Gente de un mundo a la deriva
Palabras. Los inuit no poseen cientos de ellas para decir nieve, es un t¨®pico, pero a la que cae del cielo la llaman qanirpuq. A la que se recoge para hacer agua, aniuk. A la cristalina, pukak... Al oso polar le dicen nanoq o nanuq, "el que es bueno buscando". A las ballenas las nombran seg¨²n la especie, edad y hasta el modo en que se dejan cazar. Palabras. Importan en el ?rtico. Dotan de alma a personas y animales, al agua, el clima, la naturaleza entera. A s¨ª mismos se autodenominan kalaallit, inughuit e lit en Groenlandia; inuit?y inuvialuit en Canad¨¢; i?upiaq, yup'ik?y alutiiq en Alaska... Pero inuit es ya el gen¨¦rico en sustituci¨®n del esquimales de anta?o, "los comedores de carne cruda", tan peyorativo que juntos decidieron cambiarlo en 1977. Inuk es ser humano. Y el plural, inuit, es "gente". Y en cada definici¨®n citada arriba esa gente son ellos, el pueblo inuit: 155.000 personas repartidas por las regiones ¨¢rticas de cuatro naciones: Alaska (EE UU), Canad¨¢, Groenlandia (Dinamarca) y Rusia.
"?Qui¨¦n es el propietario del ?rtico, qui¨¦n puede cruzarlo y explotarlo?
"Los ni?os juegan fuera. La tolerancia al fr¨ªo es alta. La carne de ballena y la grasa ayudan"
"He perdido amigos felices, que nunca pens¨¦ que pudieran quitarse la vida, y lo hicieron"
"Dentro de pocas semanas habr¨¢ 24 horas de luz del d¨ªa y la vida ser¨¢ maravillosa"
"Lejos de ser un lugar vac¨ªo? el norte est¨¢ lleno de paisajes geogr¨¢ficos y de la memoria"
Im¨¢genes. ?Qu¨¦ tiene que ver James Bond con un cazador inuit? Mucho, seg¨²n el fot¨®grafo island¨¦s Ragnar Axelsson. Porque en la comparaci¨®n siempre ganar¨¢ el segundo. Eso dice ¨¦l, que los conoce mucho, y cuanto m¨¢s ampl¨ªa el foco, "m¨¢s me gustan, m¨¢s los respeto". Ellos, los cazadores, los piniartoq, "los que desean" y se esfuerzan por conseguirlo, llevan mucho en este territorio imposible en el que la temperatura invernal puede rozar los -60 grados. Y pocos pueden presumir de ello. "Los inuit nunca se dan por vencidos. Groenlandia est¨¢ llena de h¨¦roes que el mundo no conoce". Lo cuenta Axelsson v¨ªa mail al ser preguntado sobre estas im¨¢genes. Los ¨²ltimos d¨ªas del ?rtico titula su libro (editorial Crymogea/Polarword) sobre este pueblo a la deriva que ha creado una cohesi¨®n formidable con su ecosistema, capaz de ser parte de ¨¦l sin da?arlo. Sostenible se llama tal cualidad, tan escasa.
"La patria inuit est¨¢ construida de agua, suelo, formas distintas de nieve y hielo, animales marinos y terrestres, vegetaci¨®n espec¨ªfica. Los inuit han sido los custodios de este entorno exigente durante milenios y, por tanto, est¨¢n ¨ªntimamente vinculados a ¨¦l. Tienen un profundo conocimiento de las corrientes oce¨¢nicas, los patrones migratorios de los animales y otros aspectos del medio ambiente de los que depend¨ªa su supervivencia", dicen en el Consejo Circumpolar Inuit (CCI), la organizaci¨®n internacional que los aglutina y atiende sus derechos e intereses ante los muchos problemas a que hoy se enfrentan. Los mayores: el cambio clim¨¢tico y la inmensa atracci¨®n por sus recursos de las grandes potencias y las petroleras. Una nueva fiebre del oro ha brotado ante ese 25% de las reservas por descubrir de petr¨®leo y gas, de oro y otros metales en su subsuelo. Y desde que el hielo se derrite a velocidad nunca vista, un gran sue?o de la navegaci¨®n se hace carne: nuevas rutas mar¨ªtimas hasta Asia en menos tiempo, m¨¢s baratas. Quiz¨¢ por eso Rusia plant¨® en 2007 su bandera all¨ª en el fondo oce¨¢nico, Canad¨¢ patrulla zonas remotas desde hace a?os con sat¨¦lite incluido, y Dinamarca afirma que las monta?as Lomonosov est¨¢n conectadas con Groenlandia v¨ªa submarina? A retos tan nuevos y dram¨¢ticos se enfrentan los pueblos del ?rtico que el CCI lanz¨® en 2009 una declaraci¨®n sobre su soberan¨ªa planteando tres cuestiones y una respuesta: "?Qui¨¦n es el propietario del ?rtico? ?Qui¨¦n puede atravesarlo? ?Qui¨¦n tiene derechos de desarrollo de sus recursos? Aquellos que conocemos el ?rtico ¨ªntimamente les decimos a los que quieren servirse de la tierra de los inuit para sus prop¨®sitos que deben hablar con nosotros y respetar nuestros derechos".
