En defensa del sistema de reparto
Tenemos un modelo de pensiones que merece la pena preservar, aunque para ello sean necesarias transformaciones param¨¦tricas que se correspondan con las cambiantes circunstancias demogr¨¢ficas futuras
En momentos en los que se acomete una reforma de los par¨¢metros del sistema de pensiones, una m¨¢s a?adida a las de 1985 y 1997, es oportuno recordar lo que nuestro sistema ha significado en las d¨¦cadas precedentes para los trabajadores espa?oles. Sin duda alguna, la Seguridad Social espa?ola es la columna vertebral de nuestro sistema de protecci¨®n, tanto por razones monetarias como por el abanico de contingencias que cubre (casi todas a excepci¨®n de la dependencia). Lo es, adem¨¢s, tanto desde una visi¨®n colectiva como desde una individual.
Como en ocasiones anteriores, hemos asistido a intensos debates sobre la cuesti¨®n en la que est¨¢n presentes tanto las posiciones que discuten exclusivamente lo param¨¦trico (periodo de c¨¢lculo, edad legal, etc¨¦tera), como las que cuestionan lo sist¨¦mico (el m¨¦todo de reparto) y abogan por una sustituci¨®n radical o parcial del m¨¦todo de reparto por el de capitalizaci¨®n.
No es este el mejor momento para defender un sistema de capitalizaci¨®n
Es desaconsejable un modelo mixto por el elevad¨ªsimo coste de la transici¨®n a ese esquema
Para valorar la importancia que el sistema tiene para los trabajadores espa?oles nada m¨¢s ilustrativo que considerar unos datos que proporciona la OCDE para 2006 y que ponen de relieve dos cosas. Una, el sistema espa?ol reemplaza a la hora de la jubilaci¨®n el 85,3% del salario anual medio, que de acuerdo con el ¨²ltimo dato disponible en 2006 era de 21.150 euros; y dos, los derechos de pensi¨®n que un trabajador espa?ol posee cuando inicia su etapa de pasivo constituyen un patrimonio fundamental, si no el ¨²nico, que se eleva a 12,2 veces el salario medio anual (OCDE StatExtracts). Por eso, no es extra?o encontrar textos como este de Peter Diamond (reciente Nobel) en un contexto de defensa del sistema de reparto: "La obligatoriedad de disponer de una renta vitalicia tiene sentido si piensas que los trabajadores no comprenden adecuadamente el valor de las rentas vitalicias". (P. Diamond, Social Security, AER, 2004, p¨¢gina 22)
De ah¨ª que resulte extra?o que algunas personas y organizaciones que inequ¨ªvocamente defienden el sistema p¨²blico de reparto se opongan a modificaciones de los par¨¢metros del sistema que pretenden preservar lo fundamental del mismo: su continuidad en condiciones financieras sostenibles. Claro est¨¢ que soy consciente de que este ¨²ltimo adjetivo es el que nos separa a los defensores del sistema actual; sin duda que, en cuestiones de sostenibilidad, todo es opinable.
Es tranquilizador, sin embargo, que en el reciente acuerdo del Pacto de Toledo no haya habido ni un solo diputado partidario de una reforma sist¨¦mica. O dicho de otro modo, que no haya habido ning¨²n defensor de migrar a un sistema mixto de capitalizaci¨®n y reparto. Ese tipo de sistema ya fue defendido en 1996 desde sectores acad¨¦micos que en el nuevo contexto econ¨®mico han virado a posiciones que son perfectamente identificables con el nuevo sistema sueco (v¨¦ase el manifiesto de FEDEA) que incorpora, a su vez, una vertiente de capitalizaci¨®n obligatoria. Otro tanto ha hecho el C¨ªrculo de Empresarios, que en el a?o 2001 se inclinaba por el sistema de tres pilares del Banco Mundial (el que se implant¨® en Chile en 1981) y que ahora ha cambiado para pasar a defender un sistema mixto. La palpable realidad es que no hay nadie en la esfera pol¨ªtica que sostenga otro procedimiento que el reparto para garantizar la continuidad de las pensiones.
Por lo dem¨¢s, no es este el mejor momento para argumentar la defensa de un sistema de capitalizaci¨®n que vaya m¨¢s all¨¢ de la voluntariedad. Las turbulencias de los mercados financieros apuntan en la direcci¨®n contraria si lo que se busca en un sistema que pretenda asegurar las rentas de los trabajadores en su edad provecta es la estabilidad, su car¨¢cter predecible y, por supuesto, la suficiencia.
