La tit¨¢nica coartada de Bor¨ªs Pasternak
La versi¨®n cinematogr¨¢fica de 'Doctor Zhivago' ha enterrado a la novela que le sirvi¨® de inspiraci¨®n. Es una obra maestra que no solo cuenta una historia de amor sino que denuncia la opresi¨®n en la Uni¨®n Sovi¨¦tica
Ni por una voluntad de realismo llevada al l¨ªmite ni tampoco por una insoslayable exigencia compositiva de la novela necesitaba Bor¨ªs Pasternak escribir primero, y publicar despu¨¦s, las poes¨ªas de su personaje Yuri Andr¨¦yevich Zhivago. Los editores m¨¢s tempranos no supieron bien qu¨¦ hacer con ellas, en unas ocasiones imprimi¨¦ndolas como ap¨¦ndices de la narraci¨®n y, en otras, arranc¨¢ndolas de su lugar original e insert¨¢ndolas en un volumen diferente. La alternativa escogida por la traductora al espa?ol de Doctor Zhivago, Marta Reb¨®n, no solo parece responder mejor a la verdadera intenci¨®n de Pasternak, seg¨²n quienes lo conocieron, sino que permite una aproximaci¨®n distinta y m¨¢s estimulante a la novela. Siguiendo el texto considerado como definitivo que fij¨® el hijo del escritor, Yevgeni, Reb¨®n ha incluido las poes¨ªas de Zhivago como un cap¨ªtulo m¨¢s, el ¨²ltimo, de su reciente y magn¨ªfica traducci¨®n. No se trata de una decisi¨®n anodina: gracias a esta ubicaci¨®n, el lector est¨¢ en condiciones de advertir la estrategia literaria de Pasternak al crear un personaje que escribe unas poes¨ªas de las que, a su vez, el autor es el propio Pasternak.
Una nueva traducci¨®n al espa?ol permite una lectura m¨¢s estimulante y m¨¢s cercana al original
La ficci¨®n fue el territorio de libertad para expresar lo que el poder trataba de mantener en el silencio
Doctor Zhivago, una de las grandes novelas rusas del siglo XX, logr¨® compaginar en pocos a?os el ¨¦xito m¨¢s fulgurante con el m¨¢s persistente desconocimiento. Los personajes que imagin¨® Pasternak han llegado a formar parte de la limitada galer¨ªa de seres de ficci¨®n de los que se tiene noticia en cualquier lengua, lo mismo que algunas de sus peripecias imaginadas aunque situadas en el contexto hist¨®rico de la Primera Guerra Mundial, la Revoluci¨®n de Octubre, la guerra civil rusa o las purgas del estalinismo. Pero esos personajes familiares en todas las latitudes solo guardan una remota relaci¨®n con los que Pasternak hizo deambular por su relato. La raz¨®n de esta paradoja habr¨ªa que buscarla en la pel¨ªcula de David Lean estrenada en 1965, interpretada por unos actores que, desde entonces, han monopolizado la fisonom¨ªa y los gestos de las criaturas de Pasternak. Zhivago tiene la mirada conmovida de Omar Shariff, y su complexi¨®n y su bigote. Larisa Fiodor¨®vna, la arrebatadora belleza de Julie Christie, su misma melena rubia y sus mismos labios carnosos. Y Tonia Aleks¨¢ndrovna Gromeko, los rasgos misteriosos de Geraldine Chaplin interpretando a una mujer enga?ada que alcanza a distinguir entre las acciones que reclama su dolor ¨ªntimo y las que exige una ¨¦poca feroz.
Pero el peso de la pel¨ªcula en el conocimiento de los personajes de Pasternak no se explica solo por el ¨¦xito que cosech¨® David Lean, ratificado por cinco oscars, entre ellos el que se concede al mejor gui¨®n adaptado. Tuvo que concurrir adem¨¢s otro fen¨®meno que sigue siendo, en ¨²ltimo extremo, el que explica que la admiraci¨®n por la pel¨ªcula conviva con una relativa indiferencia hacia la novela. No es el ¨²nico ejemplo en el que la obra cinematogr¨¢fica sepulta a la obra literaria que le sirve de inspiraci¨®n; lo que s¨ª resulta singular en el caso de Doctor Zhivago es que la novela enterrada bajo el ¨¦xito de su versi¨®n cinematogr¨¢fica sea una obra maestra, cuya lectura no puede en absoluto excusarse por los indicios de su valor que ofrecen las im¨¢genes de David Lean. No porque estas sean mejores o peores, sino porque la novela de Pasternak es una cosa y su versi¨®n cinematogr¨¢fica, otra distinta. Si esta es una historia de amor ambientada en la Revoluci¨®n de Octubre que ha logrado conmover a un p¨²blico mayoritario, el texto de Pasternak es un grito de desesperada disidencia en el que, adem¨¢s de la historia de amor, hay v¨ªctimas y verdugos sacrificados a un est¨¦ril e irrealizable ideal, vidas e inteligencias prometedoras devastadas por el fanatismo, camarillas de oportunistas que logran medrar y mantenerse a flote. Incluso la corrosi¨®n del tiempo sobre las pasiones tiene cabida en la novela, no en los fotogramas de la pel¨ªcula: Yuri Zhivago, vencido por la enfermedad y el desenga?o, contraer¨¢ un tard¨ªo y anodino matrimonio tras la forzosa separaci¨®n de Lara.