El C¨ªrculo Polar ?rtico siempre fue un im¨¢n: 16 millones de kil¨®metros cuadrados alrededor del Polo Norte, un oc¨¦ano cubierto de una banquisa, tierras despobladas de ¨¢rboles, tundra, subsuelo helado? y pleno de vida. Organismos ¨²nicos, peces, mam¨ªferos marinos, aves? Biodiversidad. Fundamental para el equilibrio terrestre. Un lugar que durante siglos fue agujero blanco rebosante de secretos y mitos, la zona del sol de medianoche, la de los veranos breves donde solo hay d¨ªa, cuando las comunidades se desplazan para cazar y pescar, y los infinitos inviernos donde las familias se congregan en asentamientos y la noche es reina. Una regi¨®n ¨²nica. Muy sensible a los cambios. Estrat¨¦gica. Y magn¨¦tica sin duda si se atiende a la cantidad de expediciones y teor¨ªas que provoc¨® durante siglos. La ambici¨®n de su conquista movi¨® monta?as y capitales durante d¨¦cadas. "El Polo Norte es la ¨²nica cosa del mundo sobre la que no sabemos nada, y eso deber¨ªa ser un acicate para adoptar los medios de borrar esa mancha de ignorancia de esta ¨¦poca de progresos", escribi¨® en 1846 John Barrow, secretario del almirantazgo brit¨¢nico entre1804-1845, impulsor del mayor programa sistem¨¢tico de exploraci¨®n del mundo. Y se puso a ello.
Durante el XIX y el XX, el ?rtico fue testigo de un pulso entre pa¨ªses, cient¨ªficos, aventureros que ha llenado vol¨²menes con historias, reales o no (del capit¨¢n John Hatteras de Verne a mitad del XIX a Nanuk, el esquimal, documental de Robert Flaherty de 1922), en las que la fortaleza humana alcanzaba cotas inenarrables. Uno de los muchos libros apasionantes que lo cuentan es el de Fergus Fleming, La conquista del Polo Norte (Tusquets): "A comienzos del XIX encendi¨® la imaginaci¨®n y aviv¨® el deseo de exploraci¨®n y conquista de muchos expedicionarios que ve¨ªan en ¨¦l algo m¨¢s que 'un punto sin extensi¨®n, magnitud o grosor alrededor del cual gira el eje terrestre'. Se rumoreaba que esos inaccesibles parajes escond¨ªan una misteriosa isla de basalto? o un inmenso mar c¨¢lido; y muchos arriesgaron la vida para acercarse un poco m¨¢s a los ansiados 90 grados de latitud Norte". Por sus p¨¢ginas navegan los barcos (y los deseos de ge¨®logos, meteor¨®logos, bi¨®logos?) de John Franklin, Elisha Kent Kane, Nansen, Peary, quien supuestamente fue el primer ser humano que pis¨® el polo en 1909. Y m¨¢s tarde llegar¨ªan los vuelos para contemplarlo desde lo alto y submarinos para hacerlo desde sus bajos fondos. Marineros desaparecidos, sobrevivientes al escorbuto, a la congelaci¨®n o a sus delirios de grandeza? La del polo es una de las ¨²ltimas epopeyas, una mezcla de rivalidades internaciones, af¨¢n de aventuras y hero¨ªsmo desinteresado.
Investigador del ?rtico es tambi¨¦n, a su modo, Axelsson, conocido como "el fot¨®grafo del fr¨ªo" por la manera en que consigue hacer sentir la temperatura (baja) en sus retratos de hombres y paisajes extremos. Y tan humanos. ?l ha puesto su granito de arena (o nieve, mejor) en este universo congelado y ¨¦pico, retratando durante un cuarto de siglo la vida cotidiana inuit. "Me llaman as¨ª quiz¨¢ porque no hay muchos que tomen fotos cuando las ventiscas te arrastran? y yo crec¨ª con el fr¨ªo". Treinta viajes ha realizado a Groenlandia, la mayor isla del planeta, 56.452 habitantes, dos millones de kil¨®metros cuadrados, un 20% deshelado, provincia de Dinamarca con autogobierno desde 2009, y millonarias inyecciones econ¨®micas y prospecciones de petr¨®leo en marcha? Y hasta con turismo: llegan en cruceros, comen carne de foca, compran pieles y souvenirs. Lugar ideal para perderse. Y solo.
