No hay plan
Hubo una d¨¦cada en Euskadi en la que el Plan lo dominaba todo. Era un frenes¨ª, una exaltaci¨®n, un regocijo de autoestima, de esa que se suele derivar de verse reflejado en la negaci¨®n ajena. Y era un viaje permanente: tan pronto ¨¦ramos Puerto Rico como Finlandia, Kosovo como Irlanda. Era tal el potencial que nos proporcionaba el Plan, que no era extra?o que nos lo rechazaran, pura envidia. Y de esa negaci¨®n nos aliment¨¢bamos. ?Qu¨¦ no ser¨ªamos si nos dejaran? Es, cierto, la lamentaci¨®n del impotente, que atribuye a los dem¨¢s el fracaso de sus quimeras, por lo que puede seguir fabric¨¢ndolas para habitar en ellas. Pero tambi¨¦n es cierto, por otra parte, que todo ese ilusionismo procura una imagen de s¨ª efervescente, una satisfacci¨®n que no necesita de espejo alguno para afirmarse. El Plan nos hac¨ªa sentirnos citius, altius, fortius, y gracias a ¨¦l viv¨ªamos en una permanente competici¨®n ol¨ªmpica: nuestro PIB corr¨ªa, saltaba, cabalgaba casi, y est¨¢bamos a punto de alcanzar el number one y de asombrar al palco de autoridades.
Pues bien, ya no hay Plan. Lo ha dicho I?igo Urkullu: no hay plan L¨®pez. No lo hay de empleo, ni de completar el Estatuto, ni de buscar un nuevo marco para Euskadi... no hay plan L¨®pez de nada. Y estamos alica¨ªdos. No es lo mismo levantarse por las ma?anas con la seguridad de que tenemos un Plan, que hacerlo sin plan alguno y tener que enfrentarse al espejo sin la garant¨ªa de que nos devuelva la imagen de un bellez¨®n que nos levante el ¨¢nimo. Falta ¨¦pica, amigos. Falta la conciencia de batall¨®n, y sin esa algarab¨ªa de p¨ªfanos nos sentimos muy solos. Hay que traer, hay que conseguir, hay que conquistar, hay que superar; es as¨ª como se conjugaba la acci¨®n pol¨ªtica entre nosotros hasta hace poco, aunque nada se trajera, ni se consiguiera, ni se conquistara, ni se superara. Pero lo importante era esa agon¨ªa del "hay que" y, sobre todo, el sujeto beneficiario. No era usted, querido lector, pues sobre el individuo no se construye ¨¦pica alguna. No, era otra cosa, ya que el Plan no miraba hacia dentro, sino que miraba fundamentalmente hacia fuera.
Si el pueblo vasco exist¨ªa era porque no lo dejaban existir y si alguna ha de ser la aportaci¨®n del cambio pol¨ªtico vasco es justamente la negaci¨®n de esa premisa. El pueblo vasco, que no es sino el conjunto de la ciudadan¨ªa vasca, no existe en funci¨®n de su negaci¨®n exterior, sino de su afirmaci¨®n propia. Y para eso no necesitamos ning¨²n Plan que nos instale en la fabulaci¨®n y la autocomplacencia. Lo que necesitamos es una acci¨®n de Gobierno eficaz y una ciudadan¨ªa igualmente eficaz, alejada de irredentismos y de quimeras. Que lo que haga yo me sirva para enfrentarme al d¨ªa con entusiasmo. Y la acci¨®n de gobierno debe centrarse en propiciar las condiciones para que as¨ª sea. Si el Gobierno de Patxi L¨®pez est¨¢ contribuyendo o no a ello, no depender¨¢ de la existencia o no de un plan L¨®pez, sino de si consigue alentar ese dinamismo ciudadano con su acci¨®n pol¨ªtica.
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