?douard Glissant, el autor que acu?¨® la "criollizaci¨®n"
Hay escritores para los que no hay poes¨ªa sin po¨¦tica ni po¨¦tica sin pol¨ªtica, en el sentido m¨¢s amplio de los tres t¨¦rminos. ?douard Glissant, que ayer muri¨® en Par¨ªs a los 82 a?os, era uno de ellos. Naci¨® en septiembre de 1928 en Sainte-Marie, en la isla caribe?a de la Martinica. Consciente de que era fruto de una sociedad matriarcal, sol¨ªa recordar las palabras de su madre, analfabeta: "Coge el libro y recita". ?l fue un aplicado estudiante que termin¨® doctor¨¢ndose por La Sorbona.
Glissant empez¨® publicando poes¨ªa y ensayo, pero fue la novela El largarto, Premio Renaudot, la que lo consagr¨® internacionalmente en 1958. El hecho de que no fuera publicada en Espa?a hasta 2001 da una idea de la elasticidad (hisp¨¢nica) de esos dos t¨¦rminos: consagraci¨®n e internacional. Durante a?os, fue m¨¢s f¨¢cil o¨ªr su nombre entre los te¨®ricos de la literatura y los cr¨ªticos de arte que entre los lectores. A unos les interesaban su concepto de criollizaci¨®n ("un mestizaje consciente de s¨ª mismo"), a los otros, sus ideas sobre la po¨¦tica relacional, desgranada en una serie formada por Sol de la conciencia, Po¨¦tica de la relaci¨®n o Tratado de Todo-Mundo.
Para el escritor antillano, la globalizaci¨®n no es m¨¢s que una estandarizaci¨®n, una forma negativa de mestizaje. La forma positiva ser¨ªa lo que ¨¦l llamaba mundualidad (para evitar el t¨¦rmino mundializaci¨®n, muy frecuente en franc¨¦s), la posibilidad de cada cultura de reafirmarse en las otras. Se trata, seg¨²n ¨¦l, de pensar la historia no como algo cerrado sino como algo abierto. No un continente sino un archipi¨¦lago. No habr¨ªa, as¨ª, identidad propia sin relaci¨®n con el otro. Pero relaci¨®n no es disoluci¨®n. No es extra?o que no le gustase el concepto de literatura universal: "De existir, ser¨ªa abstracta y sin contenido, a fuerza de querer desprenderse de todo arraigo territorial, de todas sus particularidades. Lo universal es, en realidad, una sublimaci¨®n de lo particular".
Para ¨¦l, el Caribe, escenario del ensayo de todos los imperialismos, era un espacio multirracial y pluriling¨¹e que se miraba m¨¢s en el espejo de Brasil que en el te¨®rico, y ret¨®rico, melting pot de Estados Unidos, el pa¨ªs en el que ¨¦l mismo fue profesor de literatura durante a?os. Fruto de ellos fue, en 1996, uno de sus grandes libros Faulkner, Mississippi (Turner).
Tres a?os antes, hab¨ªa participado en la creaci¨®n del Parlamento de Escritores, del que fue vicepresidente en un tiempo en el que su comisi¨®n ejecutiva contaba con autores como J. M. Coetzee, Pierre Bourdieu o Toni Morrison.
Sus editores franceses trabajaron con ¨¦l hasta el final. El a?o pasado, de hecho, public¨® dos libros que resumen bien sus preocupaciones: Filosof¨ªa de la relaci¨®n y La intratable belleza del mundo, un ensayo dirigido a Barack Obama, el primer presidente estadounidense negro. "El racismo", hab¨ªa dicho en los a?os cincuenta, "no es lo que me oprime sino lo que me lastra".
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