Siempre nos quedar¨¢ Marx, queridos
Ya hemos estado aqu¨ª antes. Muchas veces. De manera que lo de ahora no nos suena a nuevo. Lo que ocurre es que cada vez que termina suspiramos tan aliviados que olvidamos que volver¨¢ a ocurrirnos. M¨¢s all¨¢ de la cloaca ret¨®rica en la que el estalinismo puso a hervir su pensamiento, lo cierto es que Carlos Marx explic¨® con precisi¨®n taxon¨®mica por qu¨¦ el capitalismo lleva impl¨ªcitas sus crisis. No fue un profeta exacto porque la historia ha seguido movi¨¦ndose (no siempre hacia adelante, a pesar de lo que el maestro alem¨¢n supon¨ªa). Ahora con los emergentes BRIC (Brasil, Rusia, India, China) echando m¨¢s humo al planeta y haci¨¦ndose sitio a codazos (lo que siempre es peligroso), las crisis tienen otro rostro, pero casi siempre y en todo lugar sufren los mismos. Tambi¨¦n patin¨® (hasta la fecha) en el vaticinio de que vendr¨ªa una crisis que acabar¨ªa con todas las otras, aunque ha habido momentos (de 1848 en adelante) en que todo parec¨ªa posible. Leo en las p¨¢ginas color salm¨®n -que para los profanos exhiben la credibilidad obscena de las cifras- que el precio del trigo subi¨® el 80% el a?o pasado. Y que, m¨¢s en general, las materias primas experimentaron en los ¨²ltimos seis meses un aumento pr¨®ximo al 25%. Leo en otras p¨¢ginas que en ciertos pa¨ªses de lo que antes llam¨¢bamos Tercer Mundo se est¨¢n produciendo motines y protestas relacionados con lo que he le¨ªdo en las p¨¢ginas salm¨®n. Marx s¨®lo sirve para explicar, me digo, y no siempre. Decido que la marcha del mundo me est¨¢ convirtiendo en lo que hace algunos a?os se llamaba "peque?o burgu¨¦s radicalizado" y, ahora, menos enf¨¢ticamente, cascarrabias resentido. Busco en los libros (todav¨ªa y mientras tanto) respuestas que no encuentro e interpretaciones que proceso. En El odio a Occidente (Pen¨ªnsula), por ejemplo, Jean Ziegler, que sabe algo del hambre del mundo, explica por qu¨¦ aqu¨ª las crisis crean parados y all¨¢ (literalmente) muertos de hambre. No es una lectura agradable. Pero es ¨²til. Mientras tanto.
Con los emergentes BRIC echando m¨¢s humo al planeta y haci¨¦ndose sitio a codazos, las crisis tienen otro rostro, pero casi siempre sufren los mismos
El humor no es incompatible con la intriga, como vuelve a demostrar en tono literariamente menor 'Los cr¨ªmenes del profeta'
Liebre
A juzgar por los avances de programaci¨®n, el a?o editorial se presenta apetitoso. No siempre ocurre, a pesar de los casi 80.000 t¨ªtulos: como en todo, hay a?os de buena cosecha y otros de no tan buena, y este parece de los que van a dar juego. Tempranero, por ejemplo, amanece uno de los libros que, sin duda, estar¨¢n el pr¨®ximo diciembre en las listas de los mejores de 2011: La liebre de la Patagonia, de Claude Lanzmann (Seix Barral, traducci¨®n de Adolfo Garc¨ªa Ortega), viene precedido por la estupenda recepci¨®n que tuvo en Francia, donde fue publicado (Gallimard) en marzo de 2009. Lanzmann, un joven octogenario que dice "amar la vida con locura", ha construido una soberbia autobiograf¨ªa que merece situarse no muy lejos de las de Zweig (El mundo de ayer, 1942), Nabokov (Habla, memoria, 1951), Sartre (Las palabras, 1964), Canetti (La lengua suelta, 1977), Bernhard (El Origen y el resto de su saga, 1975-1982), por citar a otros autores del siglo XX. Porque ese es, precisamente, el siglo en que Lanzmann se sumerge y en cuyas tempestades se agita con la misma pasi¨®n con la que se entrega al amor, a la amistad o al debate ideol¨®gico. O con la que defiende el sionismo -un asunto pol¨¦mico tanto en Francia como en Espa?a-, en el que cree ver el motor que despert¨® la conciencia de los jud¨ªos de la di¨¢spora, propiciando la recuperaci¨®n de su condici¨®n de "sujeto de la historia". Comunista