De T¨²nez a Egipto
El vendaval de libertad que sacude los pa¨ªses ¨¢rabes desde la inmolaci¨®n del joven tunecino Mohamed Buazizi el pasado 17 de diciembre rompe una serie de clich¨¦s y lugares comunes s¨®lidamente enquistados en la opini¨®n europea y en nuestros Gobiernos: el de su fatalismo y resignaci¨®n a la arbitrariedad y el de la incompatibilidad absoluta entre islam y democracia.
Diremos de entrada que todas las religiones monote¨ªstas son contrarias a priori a aquellos sistemas de gobierno que escapan a su poder: la historia espa?ola, con la alianza sagrada del Trono y el Altar y el recurso a la divinidad para encubrir las dictaduras de espadones, es un buen ejemplo de ello. Los viajeros franceses e ingleses que recorr¨ªan la Pen¨ªnsula sol¨ªan recurrir al almac¨¦n de t¨®picos sobre nuestro presunto apego -salvo en breves momentos de incontrolado furor- al absolutismo mon¨¢rquico y a la iglesia en la que se apoyaba. Las experiencias frustradas en la Primera y Segunda Rep¨²blica abundaban en ello. Hasta hace menos de cuatro d¨¦cadas Espa?a era gobernada por un Caudillo por la gracia de Dios.
Dichos prejuicios omiten el hecho de que la rebeli¨®n de los pueblos sojuzgados por el miedo, la injusticia y la ignorancia se incuba en silencio pero un conjunto de factores imprevisibles puede hacerla inflamar.
Aunque la situaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica de T¨²nez y Egipto sean muy dis¨ªmiles, la chispa que ha prendido en ambos tiene un elemento en com¨²n: el hartazgo de una gerontocracia que tiende a perpetuarse en el poder mediante una encubierta sucesi¨®n din¨¢stica que bloquea toda posibilidad de cambio. El r¨¦gimen de Ben Ali era un Estado policiaco que controlaba estrechamente cualquier se?al de desafecci¨®n, mientras acallaba el descontento de una buena parte de la poblaci¨®n a cambio de concederle un nivel de vida decente que no abarcaba todo, como han mostrado los hechos a los habitantes del interior y del sur.
El T¨²nez que visit¨¦ por ¨²ltima vez hace poco m¨¢s de 10 a?os (El Magreb a vuelo de p¨¢jaro, EL PA?S, 1999), evocaba en muchos aspectos la Espa?a de la Restauraci¨®n y la de las dictaduras del siglo que dejamos recientemente atr¨¢s. El de un r¨¦gimen pol¨ªtico en apariencia moderado y pro-occidental sostenido por la Uni¨®n Europea en cuanto firme baluarte frente al extremismo islamista. Quienes conoc¨ªamos el nepotismo y corrupci¨®n del clan Ben Ali-Trabelsi, nos pregunt¨¢bamos c¨®mo pod¨ªa mantenerse indefinidamente, y la mejor respuesta que he le¨ªdo hasta la fecha es la siguiente: "El moderantismo se instala para siempre mediante una corta oligarqu¨ªa de hombres entendidos en la Administraci¨®n y en los negocios, y acaba por anexionarse el Estado, convirti¨¦ndolo en dependencia de un partido. Su pol¨ªtica consiste en hallar un orden legal que cubra el despotismo, y en cebar las ambiciones con el fomento de los intereses materiales. Sus armas: el autoritarismo y la corrupci¨®n".
Pero dicho retrato no es el de T¨²nez sino el de la Espa?a del siglo XIX trazado por Manuel Aza?a en su ensayo Tres generaciones del Ateneo. El "arte de fabricar parlamentos sin diputados de la oposici¨®n", el descr¨¦dito de los partidos pol¨ªticos, la fachada supuestamente democr¨¢tica eran comunes a nuestros antepasados y a los tunecinos y egipcios de hoy.
En el Egipto de Mubarak la situaci¨®n es m¨¢s grave que en el T¨²nez de Ben Ali: a la saciedad de unas ¨¦lites educadas y de una clase media empobrecida hay que sumar la pobreza en la que vive sumido el grueso de la poblaci¨®n. M¨¢s del 20% de esta subsiste con dos euros al d¨ªa y quien gana el equivalente de 100 mensuales se considera afortunado. En 2008, despu¨¦s de 10 a?os de ausencia, descubr¨ª que el nivel de vida de la mayor¨ªa de los egipcios hab¨ªa descendido a¨²n y el abismo entre quienes acaparan la riqueza del pa¨ªs y quienes no poseen nada se hab¨ªa profundizado. La situaci¨®n era explosiva y el contagio inmediato de la revuelta tunecina no me sorprendi¨®. El rostro acartonado del Fara¨®n profusamente retratado en las avenidas y plazas de El Cairo parec¨ªa un insulto a los millones de j¨®venes sin trabajo ni expectativas de cambio. Resulta dif¨ªcil prever hoy el resultado de la actual explosi¨®n, de esos "d¨ªas de ira" que encienden a la poblaci¨®n egipcia y la empujan a desafiar la represi¨®n brutal de un poder asediado y exhausto.
El levantamiento espont¨¢neo de los tunecinos y egipcios propagado por las redes sociales creadas por Internet y la telefon¨ªa m¨®vil no obedece a las consignas de ning¨²n jefe o partido: los ex s¨²bditos convertidos en ciudadanos que expresan su exasperaci¨®n han roto con la psicolog¨ªa que sustenta la fidelidad y con el reflejo de sumisi¨®n al poder. Los peligros que acechan a dichos movimientos son el consabido recurso al Ej¨¦rcito como instrumento de salvaci¨®n o a su recuperaci¨®n por los movimientos islamistas. Con todo, estos ¨²ltimos parecen haber aprendido la lecci¨®n de sus anteriores fracasos: su apoyo a la candidatura de El Baradei y la referencia a Turqu¨ªa son otras tantas razones que inducen a la esperanza en un cambio real y democr¨¢tico.
Juan Goytisolo es escritor.
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