y crecido en la cultura del libro impreso mantienen una fuerte dependencia emocional con ¨¦l; a juicio del autor, este re¨²ne unas condiciones que no tiene el electr¨®nico: capacidad de ser fetiche, objeto de dise?o gr¨¢fico, valor sentimental, comodidad para ojear y hojear... y hasta se puede leer en una ba?era o en una piscina. Sobre este particular trata en gran parte Nadie acabar¨¢ con los libros (Lumen), una recopilaci¨®n de charlas entre Umberto Eco y Jean-Claude Carri¨¨re, dos bibli¨®filos preocupados por el futuro del libro, la llegada del soporte digital, la conservaci¨®n de la memoria almacenada... aunque menos por los contenidos. Porque, como dice Eco en la cita que resume este t¨ªtulo, "el libro es como la cuchara, el martillo, la rueda, las tijeras. Una vez se han inventado, no se puede hacer nada mejor".
Aquellos que se han criado en la cultura del libro impreso mantienen una fuerte dependencia emocional con ¨¦l
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