Algo pasa con 'Susi'
Las alarmantes noticias sobre la salud de la elefanta Susi me hicieron correr hacia el zoo. Qui¨¦n sabe, a lo mejor llegaba en el momento oportuno y ve¨ªa derrumbarse al gran paquidermo. Esa s¨ª que iba a ser una gran exclusiva period¨ªstica, ?por no hablar del obituario! No se tome esto por insensibilidad. Tambi¨¦n pensaba en despedirme, no s¨¦, cant¨¢ndole la marcha del coronel Hathi. A Copito de Nieve no lo hice, decirle adi¨®s, y mira que lo siento.
Ingres¨¦ en el parque por el acceso de la Ciutadella tras una corta discusi¨®n en taquilla acerca de si mi piadoso prop¨®sito no merec¨ªa un descuento y luego me distraje de camino, lo confieso, al recalar en la espectacular instalaci¨®n de los dragones de Komodo (?hay que ver lo que han crecido los bichos!). Retom¨¦ mi misi¨®n reflexionando con pesar sobre los meses que hac¨ªa que no visitaba a Susi. La vida tiene eso, que no te da tiempo a nada y vas dejando en el olvido a los seres queridos hasta que llegan las malas noticias. Rele¨ª la nota arrugada en mi mano: "Se acaba el tiempo, se acerca el final". Los animalistas de Libera advierten en sus recientes comunicados de que la elefanta est¨¢ en las ¨²ltimas, poco menos que agonizante. Volvieron a humedec¨¦rseme los ojos -y se me quit¨® el apetito- al recordar la pormenorizada descripci¨®n de los achaques de la proboscidia. Parec¨ªa el parte del Caudillo, incluida la obsesi¨®n con las heces.
Visita a la elefanta entre la alarma sobre su salud y una moci¨®n de ERC
Cu¨¢l no ser¨ªa mi sorpresa al encontrar a Susi no solo viva, sino -me pareci¨®- bastante animada. Sent¨ª, me averg¨¹enza decirlo, una pizca de decepci¨®n: adi¨®s exclusiva. En fin, tambi¨¦n Aloysius Trader Horn y Allan Quatermain segu¨ªan a los elefantes moribundos para encontrar su legendario cementerio, abarrotado de marfil. Estudi¨¦ detenidamente a la elefanta. La barriga muy dilatada, un agujero en la oreja derecha (provocado por un grano), los ojos tristes... "?Se nos muere Susi?", interrogu¨¦ a uno de sus cuidadores. "Qu¨¦ va, est¨¢ bien; la gente que es muy alarmista". "Pero est¨¢ mal de la tripa, ?no?". "Tiene sus c¨®licos, sus diarreas, como todo el mundo". "?Deprimida?". "Bueno, malos d¨ªas tenemos todos", remat¨® con filosof¨ªa digna de los Upanishads. El hombre admiti¨®, no obstante, que la elefanta sufre estr¨¦s por las ruidosas y espectaculares obras de mejora y ampliaci¨®n de sus instalaciones, que, por cierto, han dejado a los hipop¨®tamos a punto para la gran evasi¨®n: queda avisado.
En un alarde de profesionalidad, me qued¨¦ varias horas observando a Susi. No vi muestras de diarrea, aunque los excrementos son algo blandos y verdosos (para las heces de elefante, v¨¦ase What shat that, a pocket guide to poop identity, de Matt Pagett, Berkeley, 2007). Comer, Susi come: mientras yo estaba se zamp¨® cuatro barras de pan. De la flatulencia, tan com¨²n en los elefantes y ya se?alada por el Peudo-Arist¨®teles, no o¨ª (ni ol¨ª) nada.
La historia de Susi es triste, tipo Dickens, y m¨¢s si te la cuentan los de Libera. Nacida en estado salvaje en 1973, vivi¨® ocho a?os sola en un parque tem¨¢tico en Benidorm hasta que recal¨® en 2002 en el zoo de Barcelona. All¨ª trab¨® amistad con Alicia, otra elefanta. Pero, y a partir de aqu¨ª mejor que no lean las almas sensibles porque viene gore, la compa?era enferm¨® por ingesta de juguetes en 2008 y se le practic¨® la eutanasia. Para ello, describen los animalistas detalladamente, primero la calmaron con dardos disparados con rifles en una acci¨®n cineg¨¦tica digna de Jim Sutherland que coincidi¨® con la visita de un colegio de Cadaqu¨¦s, para alucine de los ni?os y la natural alarma de Susi, que lo vio todo (y con lo que les cuesta olvidar a los elefantes). Luego, siempre en la versi¨®n de Libera, cortaron el cad¨¢ver de Alicia con una motosierra (!) y dejaron los trozos junto a su amiga toda la noche. ?Jes¨²s! No es raro que Susi entrara en depresi¨®n.
La llegada de una segunda elefanta, Yoyo, no ha funcionado: las chicas no se entienden y viven separadas, aunque ocasionalmente entrelazan sus trompas componiendo estampas desaconsejables para los que fuimos traumatizados con Dumbo.
As¨ª las cosas, con la alarma de los de Libera, yo enfrascado en las deyecciones de Susi y ella, imagino, confundiendo el ruido de las excavadoras con el de la motosierra, el grupo de ERC en el Ayuntamiento de Barcelona -vean lo candente del tema- present¨® una moci¨®n, ayer, para que se traslade a la elefanta al zool¨®gico de estilo safari Sigean (entre Narbona y Perpi?¨¢n) como apremian a hacer desde hace dos a?os los animalistas. De paso, Esquerra propone que deje de haber elefantes en el zoo barcelon¨¦s y que se levante un "memorial" a los 20 paquidermos que han vivido en el recinto, no consta si con estatuas.
Aprovechando la ocasi¨®n, hablo con el l¨ªder municipal de ERC, Jordi Portabella, un pol¨ªtico cabal siempre que no lo cabrees. Si ya discutimos agriamente en su d¨ªa por el gorila blanco, temo lo que puede dar de s¨ª un elefante. Pero Portabella se muestra muy sosegado. Las cosas est¨¢n claras, dice, lo de Susi con Yoyo no ha funcionado, Susi no est¨¢ bien, algo le pasa, hay que actuar, solucionarlo. Los elefantes caminan 30 kil¨®metros diarios, son gregarios, inteligentes, el zoo no da de s¨ª. No quiere personalismos, pero me recuerda que es et¨®logo, que ¨¦l tom¨® la decisi¨®n de que se fuera el oso polar, y me menciona su preocupaci¨®n por los tigres. Le doy la raz¨®n en todo y me marcho de nuevo a ver a Susi.
Tal como est¨¢n las cosas, no hay que dejarla ni un momento sola.
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