Estuvo Axelsson en Nuuk, la capital; en Upernavik, Uummannag, Qaanaaq, Kulusuk, Daneborg. Se ve en estas fotos. Se detuvo en Ilulissat, all¨ª donde se encuentra el glaciar de Sermeq Kujalleq, el m¨¢s productivo del mundo (genera agua para abastecer un a?o Nueva York). Y en Ittoqqortoormiit, adonde se llega por helic¨®ptero o barco, medio millar de habitantes, rostros ajados por el viento, cuerpos cubiertos de pieles? Y hasta en Siorapaluk, situada a 77? 47', la comunidad inuit, e ind¨ªgena por extensi¨®n, m¨¢s al norte del globo. "Tras la tormenta, la aldea se transforma en otra. Hay monta?as de nieve por todas partes. Casas y gente enterradas?, pero los ni?os ya juegan fuera, a menudo mal vestidos. La tolerancia al fr¨ªo aqu¨ª es mayor que en otras partes. La carne de ballena y la grasa ayudan a mantenerse caliente", se lee en las notas que Axelsson escribi¨® durante sus traves¨ªas. "Los perros se vuelven locos cuando notan lo que se avecina? se preparan para el viaje por el hielo, la aventura". Axelsson pas¨® por buenos y malos momentos. "Los malos tuvieron que ver con la lucha constante contra la climatolog¨ªa, cruzar grietas en el hielo, caer al oc¨¦ano e intentar permanecer vivo, y los mejores fueron aquellos en que miraba al cielo por la noche en busca de estrellas, y all¨ª, a -40 grados, acampado en el hielo, alejado de toda civilizaci¨®n?, te das cuenta de cu¨¢n peque?o es nuestro mundo". Y nunca vio tantas estrellas y tan hermosas, dice.
Un mundo ordenado, el inuit, seg¨²n las estaciones, la temperatura, el deshielo, la familia, la comida, la llegada de focas, osos y ballenas, que en los ¨²ltimos 50 a?os empez¨® a resquebrajarse como el hielo. La ONG Survival lleva a?os denunciando la situaci¨®n de presi¨®n en que viven los pueblos ind¨ªgenas, minor¨ªas que habitan selvas, islas o territorios congelados deseables y amenazados como este. "En Groenlandia, por ejemplo, el cambio clim¨¢tico se siente como en casa, all¨ª la tierra se calienta el doble de r¨¢pido que en otros lugares". Y sin hielo no hay camino a la comida. En Canad¨¢, otro ejemplo, los inuit han sido hist¨®ricamente empujados hacia los asentamientos. Inactividad. Cambio de horizonte. Problemas de adaptaci¨®n y salud: la tasa m¨¢s alta de suicidios del mundo. Y abusos, alcoholismo, obesidad y diabetes? Lo cont¨® en 2006 Colin Samson en A way of life that does not exist: Canad¨¢ and the extinguishment of the innu. Y Axelsson: "He perdido amigos que eran o estaban felices y de los que nunca hubiera cre¨ªdo que podr¨ªan quitarse la vida, y lo hicieron. Creo que tiene que ver con la bebida". Un mundo s¨®lido y l¨ªquido a un tiempo. Duro y fr¨¢gil. "La gente del ?rtico lo tiene dif¨ªcil, pero saldr¨¢ adelante. Si han llegado hasta aqu¨ª en condiciones tan adversas, sobrevivir¨¢n a cualquier situaci¨®n. Se enfrentan al final de una tradici¨®n, pero surgir¨¢n nuevos escenarios, una Groenlandia m¨¢s moderna, lo dicen los j¨®venes". De momento, su sentido de identidad ha crecido. Y su deseo de autogobierno.
Ahora la pesca est¨¢ regulada: una cuota para osos polares, otra para ballenas. Nanuq, su gran s¨ªmbolo, se extingue. Los inuit lo entienden. Pero juran (y se sabe) que ellos no han sido. Basta leer las palabras. Avativut define el ambiente global de una persona, desde su identidad hasta el aire que respira o el agua que bebe. Sila es el principio de la vida, la conciencia universal, si careces de sila no posees la rel aci¨®n esencial con el medio ambiente para garantizar tu bienestar y el de tu gente. Y la denominaci¨®n para la comida tradicional en Groenlandia es kalaalimerniit: "Un trozo de la tierra de Groenlandia". "La distinci¨®n entre humano y animal desaparece, ambos son parte del mismo esp¨ªritu. Cazar y comer la carne animal es un acto de regeneraci¨®n de ambas sociedades. Si los animales no son respetados no se entregar¨¢n al cazador", escribe el antrop¨®logo Mark Nuttall en este libro repleto de escenas de caza, osos vivos y muertos, perros transparentes, kayaks, casas de colores, interiores espartanos y c¨¢lidos, aseos precarios, ni?os mofletudos, paisajes infinitos a veces y moles de glaciares ahogando el horizonte, otras. El mundo inuit es un todo, es uno. "Y lejos de ser el lugar vac¨ªo y salvaje que se cree, el Norte est¨¢ lleno de paisajes geogr¨¢ficos y paisajes de la memoria". Cada ser humano deja su huella en ¨¦l. Pisadas, dicen los inuit, que quedan para largo. "Y donde quiera que est¨¦s en este mundo circumpolar, por muy aislado que sea, ser¨¢ un lugar impregnado de la historia del movimiento humano, de imaginaci¨®n, ambici¨®n y sue?os".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.