El negocio de la 'mamma'
HomeFood organiza cenas caseras para difundir los sabores italianos de siempre
"La comida es met¨¢fora, la parte perceptible de una emoci¨®n. ?Por qu¨¦ nos gusta tanto tomar un caldito cuando volvemos cansados, si no es para sentirnos arropados?". Egeria di Nallo, catedr¨¢tica de Sociolog¨ªa en la Universidad de Bolonia, sonr¨ªe al comentarlo: "El taller donde se elabora esa met¨¢fora es la cocina. Cuando se saborea el plato que la abuela cocinaba el domingo, se cuentan an¨¦cdotas, se estrechan v¨ªnculos".
Siguiendo ese deseo de confort familiar naci¨® HomeFood, una asociaci¨®n que ha abierto las puertas de los hogares italianos. "Es amor por la comida como hecho social. Lo contrario del tecnicismo de la alta cocina", resume la profesora, que hace seis a?os tuvo la idea de crear la red de Cesarinas, que cocinan para quien quiera compartir unos platos caseros en una velada. "Elegimos ese nombre porque suena a vieja abuela, a aquellas amas de casa que hac¨ªan malabarismos para dar de comer a cinco hijos con lo poco que crec¨ªa en la huerta".
La red naci¨® hace seis a?os y ya tiene 500 cocineras en ciudades y aldeas
Son aut¨¦nticas mammas, que acogen alrededor de su mesa a turistas y vecinos para degustar una cena tradicional y una atm¨®sfera dom¨¦stica. Giustina Magagnoli es una de ellas. Jubilada, viuda, dos hijas mayores que viven fuera. "Ejercer de anfitriona es una manera de mantenerme activa", cuenta. En una fr¨ªa noche invernal, acoge en su casa de Bolonia a cuatro turistas canadienses. No habla ingl¨¦s, pero, por una extra?a alquimia, consigue explicar su receta de salsa, el secreto m¨¢s guardado: "El truco es uno: mucha, mucha paciencia", sentencia al final. Su rag¨² hierve ocho horas. "It's wonderful -Barb Nosal cierra los ojos y retiene el bocado bajo el paladar-. Viajar as¨ª es como visitar a familiares lejanos. Te sientes en casa". Al final de la cena vuelan de mano a mano papelitos con ingredientes y direcciones de correo electr¨®nico: "Tenemos que mantenernos en contacto", les abraza Giustina. Nunca visit¨® Canad¨¢. La cena es para ella una ventana abierta al mundo.
"Somos una asociaci¨®n cultural. Para degustar los manjares de una cesarina basta con darse de alta en la web www.homefood.it. La suscripci¨®n cuesta 3,50 euros (en plan oferta) para los turistas que est¨¢n de paso y 35 para los italianos que, en cambio, pueden acudir a m¨¢s veladas. El precio de la cena es aparte (unos 40 euros cuatro platos m¨¢s vino)", explica Cristina Fortini, alma de la asociaci¨®n. "Ya contamos con decenas de miles de socios. La mayor¨ªa son profesionales de mediana edad, viajan en pareja o con amigos, organizan sus vacaciones italianas por Internet y huyen de las giras organizadas y comerciales", cuenta Fortini. En su despacho bolo?¨¦s, hace cuadrar los deseos de los socios con la disponibilidad de las cocineras.
De momento son 500, repartidas en ciudades monumentales, en otras menos conocidas o en aldeas perdidas. Las mujeres son las protagonistas de este negocio casero de gastroturismo, pero tambi¨¦n hay hombres. Un comit¨¦ comprueba que sean anfitriones sociables y que cocinen bien. "Hay que entregarse a manos expertas para probar la cocina italiana de verdad", comenta Fortini. Ya lo escribi¨® Enric Gonz¨¢lez en Historias de Roma: "En casi cualquier parte se come bien, y, en las casas particulares, mejor que bien". Probar para creer.
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