Una expresi¨®n ciudadana
Las manifestaciones que se est¨¢n dando en T¨²nez, primero, y Egipto, a continuaci¨®n, son ante todo un movimiento ciudadano. No se limita a una revuelta popular, ni a una sublevaci¨®n social por las p¨¦simas condiciones socioecon¨®micas en que se vive. Es una demanda firme de ejercer sus derechos de ciudadan¨ªa. Y est¨¢n todos juntos, musulmanes, cristianos, islamistas, laicos, clases medias, estudiantes, intelectuales. Desde hace a?os todas las encuestas sociol¨®gicas que regularmente se hacen entre las opiniones p¨²blicas ¨¢rabes nos estaban diciendo sistem¨¢ticamente que su principal aspiraci¨®n era gozar de un Estado de derecho. Pocos atend¨ªan a este sustancial dato, tan ocupados siempre en el peligro islamista, el velo isl¨¢mico, preservar el statu quo... De ah¨ª la sorpresa.
Los ¨¢rabes quieren la democracia, para sorpresa de algunos. Y est¨¢n preparados para ejercerla
La idea de una supuesta minor¨ªa de edad pol¨ªtica ¨¢rabe es colonial
Parece que a los ¨¢rabes les gusta la democracia, para sorpresa probablemente de algunos. Y parece que est¨¢n preparados para ejercerla. Se sienten ciudadanos y quieren serlo. La sorpresa viene, en todo caso, de la err¨®nea interpretaci¨®n de identificar reg¨ªmenes con pa¨ªs, y de no prestar atenci¨®n a las enormes din¨¢micas de cambio y maduraci¨®n ciudadana que las mujeres, los j¨®venes y la mayor parte de la sociedad estaban realizando desde hace a?os en esos pa¨ªses. No se ha mirado a la sociedad, solo a los sistemas pol¨ªticos.
En esas sociedades, las mujeres (con velo y sin ¨¦l) est¨¢n haciendo su particular revoluci¨®n silenciosa contra el patriarcado y est¨¢n participando activamente en esa gran reivindicaci¨®n ciudadana, y en general los j¨®venes (el 70% de la poblaci¨®n tiene menos de 30 a?os), principalmente urbanos, muy politizados y con una mayoritaria preparaci¨®n universitaria y diplomada, representan un enorme potencial para el desarrollo democr¨¢tico y socioecon¨®mico del pa¨ªs. Y si este se trunca, representan por el contrario un inmenso desaf¨ªo de alienaci¨®n ciudadana con indeseables evoluciones.
Se est¨¢ viendo con simpat¨ªa esta movilizaci¨®n porque, y es totalmente cierto, es civil y los partidos islamistas no han desempe?ado ning¨²n papel. Y eso es bueno porque ni ellos, ni ning¨²n otro partido, podr¨¢ reclamar legitimidad alguna de origen. La legitimidad m¨¢s que nunca es de la ciudadan¨ªa entera, con todas las ideolog¨ªas presentes. Pero ello no significa que no vayan a tener un papel que jugar en la transici¨®n democr¨¢tica si esta se desarrolla bien. En el caso de T¨²nez, donde acaba de llegar Rachid Gannuchi, l¨ªder carism¨¢tico de En Nahda, el movimiento islamista va a recuperar base social. En Egipto, laoposici¨®n pol¨ªtica m¨¢s estructurada y con base social son los Hermanos Musulmanes. Su perfil de actuaci¨®n est¨¢ siendo deliberadamente bajo (En Nahda ha anunciado que no presentar¨¢ candidatura a la presidencia de T¨²nez). Esta posici¨®n responde a la conciencia de que cualquier viso de protagonismo islamista puede ofrecer el tan ¨²til argumento del "peligro islamista" para perder el sustantivo apoyo externo a la reivindicaci¨®n ciudadana y quebrar la unidad interna existente.