y miembro de la resistencia en su juventud -a los 18 a?os se jugaba la vida contrabandeando armas en las narices de la Gestapo-, profesor de filosof¨ªa (tesis sobre Leibniz), periodista y activo participante en la vida intelectual francesa de posguerra -cuando fue admitido en el santuario sartreano de Les temps modernes-, militante anticolonialista durante la guerra de Argelia, autor de la m¨¢s impresionante pel¨ªcula jam¨¢s filmada sobre el Holocausto (Shoah, 1985) y de muy sesgadas apolog¨ªas de Israel (Pourquoi Israel, 1972) y de sus Fuerzas Armadas (Tsahal, 1991), la autobiograf¨ªa de Lanzmann resulta apasionante no s¨®lo por lo que vivi¨®, sino por la fuerza, la convicci¨®n y la actitud a menudo desafiante con las que lo cuenta, muy alejadas de la habitual circunspecci¨®n de los memorialistas jud¨ªos. Amigos y amantes (y no s¨®lo de Simone de Beauvoir, que le llevaba casi 20 a?os), intelectuales (Aragon, Fanon, Sartre, Cau, Deleuze, etc¨¦tera) y pol¨ªticos de toda laya, desfilan por sus p¨¢ginas retratados con la sinceridad de quien ha protagonizado sonoras rupturas y clamorosas reconciliaciones y ya no tiene mayor inter¨¦s en la diplomacia autobiogr¨¢fica. A Sartre, definido con admiraci¨®n como "una formidable m¨¢quina de pensar, bielas y pistones fabulosamente engrasados", dedica sus m¨¢s vibrantes elogios, reconociendo sin ambages el papel que su libro Reflexiones sobre la cuesti¨®n jud¨ªa (Seix Barral) tuvo en su evoluci¨®n ("yo era exactamente el jud¨ªo de las Reflexiones"). Particularmente apasionantes -y sensibles- resultan las p¨¢ginas que dedica a su hermana ?velyne ("f¨¢cil presa del demonio de lo absoluto"), una actriz que se suicid¨® a los 36 a?os, despu¨¦s de turbulentas relaciones sentimentales con Deleuze y Sartre. La liebre de la Patagonia es una autobiograf¨ªa fascinante que recomiendo a los que se hicieron adultos a lo largo del siglo XX y todav¨ªa est¨¢n haciendo balance de lo bueno y lo terrible que nos trajo. En cuanto a la edici¨®n espa?ola (524 p¨¢ginas, 24 euros), un par de pegas (ya s¨¦: un poco bordes) de lector-consumidor. El formato alargado y la caja muy densa (unos 2.400 caracteres por p¨¢gina) hace particularmente inc¨®moda la lectura de un libro tan grueso y con las p¨¢ginas fresadas en vez de cosidas (un problema que no presentan los libros electr¨®nicos, a los que cada d¨ªa se apunta m¨¢s gente). Y, m¨¢s importante: jam¨¢s entender¨¦ por qu¨¦ los editores espa?oles han suprimido el util¨ªsimo ¨ªndice onom¨¢stico que el autor decidi¨® incluir en la edici¨®n original.
Travestidos
Si algo echo en falta en muchas de las novelas "negras" que nos llegan del fr¨ªo es su escaso sentido del humor. Quiz¨¢s se deba a que sus autores est¨¢n excesivamente preocupados por incardinar en la intriga esos apuntes de cr¨ªtica social a las que son tan aficionados y que son tan aplaudidos por lectores que necesitan ese "algo m¨¢s" para sentirse del todo c¨®modos. Pero el humor no es incompatible con la intriga, como vuelve a demostrar en tono literariamente menor Los cr¨ªmenes del profeta (Ediciones B), del escritor turco Mehmet Murat Somer, una novela "negra" protagonizada por el primer detective travestido que recuerdo. El narrador/narradora, due?o de un cabaret en Estambul (una ciudad de la que se ofrecen abundantes pinceladas de color local), investiga el asesinato de varios transexuales que tienen algo en com¨²n: sus primitivos nombres de var¨®n son siempre de profetas. Hay islamistas radicales y masoquistas, personajes del submundo farandulero y varias situaciones hilarantes. No es Cosecha roja, claro, ni lo pretende. Pero tambi¨¦n denuncia cosas, a su manera. Se lee, se pasa un rato entretenido, y a otra cosa.
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