Protegiendo el secreto
Releer suplementos literarios de anta?o puede parecerse a profundizar en el rostro cansino de las ovejas que un d¨ªa nos narcotizaron. Pero no todos los suplementos operaron siempre como somn¨ªferos, los hubo tambi¨¦n din¨¢micos y estimulantes y leerlos hoy puede devolvernos de golpe a un cierto clima de entusiasmo que casi hab¨ªamos ya olvidado. Recuerdo un Babelia de primera generaci¨®n (entonces llamado El Pa¨ªs Libros) que abr¨ªa con un reportaje ultramoderno sobre Roland Barthes, visto no como un pensador ¨²nicamente, sino como un pensador y un frecuentador de discotecas. Eran tiempos en los que, como ven¨ªamos de mojigatas ¨¦pocas de cerebro plano, todo lo que parec¨ªa nuevo nos creaba la sensaci¨®n de estar alej¨¢ndonos de la sempiterna gravedad de nuestro paisanaje.
"En todo hay el germen de una idea: en un ni?o que cae sobre la acera y derrama el helado que lleva en la mano... "
Ayer di con un El Pa¨ªs Libros (3 de agosto de 1980) que dedicaba tres p¨¢ginas a una entrevista a una "desconocida" llamada Patricia Highsmith. Lo hall¨¦ perdido en un viejo tomo de filosof¨ªa, y estaba ya totalmente ambarino, sin duda aburrido de haber permanecido olvidado tantas d¨¦cadas, y m¨¢s a¨²n en un tomo tan severo. Nada m¨¢s encontrarlo, record¨¦ de inmediato la Gran Sensaci¨®n -as¨ª con may¨²sculas- que en su momento me causaron aquellas tres p¨¢ginas ligeras y heterodoxas, tan desprovistas del polvo de lo metaf¨ªsico. En ellas, la desconocida era entrevistada por ?scar Ladoire y Fernando Trueba, a los que les dec¨ªa cosas que entonces a nosotros -pasajeros todav¨ªa del t¨²nel estalinista- nos chocaban: "No soy muy popular en Estados Unidos, lo s¨¦, y me da igual. Escribo para divertirme".
?Para divertirse? No era frecuente escuchar eso en un escritor, y menos en un entorno de viejas baladas familiares, porque el suplemento lo completaban severos art¨ªculos sobre Hoyos y Vinent y Xavier Zubiri, rese?as de libros de Le¨®n Trotski y Salvador de Madariaga. En aquel duro entorno casi iran¨ª, aquella desconocida que dec¨ªa en el suplemento que escrib¨ªa para divertirse parec¨ªa la vedette francesa que ca¨ªa despistada en un pueblo castellano en Nunca pasa nada de Juan Antonio Bardem: "M¨¢s le¨ªda en Francia, Inglaterra y Alemania que en su pa¨ªs de origen, pr¨¢cticamente desconocida en Espa?a, Patricia Highsmith es la maestra indiscutible de un g¨¦nero que parece pertenecerle, un g¨¦nero donde lo cotidiano y lo psicol¨®gico no son sino un anzuelo...".
El g¨¦nero era el de la "novela policiaca", que, seg¨²n contaban Ladoire & Trueba, acababa de conocer un boom editorial en Espa?a, "con el regreso de algunos cl¨¢sicos, el descubrimiento de otros y el injusto olvido de los no favorecidos por la loter¨ªa editorial". Precisamente esa menci¨®n a los olvidados les permit¨ªa introducir, por primera vez en Espa?a, el nombre de la escritora americana que viv¨ªa sola en el pueblecito franc¨¦s de Montcourt, en la regi¨®n de Seine-et-Marne, donde, refugiada del mundanal ruido, so?aba cr¨ªmenes.
Aquella entrevista no habr¨ªa sido la misma sin la tensa descripci¨®n inicial de un viaje por carretera hasta la emboscada finca de la creadora del asesino Ripley. La descripci¨®n de Ladoire & Trueba, rele¨ªda hoy, sigue record¨¢ndome a la de E?a de Queiroz en El misterio de la carretera de Sintra. Era una narraci¨®n que iba creando un clima de intriga, muy adecuado para ir acerc¨¢ndonos al Lugar del Crimen, como habr¨ªa podido llamarse perfectamente la casa de la escritora: "Para llegar a Montcourt hay que atravesar multitud de carreteras de segundo orden y cruzar el r¨ªo Loing. Este y los bosques que lo rodean se nos antojan sembrados de cad¨¢veres. Se dir¨ªa que a quien vamos a visitar en realidad es a Tom Ripley, el asesino de Dickie Greenleaf, aquel inseguro joven americano...".
No hac¨ªa mucho que Wim Wenders hab¨ªa adaptado con ¨¦xito al cine El amigo americano, basado en una novela de Highsmith, Ripley's game. Aquella entrevista del din¨¢mico d¨²o Ladoire & Trueba la completaba la curiosa inclusi¨®n de un recuadro conteniendo la bibliograf¨ªa de Highsmith ¨ªntegramente en ingl¨¦s, lo que me permiti¨® imaginar una obra tan enigm¨¢tica como fabulosa. La ex¨®tica bibliograf¨ªa, que parec¨ªa querer indicarnos que todav¨ªa estaba por publicar entre nosotros la obra entera de aquella se?ora genial, le abri¨® sin duda el paso en estas tierras y en noviembre de 1981 aparec¨ªan ya dos libros en Anagrama: La m¨¢scara de Ripley y A pleno sol (El talento de Mr. Ripley).
