"Esta es una revoluci¨®n sin armas"
- La ¨²ltima jornada de protesta se convirti¨® en una accidentada celebraci¨®n - Las manifestaciones han logrado derrocar a un r¨¦gimen que parec¨ªa eterno
Lo que empez¨® como otra jornada de desaf¨ªo al r¨¦gimen tunecino, con choques y bombas lacrim¨®genas, deriv¨® en un clima de celebraci¨®n, con soldados saludando a los manifestantes y antidisturbios llorando. Solo el toque de queda impidi¨® una explosi¨®n de j¨²bilo ante la huida del odiado presidente Ben Ali.
Las protestas hab¨ªan arrancado a las nueve de la ma?ana, cuando cientos de tunecinos desfilaron desde la sede de la Uni¨®n General de Trabajadores de T¨²nez, en el centro de la ciudad. A la manifestaci¨®n se fue sumando poco a poco gente venida de cualquier rinc¨®n hasta sumar miles. Rompieron cordones policiales y se plantaron ante el Ministerio del Interior. "Es un lugar simb¨®lico. En sus s¨®tanos han sido asesinadas y torturadas muchas personas", dec¨ªa uno de los presentes. Ante el siniestro edificio corearon decenas de veces el himno nacional y los lemas habituales estos d¨ªas. "Ben Ali, asesino", "alto al terrorismo de Estado", "Ben Ali es la muerte del pueblo"... Los recuerdos a la familia del presidente, los Trabelsi, detestados por su corrupci¨®n y nepotismo, tampoco faltaron. Ya el ambiente era casi festivo en una jornada espl¨¦ndida y calurosa. "Nunca hab¨ªa visto algo semejante", afirmaba at¨®nito Seif, de 28 a?os, licenciado en Finanzas.
La gente abrazaba a los soldados. El Ej¨¦rcito goza de un gran prestigio
Cinco horas permanecieron ante las puertas del siniestro edificio. Hasta que la polic¨ªa lanz¨® el primer bote de gas lacrim¨®geno, poco antes de las tres de la tarde. Y comenzaron las carreras y los choques entre grupos de j¨®venes y los antidisturbios junto a la avenida de Habib Burghiba. Algunos manifestantes se deten¨ªan para saludar y abrazar a los soldados que proteg¨ªan la Embajada francesa, en un pa¨ªs en el que el Ej¨¦rcito goza de inmenso prestigio. Un poco m¨¢s tarde, los agentes aporreaban a cualquier joven sospechoso. Y apedreaban las ventanas de los vecinos que no bajaban las persianas. "El r¨¦gimen se est¨¢ hundiendo, pero el cambio vendr¨¢ lentamente", auguraba Walid Keskes, director de una empresa de telecomunicaciones. No imaginaba Keskes lo que suceder¨ªa cuatro horas despu¨¦s.
Los tunecinos hab¨ªan perdido el miedo al r¨¦gimen. Y la alocuci¨®n del presidente la v¨ªspera, en la que prometi¨® "libertad total de prensa" y "reducir el precio del pan, el az¨²car y la leche", no surti¨® efecto alguno. Su legitimidad era ya nula.
"Esta es una revoluci¨®n blanda, sin armas", se enorgullec¨ªa Keskes, quien s¨ª acert¨® en otro pron¨®stico. "Ben Ali tiene que elegir entre el poder o su esposa". Ha optado por Laila Trabelsi, la odiada ex peluquera, cuya familia ha atesorado una fortuna incalculable. Las protestas pac¨ªficas, aunque no han faltado los saqueos a algunas tiendas y mansiones -todos propiedad de los Trabelsi-, han logrado derrocar a un r¨¦gimen que hace nada parec¨ªa poco menos que eterno.
Daban cuenta ayer fuentes m¨¦dicas de al menos una docena de muertos durante la noche del jueves. Pero la represi¨®n solo ha servido para eso, para provocar muertes. Como se?alaba otro manifestante joven: "El poder es nuestro". Y mostraba su tel¨¦fono m¨®vil. A trav¨¦s de Internet, de Facebook y de los v¨ªdeos colgados en la Red han conseguido los indignados manifestantes de T¨²nez, Sfax, Kairuan, Gafsa, Sidi Bouziz, Bizerte y decenas de ciudades m¨¢s derrocar al aut¨®crata. En menos de un mes han expulsado del pa¨ªs a un l¨ªder tan querido en sus primeros a?os de Gobierno como odiado en los ¨²ltimos.
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