Ortograf¨ªa
Me ha tocado estas semanas pasadas enterarme de un gran despliegue de p¨¢ginas, ondas y pantallas, en torno a los arreglos de la Academia con la ortograf¨ªa del espa?ol. Tanto descaro, que las mayor¨ªas (no lo que quede de gente o pueblo) admiran, tragan y se callan, me obliga a volver aqu¨ª a soltar cuatro perogrulladas sobre el asunto, ya que no las sueltan otros.
La ortograf¨ªa del espa?ol no es mala por esos melindres de si se autoriza o no a escribir el acento de este o solo ni porque a la y se le llame y griega o ye: esta ortograf¨ªa es mala y detestable porque, por ejemplo, desde que el espa?ol oficial perdi¨® el fonema H (que algunos dialectos mantienen hasta casi hoy en uso, cuando dicen "hambre", "hondo" o "ahogar"), los doctos del XVII o ya acad¨¦micos del XVIII quedaban con las manos libres para jugar con la letra h y mandar que lo que en castellano se ven¨ªa escribiendo omre o aver se escribiera hombre y haber, en vista de que en lat¨ªn (como doctos que eran, sab¨ªan su poquito de lat¨ªn) se hab¨ªa escrito homine y habere; o porque, una vez que en castellano se hubo anulado la oposici¨®n de fonemas que hac¨ªa distinguir en la escritura lo que en la lengua se distingu¨ªa, cavar (o, lo que era lo mismo, cauar) y lavor, pero caber y sabor, las letras b y v (cuando en el XVIII acab¨® de distinguirse de u) quedaban abandonadas a las decisiones de los cultos, que ordenar¨ªan escribir boca o hierba, no por nada, sino porque en lat¨ªn eran bucca o herba, pero vaca y cuervo, porque en lat¨ªn hab¨ªan sido uacca y coruo, y los imperfectos de la 1?, que durante siglos, hab¨ªan sido en castellano y se hab¨ªan escrito con ava, cuando ya la distinci¨®n de las letras b/v no respond¨ªa a nada en la lengua, mandar¨ªan que se escribieran con aba, porque as¨ª se escrib¨ªan en lat¨ªn.
La cultura, que es el poder, ha arrebatado a la gente el don de escribir como se habla
La ortograf¨ªa del espa?ol es casi tan mala como la del ingl¨¦s o la del franc¨¦s
Puede que estas te parezcan un par de inocentes pedanter¨ªas de los cultos, pero, ah lector, como la cultura es el poder, han acarreado que la gente, a la que se ha hecho perder el don de escribir como se habla, no sepa a qu¨¦ atenerse con la h, la b o la v, y deba, para "escribir bien", o sea demostrar su cultura, recurrir a la autoridad, necesite manuales de ortograf¨ªa y, en el colmo del progreso, el tocho de 800 p¨¢ginas de Ortograf¨ªa de la Academia.
Y no digamos (EL PA?S, 16 de diciembre de 1991, Esplicando trasgresiones de ost¨¢culos subcoscientes) de los casos en que, introduci¨¦ndose m¨¢s y m¨¢s cultismos en la lengua, la ortograf¨ªa acad¨¦mica se aten¨ªa sin reparo a lo que en la lengua de origen se escribiera, llegando a producir cosas como extra?o, obscuro o transporte, que nadie hab¨ªa jam¨¢s o¨ªdo en castellano, pero que, por fuerza de la cultura, algunos locutores concienzudos hasta llegaban a pronunciarlas.
En una palabra: la ortograf¨ªa del espa?ol es mala, y casi tan mala como la del ingl¨¦s o la del
franc¨¦s, en el sentido de que es una constante traici¨®n a lo que hay de veras en la fon¨¦mica y prosodia de la lengua, y costituye as¨ª una serie sin fin de tropiezos y de trampas para la gente, que habla as¨ª de bien como habla gracias a que no sabe c¨®mo lo hace y que, puesta a escribir, desear¨ªa que le dejaran escribir sencillamente como se habla.
Y eso era tan f¨¢cil... No tiene usted m¨¢s que ver c¨®mo, para escribir lenguas que no se hab¨ªan escrito nunca, se han inventado escrituras decentes, con m¨¢s o menos acierto, y menos o m¨¢s intromisi¨®n de pedanter¨ªas de poca monta, pero que responden a lo que era la vocaci¨®n de la escritura misma, y de la alfab¨¦tica en especial, que era reproducir visualmente todos (o al menos los principales) y solos los entes y reglas que en la lengua hubiera; as¨ª, para los cientos de lenguas, africanas, amerindias, polinesias, australianas, que desde hace un par de siglos han venido a escribirse por obra de ling¨¹istas, doctos, pero con sentido com¨²n de lo que era la funci¨®n de una escritura; o ah¨ª cerca tienen el caso de la lengua vasca, en sus dialectos o ya unificada, para la que los entendidos honestos han establecido una escritura normal, que no tiene por qu¨¦ tenderle al lector trampas graves para entrar al menos a la fon¨¦mica de la lengua.
Y aun para las lenguas cargadas con una manipulaci¨®n eclesi¨¢stica y cultural como las eslavas o las germ¨¢nicas, se crearon escrituras (la cir¨ªlica para escribir en antiguo b¨²lgaro la Biblia o en g¨®tico la de Ulfilas, o las que se usaron para escribir los cantos n¨®rdicos de la Eda o el Beowulfo en antiguo ingl¨¦s) que respond¨ªan sin duda a las lenguas vivas, y que, por varios avatares, han venido a dar en escrituras de lenguas nacionales, como la del ruso o la del alem¨¢n, que, pese a algunas complicaciones engorrosas como la de juntar dos y hasta tres letras para escribir un fonema (al. sch), dan cuenta debidamente, si no de la prosodia, al menos de la fon¨¦mica de sus lenguas; y, lo que es m¨¢s y bien cercano, cuando se hizo precisa para el italiano una "revoluci¨®n desde arriba" de las escrituras, no fue tan dif¨ªcil establecer una que, salvo las mismas torpezas o engorros ocasionales, no enga?a tampoco mayormente al lector sobre lo que haya de veras en la lengua.
Me queda solo por hoy razonar un poco de por qu¨¦ es que puedan o deban alcanzar tan gran atenci¨®n, propaganda y esplendor, las nader¨ªas de las reglas de ortograf¨ªa: es que para el poder, para sus Estados y capitales, es de primera importancia procurar que se confunda la lengua con la escritura (y con la cultura en general), ya que la escritura (lo mismo la tradicional que sus versiones inform¨¢ticas y digitales) es algo que se puede manejar desde arriba, por leyes y por escuelas, que se compra y se vende y vale dinero y promoci¨®n en la sociedad y el r¨¦gimen, mientras que la lengua es la sola m¨¢quina que se le da a cualquiera gratuitamente, que no es de nadie y nadie puede mandar en ella, que tiene sus propias leyes, secretas, en las que autoridad ninguna puede intervenir (como puede en la escritura) y tampoco en los cambios que una lengua realice en sus leyes de vez en cuando, sin que nadie personalmente lo decida, sino una asamblea an¨®nima que bulle ah¨ª por debajo de las almas. Y claro est¨¢ que una cosa como esta es un peligro constante para el orden, que necesita que eso no exista o, si tal ideal no acaba de cumplirse, que por lo menos se oculte y se confunda con otras cosas manejables, y que no se sepa que la hay y que sigue viva.
Agust¨ªn Garc¨ªa-Calvo es catedr¨¢tico em¨¦rito de Filolog¨ªa Cl¨¢sica de la Universidad Complutense de Madrid.
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