?En qu¨¦ piensan los pol¨ªticos?
Saber en qu¨¦ piensan los pol¨ªticos y cu¨¢les son las responsabilidades pol¨ªticas de los intelectuales fue el objetivo del debate que se celebr¨® el pasado 6 de diciembre en el Th¨¦?tre du Rond Point, en los Campos El¨ªseos de Par¨ªs, dirigido por Philippe Lemoine. Los pol¨ªticos estaban representados por Daniel Cohn-Bendit, diputado europeo de los Verdes; Herv¨¦ Gaymard, diputado conservador de la UMP y antiguo ministro, y Vincent Peillon, eurodiputado socialista (adem¨¢s de fil¨®sofo). Entre quienes tienen como oficio m¨¢s bien pensar que hacer la pol¨ªtica se encontraban el soci¨®logo Anthony Giddens, ex consejero de Tony Blair y actual miembro de la C¨¢mara de los Lores, la fil¨®sofa Myriam Revault d'Allonnes, el soci¨®logo Dominique Wolton y el que escribe estas l¨ªneas, fil¨®sofo de profesi¨®n.
Que la pol¨ªtica necesita hoy m¨¢s que nunca reflexi¨®n fue un principio compartido por todos. Comenzar por la nostalgia es algo muy parisino y hubo quien ech¨® de menos aquellos grandes debates que tuvieron lugar hace veinte o treinta a?os. Alguno apunt¨® incluso que entre las causas del actual malestar hacia la pol¨ªtica tendr¨ªa que figurar un insuficiente trabajo intelectual, que deber¨ªa ser corregido por una relaci¨®n m¨¢s estrecha entre los pol¨ªticos y los pensadores. Pero las dificultades de esta relaci¨®n tienen que ver con el hecho de que tanto el modelo del experto tecn¨®crata como el del intelectual comprometido tienen una idea de la superioridad del trabajo intelectual que no suele hacer justicia a la complejidad de las decisiones pol¨ªticas ni a la l¨®gica que rige los asuntos de la pol¨ªtica donde, adem¨¢s de verdad y competencia, debe haber legitimidad y oportunidad. Mientras estas dos grandes l¨®gicas de la reflexi¨®n y de la reflexi¨®n no se respeten entre s¨ª, la relaci¨®n entre ambas no dar¨¢ lugar a una sociedad mejor gobernada, que es de lo que se trata.
Entre las exigencias que deber¨ªan acometer los que tienen como tarea la renovaci¨®n del pensamiento pol¨ªtico merecen ser recordadas la atenci¨®n hacia una realidad que es cada vez m¨¢s compleja (y de lo que suele desentenderse quien prefiere poner la cr¨ªtica por delante de la comprensi¨®n), el deber de escuchar una mayor variedad de puntos de vista (de intereses, de m¨¦todos cient¨ªficos) y la modestia, una virtud intelectual que vuelve tras un largo periodo en el que las seguridades ideol¨®gicas parec¨ªan haberla convertido en superflua. La sociedad actual recupera la ignorancia como algo que debe aprender a gestionar. Y se adivina que las principales pol¨¦micas pol¨ªticas van a girar en torno a cu¨¢nta ignorancia podemos permitirnos, c¨®mo podemos reducirla con procedimientos de previsi¨®n o qu¨¦ riesgos es oportuno asumir. Como pudo comprobarse, algo muy poco heroico y demasiado humano, si lo comparamos con nuestras viejas certezas.
?Y en qu¨¦ deber¨ªan pensar los pol¨ªticos? Hubo una coincidencia general en que sus decisiones deben estar apoyadas en una mayor reflexi¨®n intelectual y en una visi¨®n de largo plazo (los pol¨ªticos no piensan tanto en el futuro como en su futuro, advirti¨® jocosamente Daniel Cohn-Bendit). El oficio, adem¨¢s de dif¨ªcil con la que est¨¢ cayendo, es actualmente especialmente ingrato. La gesti¨®n de las constricciones del presente, la codecisi¨®n en condiciones de interdependencia carece del sex appeal que rodeaba al liderazgo soberano. Pero cuanto antes nos demos cuenta de que esto es lo que hay, antes dejaremos de echarles en exclusiva la culpa de que no se aclaren con una situaci¨®n que tampoco los dem¨¢s terminamos de entender demasiado bien. -
Daniel Innerarity (Bilbao, 1959) es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Social y Pol¨ªtica. Sus ¨²ltimos libros publicados son El futuro y sus enemigos: una defensa de la esperanza pol¨ªtica (Paid¨®s, 2009) y La renovaci¨®n liberal de la socialdemocracia (Fundaci¨®n ideas para el Progreso, 2010).
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