Una noche entre basura de dise?o
Una marca de cervezas 'toma' la plaza de Callao hasta el domingo y construye un hotel port¨¢til realizado con toneladas de residuos encontrados en la playa
?Qu¨¦ se mete en la maleta para ir a un hotel de basura? "Ropa abrigada, te vas a sentir como un marinero", dice H. A. Schult, el artista alem¨¢n que ha construido en la plaza de Callao un hotel con 12 toneladas de residuos encontrados en la playa. Estar¨¢ hasta el domingo. "Como un marinero en el mayor r¨ªo de consumismo de Europa...", especifica. "En las paredes de mi hotel est¨¢n todos los s¨ªmbolos que se venden en la Gran V¨ªa, solo que muertos".
A pesar de los cad¨¢veres, la habitaci¨®n huele a chicle de fresa. El registro consiste en la entrega de una llave tarjeta. Es simb¨®lica. Sirve para ense?¨¢rsela al de guarda de seguridad que hay fuera, conteniendo a los curiosos, porque las habitaciones no tienen puertas, sino cortinas de anillas. Tampoco tienen ba?o. Hay uno port¨¢til en el recibidor que compartimos los seis primeros hu¨¦spedes. Est¨¢ estrat¨¦gicamente colocado junto a una nevera con 100 cervezas. Por mucho anticonsumismo que reclame el artista, esto es un sarao publicitario.
Las habitaciones no tienen puertas, sino cortinas de anillas
"Parece una tienda 'vintage", dice una de las mujeres hospedadas
El hotel se llama Coronita Save the Beach y forma parte de una campa?a de responsabilidad social corporativa de la marca de cerveza, que cada a?o recupera una playa europea. Ha invertido medio mill¨®n de euros. El a?o pasado, en una acci¨®n similar en Roma, el retorno de la inversi¨®n fue de seis millones. Es decir, lo que se habr¨ªan gastado en publicidad pagando las p¨¢ginas o segundos que ocuparon en los medios.
Caen las birras y el ambiente se va animando. Nathalie L¨®pez y Julio Gisbert, profesora y empleado de banca, ambos blogueros concienciados con el medioambiente, el reciclaje y el trueque, eligen la habitaci¨®n m¨¢s se?orial. S¨®lo las s¨¢banas son nuevas. La alfombra est¨¢ hecha jirones, el espejo roto. En un rinc¨®n hay un gnomo de jard¨ªn todo sucio. "?Esta, sin duda!", dice Nathalie que se ha apuntado por "vivir la experiencia y contarla". "?Parece una tienda vintage!", exclama, no sin raz¨®n. No hay lujos, pero todo es muy cuco.
Y entonces llegan las hermanas Moreno Lozano. Frondosos flequillos, taconazos y enormes aretes. "Vi un anuncio que ofrec¨ªa una habitaci¨®n gratis y llam¨¦ para regal¨¢rsela a mis padres", dice Virginia. Cuando le contaron de qu¨¦ iba el asunto, prefiri¨® venirse con su hermana. "?Hay que ir monas, que vamos a salir en la tele!", dicen las hermanas, antes de entrar en un directo de un telediario de la noche. En las maletas de estas chicas previsoras, adem¨¢s de pijama de franela, hay maquillaje, toallitas h¨²medas, cepillo, ibuprofeno y zapatillas para sentirse en casa en medio de la ciudad.
Fuera, la gente mira desde el otro lado de la valla. Como en un zoo. Uno de organizaci¨®n se anima a quedarse: promete comida, Monopoly, baraja de cartas y chistes de Eugenio. ?C¨®mo nos lavaremos los dientes en un ba?o sin agua? "Con cerveza", dice alguien. Es como estar de campamento pero bonito y de mayores.
La mitad de los hu¨¦spedes se dispersan por los bares del centro, la otra mitad charla en el recibidor. Al final, acabamos todos en el hotel, entre basura higienizada, camas que parecen viejas pero est¨¢n limpias y carteles que explican c¨®mo la marca colabora con la ecolog¨ªa. Cuando acaban la fiesta, se oye el murmullo de la Gran V¨ªa. "Encontrar¨¢s todas las respuestas a las preguntas que me puedas hacer qued¨¢ndote a dormir en mi hotel", me hab¨ªa dicho el artista por la ma?ana. "Formar¨¢s parte de una obra de arte". O algo.
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