En un n¨²mero extra del a?o 2009 de la Revista del Ministerio de Trabajo e Inmigraci¨®n, Ignacio Zubiri analiz¨® detalladamente las razones que desaconsejan el establecimiento de un sistema mixto en nuestro pa¨ªs. Razones que van desde el elevad¨ªsimo coste de la transici¨®n a ese esquema y del coste de administraci¨®n de los fondos en la etapa activa, hasta el coste de la adquisici¨®n de una prima que garantice rentas vitalicias hasta el fallecimiento. A todos esos costes, colectivos unos, individuales otros, habr¨ªa que a?adir la volatilidad del valor del capital acumulado a lo largo de la carrera laboral, que ser¨ªa dependiente de la coyuntura de los mercados financieros en el momento de la jubilaci¨®n.
Para consolidar en mayor medida esos argumentos de Zubiri, yo he hecho un sencillo ejercicio de ucron¨ªa consistente en indagar lo que habr¨ªa ocurrido si en Espa?a, en el a?o 1974, hubiera existido un sistema de capitalizaci¨®n, y un trabajador que hubiera comenzado a trabajar en ese a?o habr¨ªa ahorrado en su fondo de pensiones la misma cantidad a lo largo de su carrera laboral (35 a?os) que la Seguridad Social estableci¨® a?o a a?o como base m¨¢xima y como tipo de cotizaci¨®n un 28,3%. Ese fondo, que solo invirti¨® en mercados financieros espa?oles (Bolsa de Madrid y mercados de deuda) supongo que habr¨ªa compuesto su cartera de inversi¨®n renta fija/renta variable en un ratio 47,4/28,5 y fij¨® comisiones que entre gesti¨®n y dep¨®sito se elevaron a un 1,5% sobre el capital acumulado a lo largo de 35 a?os. En ese caso, y con todos esos supuestos, el trabajador habr¨ªa acumulado un capital de 479.003,43 euros al que se le mermaron 95.233,50 euros en comisiones (19,88% del capital) que dejaron la cifra disponible para comprar una prima de seguro de rentas vitalicias en 383.769,93 euros.
Puesto que el trabajador no quiere sobrevivir a sus ahorros (que es lo que le hubiera garantizado un sistema p¨²blico de reparto hasta su fallecimiento) pide ofertas a compa?¨ªas aseguradoras acudiendo a un mercado muy desarrollado en esa vertiente del aseguramiento como es el brit¨¢nico (www.find.co.uk) y teclea sus condiciones personales y el capital del que dispone: tiene 65 a?os, no ha sido fumador, no tiene historial m¨¦dico con incidentes, tiene una esposa de 63 a?os a la que a su fallecimiento quiere dejar el 50% de su pensi¨®n y desea que las rentas sean escalables con la tasa de inflaci¨®n (?acaso no es eso lo que ofrece la Seguridad Social espa?ola?). Pues bien, lo que obtiene de las ofertas que se le aparecen en pantalla es una renta vitalicia anual que en media se eleva a 12.024 euros, esto es, 1.002 euros mensuales y 501 euros para su esposa a su fallecimiento. La Seguridad Social espa?ola le habr¨ªa proporcionado por 35 a?os de cotizaci¨®n en la base m¨¢xima la pensi¨®n m¨¢xima del sistema, esto es, 34.184,50 euros anuales, es decir, 14 pagas de 2.441,50 euros mensuales. La esposa, a su fallecimiento ingresar¨ªa 14 pagas de 1.370,75 euros mensuales.
Pero podemos seguir con la ucron¨ªa y volver a preguntar al calculador brit¨¢nico de rentas vitalicias qu¨¦ capital ser¨ªa necesario para comprar una prima que le garantizase una pensi¨®n vitalicia en las mismas condiciones con las que el sistema p¨²blico espa?ol le proporciona una pensi¨®n m¨¢xima. Pues bien, el resultado es una cifra en el entorno de los 900.000 euros.
La conclusi¨®n no puede ser otra: tenemos un sistema de pensiones que merece la pena preservar, aunque para ello sean necesarias reformas param¨¦tricas que se correspondan con las cambiantes circunstancias demogr¨¢ficas que vamos a vivir en el futuro. Si, adem¨¢s de eso, se materializa con el mayor consenso posible, nuestra columna vertebral del sistema de protecci¨®n social puede volver a vivir en el futuro en las mismas condiciones de estabilidad financiera en las que lo ha hecho en las d¨¦cadas precedentes. Con raz¨®n alguien escribi¨®, ?Dios salve a las pensiones p¨²blicas!
Luis Mart¨ªnez Noval, economista, ha sido ministro de Trabajo.
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