Los nuevos explotadores
Nunca cre¨ª que llegara a sentir, por nuestros diputados elegidos democr¨¢ticamente, casi tanto desprecio como el que sin cesar sent¨ªa por sus predecesores franquistas, aquellos monigotes corruptos que se limitaban a vitorear las decisiones del dictador, con sus bigotitos rid¨ªculos y sus disfraces de domadores. Los actuales no obedecen a alguien tan ruin, pero s¨ª a los jefes de filas de sus respectivos partidos, lo cual los convierte en meros peleles que est¨¢n ah¨ª para hacer bulto. No discrepan, no piensan, todos sumisos y d¨®ciles. En el plazo de escasos d¨ªas, estos se?ores y se?oras han aprobado por unanimidad una ley fascistoide contra el tabaco (con delaciones an¨®nimas; y nadie ha logrado argumentarme por qu¨¦ no puede haber bares y restaurantes de autoservicio, o con camareros que fumen por costumbre, en los que se pueda encender un pitillo), y han tumbado una medrosa ley (la llamada ley Sinde) que, tras a?os de pirater¨ªa intern¨¦tica totalmente impune, trataba de frenar un poco ese bandidaje. Ante la furia de los piratas, casi todos se han arrugado. No s¨¦ qu¨¦ diablos hacen a¨²n en el Congreso. Si tanto les puede el miedo, deben dedicarse a otra cosa. Es como si un polic¨ªa se achanta al ver a un ladr¨®n robando, y no trata de imped¨ªrselo por si se le enfada. Me parece una reacci¨®n normal y comprensible, pero ese individuo no est¨¢ capacitado para ser polic¨ªa.
"El artista parte siempre de cero, jam¨¢s puede ser un privilegiado"
Tambi¨¦n me parece normal y comprensible que la gente piratee lo que pueda, si nada va a pasarle por hacerlo. No les quepa duda de que si no estuviera penado hurtar en los almacenes, casi nadie pasar¨ªa por caja. As¨ª que no culpo a los usuarios ni creo que deban ser perseguidos. La tentaci¨®n es muy fuerte, y no estamos para resistirlas. Ahora bien, lo que no suele parecerme de recibo son las "justificaciones" y "argumentaciones" que esgrimen quienes tientan -y hacen negocio- y algunos de esos usuarios. No s¨®lo quieren gratis pel¨ªculas, canciones, series televisivas y libros, sino que adem¨¢s pretenden tener raz¨®n y que se los aplauda por apropiarse de lo ajeno. Y poco menos que abogan por la desaparici¨®n de los derechos de autor y la supresi¨®n de la propiedad intelectual. Son los nuevos explotadores, que aspiran a tomar el relevo de quienes siempre explotaron a los artistas, los mecenas y los empresarios. Hablar¨¦ de lo que m¨¢s conozco, los libros. Mucha gente sigue ignorando que el autor de una novela percibe s¨®lo el 10%, y en las ediciones de bolsillo un 8% o incluso un 6%. Eso significa que, si una novela cuesta 20 euros, el novelista se embolsa 2 por cada ejemplar vendido. Est¨¢, por tanto, mucho m¨¢s cerca del campesino que cultiva patatas que de ninguna otra figura de la larga cadena que lleva esas patatas al mercado de la esquina. Esto no siempre fue as¨ª. Durante largo tiempo fue peor. El escritor vend¨ªa su obra al editor, por una cantidad fija y normalmente miserable. El editor se convert¨ªa, con eso, en propietario ¨²nico de la obra, y ya pod¨ªa ¨¦sta tener un ¨¦xito demencial y vender millones de ejemplares, que el autor no ve¨ªa un c¨¦ntimo m¨¢s, mientras que el editor se enriquec¨ªa indefinidamente con el trabajo y el talento ajenos. El reconocimiento del copyright y de la propiedad intelectual puso fin (relativo) a semejantes explotaci¨®n y abuso. Ir contra esos logros es lo m¨¢s reaccionario que quepa imaginar, tanto como ir contra la jornada de ocho horas y pretender que los trabajadores vuelvan a deslomarse durante doce o catorce, como en tiempos de Dickens.
A menudo se emplea el t¨¦rmino "privilegiados" para referirse a los cineastas, cantantes y escritores de ¨¦xito. Un artista no es nunca un "privilegiado", no puede serlo. Cada uno saca su creaci¨®n y la pone ah¨ª, en el mercado. No obliga a nadie a verla, escucharla o leerla, no est¨¢ en su mano. No elige a sus espectadores, oyentes o lectores, siempre son ¨¦stos quienes lo eligen a ¨¦l, libremente. Se los gana con su talento o porque tiene suerte, uno a uno, ninguno le es regalado. Sus posibilidades de fracasar son infinitamente mayores que las de triunfar. Corre su riesgo. Es privilegiado el hijo del banquero, que lo tiene todo hecho y hereda una fortuna. O el del rico empresario. Lo es m¨¢s, incluso, el del zapatero, que hereda una zapater¨ªa y no parte de la nada. El artista, cualquiera que sea su origen, parte siempre de cero, jam¨¢s puede ser un "privilegiado". Ni Ken Follett, que tambi¨¦n se ha ganado a pulso a cada uno de sus lectores.
Josep Ramoneda es un hombre inteligente y de izquierdas de toda la vida. Por lo segundo -que no por lo primero- se puede entender que escriba esto: "? tambi¨¦n habr¨¢ que encontrar las f¨®rmulas para que los herederos de un artista no vivan setenta a?os del cuento". Se refiere al hecho de que las obras art¨ªsticas pasan a ser del dominio p¨²blico "s¨®lo" a los setenta a?os de la muerte de su autor. Lo curioso es que eso, que considera tan injusto, no le ocurre a nadie m¨¢s: el dinero, las propiedades, las casas, los negocios, las empresas, los cuadros, los muebles y las zapater¨ªas se heredan hasta el infinito, generaci¨®n tras generaci¨®n, y eso nadie lo discute ni a nadie le parece mal, ni siquiera a Ramoneda, que es o era de izquierdas. S¨®lo los herederos de los artistas "viven del cuento", cuando justamente ¨¦stos ni siquiera han comprado lo que poseen, sino que lo han creado e inventado. S¨®lo a ellos se les pone un l¨ªmite para legar eso a sus descendientes, a nadie m¨¢s: ni al banquero ni al empresario ni al zapatero. Y a¨²n quieren acortarles el plazo los nuevos explotadores. ?Qu¨¦ cuenta traer¨¢ ser artista, si se los esquilma por todos los flancos y son los peor tratados?
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