Fue este crudo retrato de la realidad rusa bajo el r¨¦gimen comunista, y no la historia de amor que contiene Doctor Zhivago, lo que har¨ªa que la Academia Sueca decidiera en 1958 conceder el Premio Nobel a Bor¨ªs Pasternak tras la publicaci¨®n de la novela en Italia, donde el manuscrito hab¨ªa llegado de forma clandestina. Para comprender c¨®mo esta distinci¨®n se acab¨® volviendo contra Pasternak y contra su novela es preciso tener presente que el anterior galardonado hab¨ªa sido Albert Camus. Jean-Paul Sartre, entonces en la cima de su poder sobre la intelectualidad europea, hab¨ªa juzgado la noticia como la prueba incontestable de que el autor de El extranjero se hab¨ªa convertido en un escritor burgu¨¦s. La concesi¨®n a Pasternak, a un disidente, a un cr¨ªtico de la Revoluci¨®n y del r¨¦gimen que hab¨ªa alumbrado, amigo de otros sospechosos cuyo destino fue m¨¢s tr¨¢gico que el suyo como Anna Ajm¨¢tova, Marina Tsvet¨¢ieva u Ossip Mandelstam, ven¨ªa a confirmar que el Nobel era un premio militante, un instrumento de la propaganda capitalista contra la doctrina del comunismo y contra la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Adem¨¢s, Pasternak hab¨ªa recibido el apoyo de Camus, con quien mantuvo una breve correspondencia en la que se expresaban un mutuo y sentido reconocimiento.
Si en Occidente la imagen que se impuso de Doctor Zhivago fue la de un texto contrarrevolucionario, simple carnaza para la maquinaria ideol¨®gica de Hollywood, en la Uni¨®n Sovi¨¦tica fue Pasternak el que qued¨® sometido a un implacable acoso. El Nobel lo proteg¨ªa contra la c¨¢rcel, la tortura o la ejecuci¨®n, pero no contra el insulto, el desprestigio o la eventual expulsi¨®n de su pa¨ªs: como "cerdo que caga donde come" fue descrito en un plenario del Comit¨¦ Central de las Juventudes Comunistas en presencia de Jruchov. El hijo del escritor, Yevgeni, ha evocado en diversas ocasiones -una de las ¨²ltimas en Madrid, con motivo de la presentaci¨®n de la ¨²ltima edici¨®n de la novela- la escena en la que Pasternak anunci¨® a su familia la decisi¨®n de renunciar al Premio Nobel. Estaban en su residencia de Pered¨¦lkino, y el escritor no lo hizo tanto por evitarse nuevos problemas como por ahorr¨¢rselos a su compa?era Olga Ivinskaya, en quien las autoridades sovi¨¦ticas contaban con cobrarse la venganza. Tras comunicar su decisi¨®n, cuenta Yevgeni, Pasternak, desencajado, emprendi¨® un paseo solitario por los alrededores de la casa. El gesto fue en vano: poco despu¨¦s de la muerte del escritor en 1960, Olga Ivinskaya fue internada en el gulag.
Al incluir las poes¨ªas de Zhivago como ¨²ltimo cap¨ªtulo de la novela, la edici¨®n considerada definitiva y que ha servido de base a la traducci¨®n espa?ola de Marta Reb¨®n hace mucho m¨¢s que restituir la integridad del texto seg¨²n lo concibi¨® Pasternak, seg¨²n quienes lo conocieron. En realidad, permite advertir la estrategia literaria que hay detr¨¢s de la composici¨®n de Doctor Zhivago; una estrategia que evoca la de otros autores que, siglos antes de Pasternak, buscaron como ¨¦l en la ficci¨®n un inestable territorio de libertad para expresar cuanto el poder trataba de mantener en el silencio. Si Fernando de Rojas aseguraba que ¨¦l no concibi¨® La Celestina sino que se limit¨® a completar una obra cuyo primer cap¨ªtulo hab¨ªa encontrado por azar; si Cervantes declaraba haber hallado el manuscrito ar¨¢bigo del Quijote y no tener m¨¢s responsabilidad en el texto que el de ofrecer una traducci¨®n; si Jonathan Swift publicaba de forma an¨®nima Los viajes de Gulliver y aseguraba que se trataba de una relaci¨®n entregada por el protagonista a un tal Richard Sympson, que los dio a la imprenta, Pasternak cre¨® un personaje, Yuri Zhivago, al que convertir en autor de unas poes¨ªas que rechazaban y contradec¨ªan las exigencias impuestas por la jerarqu¨ªa art¨ªstica en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Poes¨ªas de amor, poes¨ªas dedicadas a las figuras religiosas del cristianismo y a sus fiestas, poes¨ªas que expresaban la intimidad en un mundo que la declar¨® abolida: el fil¨®sofo Gy?rgy Luk¨¢cs las consider¨® como las m¨¢s hermosas en lengua rusa, y estimaba por ello que Pasternak hab¨ªa causado un da?o irreparable a la causa comunista al asign¨¢rselas al contrarrevolucionario Zhivago.
En realidad, Pasternak se hab¨ªa valido de una novela como tit¨¢nica coartada para escribir unas poes¨ªas que, de haberlas firmado como autor, y no a trav¨¦s de la m¨¢scara de Zhivago, habr¨ªan sido despreciadas y censuradas por el poder. Al presentar como autor a Zhivago, una criatura de ficci¨®n, Pasternak lanzaba al poder tras la pista de un fantasma, mientras pon¨ªa a salvo las poes¨ªas. La prueba es que Luk¨¢cs las consideraba una creaci¨®n sublime de la lengua rusa mientras censuraba la novela.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.