De hecho, los menos interesados en que esa evoluci¨®n democr¨¢tica se desarrolle son quienes est¨¢n intentando poner en primera l¨ªnea de la informaci¨®n el riesgo de que Egipto sucumba en manos de radicales islamistas. Pero la cuesti¨®n que se plantea es que si se impone la din¨¢mica democr¨¢tica, los nada radicales islamistas del Nahda tunecino y de los Hermanos Musulmanes egipcios estar¨¢n presentes en el proceso, y eso no debe privar de legitimidad ni apoyo a la tan necesaria transici¨®n democr¨¢tica. Podr¨ªamos en este caso adaptar la famosa frase clintoniana a: "?Es la democracia, est¨²pido!". La pertinaz actitud de elegir unilateralmente a los actores que deben participar en la escena pol¨ªtica en esta parte del mundo en nombre de sus ciudadanos ha hecho ya todo su fracasado recorrido. Como tambi¨¦n lo han hecho las propuestas diversas de reforma pol¨ªtica edulcorada y para la galer¨ªa internacional que desde finales de los ochenta se han prometido sin resultado pr¨¢ctico alguno. El momento y el discurso de la reforma est¨¢ caducado, ahora es el tiempo de la transici¨®n democr¨¢tica, y lo que esos ciudadanos ¨¢rabes est¨¢n expresando es lo mismo que los ciudadanos espa?oles pedimos con la misma firmeza y entusiasmo hace m¨¢s de 35 a?os.
La dimensi¨®n del cambio es, sin duda, de gran alcance porque supone modificar los par¨¢metros sustanciales de la pol¨ªtica internacional en esta regi¨®n. Dejar de entender el statu quo como sin¨®nimo de estabilidad porque, por el contrario, ha engendrado rabia, humillaci¨®n, pobreza, extremismos. Afrontar que se podr¨¢ tener buenos aliados pero no clientelas. Y eso tiene muchas consecuencias en esta parte del mundo.
El caso de Egipto es, en este sentido, mucho m¨¢s desafiante. Su peso simb¨®lico y estrat¨¦gico es determinante, y sin duda preocupa a muchos el alcance que tendr¨ªa su cambio de r¨¦gimen. Pero el nacionalismo que tambi¨¦n alimenta la rebeli¨®n es otro componente sustancial a tener en cuenta para valorar la fuerza de la movilizaci¨®n. Los egipcios se saben referencia de toda la regi¨®n y han digerido muy mal su p¨¦rdida de influencia regional, desplazada a otras partes del mundo ¨¢rabe, las consideradas excesivamente estrechas relaciones con Israel, y su gran debilitamiento intelectual, otrora l¨ªder y pionero en la producci¨®n cultural ¨¢rabe. Todos estos factores, unidos a una profunda alienaci¨®n contra un sistema que les ha marginado, empobrecido y despreciado, se han convertido en una explosiva alquimia de componentes, verdadero polvor¨ªn en la actualidad. Por todo ello, la quiebra o intento de rendici¨®n de esta rebeli¨®n ciudadana egipcia (promoviendo el caos, el enfrentamiento violento y la provocaci¨®n) augura un m¨¢s que probable ba?o de sangre que ni el nacionalista Ej¨¦rcito egipcio, actor fundamental, ni la comunidad internacional pueden permitir. Las consecuencias ser¨ªan desastrosas (m¨¢s violencia, m¨¢s radicalizaci¨®n, m¨¢s inestabilidad).
Pero tambi¨¦n es cierto que si la transici¨®n democr¨¢tica arraiga, es necesario un sustancial apoyo econ¨®mico internacional que acompa?e al fr¨¢gil proceso pol¨ªtico. Durante mucho tiempo se ha defendido en Europa que invertir en el desarrollo econ¨®mico era la clave para contribuir a la transformaci¨®n de esos pa¨ªses, desentendi¨¦ndose de las cl¨¢usulas que vinculaban esa pol¨ªtica al avance democr¨¢tico (como establec¨ªa la declaraci¨®n de Barcelona, los acuerdos de libre comercio, la nueva pol¨ªtica de vecindad, etc¨¦tera). Los resultados han sido escasos y ef¨ªmeros. Es ahora, en el apoyo al desarrollo econ¨®mico acompa?ado de democracia, donde los actores exteriores tienen una verdadera baza que jugar: siendo fieles a sus propias definiciones, declaraciones y objetivos y dejando de lado los hegemonismos trasnochados que con cierto regusto colonial se han justificado por una pretendida minor¨ªa de edad pol¨ªtica ¨¢rabe. El car¨¢cter ciudadano de estas manifestaciones los ha definitivamente liquidado.
Gema Mart¨ªn Mu?oz es directora general de Casa ?rabe y profesora de Sociolog¨ªa del Mundo ?rabe e Isl¨¢mico de la UAM.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.