Releo la entrevista y observo que los visitantes de la se?ora de Montcourt analizan con agudeza los m¨¦todos utilizados por ella para escribir algunos de sus libros. Le dicen, por ejemplo, que Ripley comete grandes torpezas, mata impulsivamente, no prepara sus cr¨ªmenes, los elabora despu¨¦s, cuando dedica todo su esfuerzo a la forma de camuflarlos. Creo yo tambi¨¦n que uno de los encantos de Ripley radica en su sofisticada m¨¢quina de confeccionar laberintos para no ser descubierto. Pero Highsmith no est¨¢ por la labor de ser analizada y, tratando de proteger el secreto de su talento, interrumpe la disertaci¨®n de los entrevistadores:
-A veces no entiendo exactamente las preguntas. No las preguntas de ustedes, sino todas las preguntas. No acostumbro a reflexionar sobre mi trabajo, a dar opiniones definitivas.
Falso. No fue tan al¨¦rgica a las reflexiones. Escribi¨® unas estupendas notas recogidas en Suspense, notas de una apabullante sencillez y quiz¨¢s construidas con la envidiable simpleza de quien sobre su oficio reflexiona lo justo, en realidad lo justo para no entrar en una deriva intelectual innecesaria, seguramente para no revelar de verdad c¨®mo ha hecho sus libros... A veces con su falsa inocencia recuerda las actitudes no intelectuales de Simenon, que tambi¨¦n buscaba divertirse cuando escrib¨ªa. En realidad, tanto ella como ¨¦l vienen de Ch¨¦jov. Y los dos coinciden en la forma simple pero enigm¨¢tica, de llegar al coraz¨®n de las historias despu¨¦s de haber pasado por el hallazgo de un comienzo banal. En Suspense precisamente Highsmith habla de esos acontecimientos insignificantes que pueden poner en marcha una narraci¨®n: "En todo hay el germen de una idea: en un ni?o que cae sobre la acera y derrama el helado que lleva en la mano; en un se?or de aspecto respetable que est¨¢ en una verduler¨ªa y, furtivamente, se mete una pera en el bolsillo sin pagarla".
Aquella tarde, sin embargo, ante sus visitantes espa?oles, como seguramente ante todos los que le hac¨ªan preguntas, no estaba dispuesta a soltar prenda y se hizo la inocente y quiz¨¢s jug¨® -como Ripley- a camuflar sus delitos, si los hubiere. Su conducta, vista ahora treinta a?os despu¨¦s, pone en marcha una narraci¨®n; la historia de una mujer que no est¨¢ dispuesta a revelar el sencillo secreto de su arte a nadie. Esa actitud de Highsmith me recuerda a Simenon cuando, con ganas de jugar (de divertirse, en definitiva) se mostraba totalmente perplejo con Andr¨¦ Gide, que no paraba de escribirle cartas, llenas de preguntas, casi todas sobre sus mecanismos creativos. Seg¨²n Simenon, "durante toda su vida Gide tuvo el sue?o de ser un creador y no un fil¨®sofo, y yo era exactamente su opuesto, y creo que estaba interesado en m¨ª por ese motivo". Simenon tampoco le dio pistas fiables a Gide sobre su proceso creativo y ¨¦ste muri¨® -ah¨ª habr¨ªa tambi¨¦n una buena historia para una novela- sin saber c¨®mo se pod¨ªa ser tan sencillote y al mismo tiempo tan extremadamente creativo.
Desde el primer momento, lo que envidi¨¦ de Highsmith fue que supiera ser una escritora tan astutamente simple. Es muy posible que por eso guardara ese suplemento de aquel 3 de agosto. Haberlo ahora reencontrado puede ayudarme en mi camino. Highsmith me parece alguien que se dedic¨® siempre a proteger su secreto, suponiendo que lo tuviera, porque cabe sospechar que su ¨²nico secreto era el poder de su imaginaci¨®n: "Una calle miserable en alguna parte, llena de cubos de basura, chiquillos, perros vagabundos, es tan f¨¦rtil para la imaginaci¨®n como una puesta de sol en Sunion, donde Byron grab¨® su nombre en una de las columnas de m¨¢rmol del templo de Apolo". Dicho de otra forma: todo en esta vida es tan misterioso como la carretera de Sintra, y todo es novelable. Y sencillo. Qu¨¦ envidia. Envidia sana, claro, pero tambi¨¦n dolorosa.
Suspense. C¨®mo se escribe una novela de intriga. Patricia Highsmith. Traducci¨®n de Debora V¨¢zquez y Mat¨ªas Serra Bradford. Mosaico Bolsillo, 2010. 153 p¨¢ginas. 6 euros. www.enriquevilamatas.com
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