A cualquier cosa le llaman contempor¨¢neo
En alguna ocasi¨®n he escrito que no es f¨¢cil ser contempor¨¢neo del presente (que nadie me malinterprete: no me cito a m¨ª mismo como si fuera un cl¨¢sico vivo, sino para advertir al lector de que me estoy repitiendo). El r¨®tulo pensamiento contempor¨¢neo (o filosof¨ªa contempor¨¢nea) es goloso, sin duda. Hoy intentan atribu¨ªrselo especialmente aquellos que tienen m¨¢s severas deudas con el pasado, confiando -muchos de ellos no pueden ocultar la tradici¨®n de pensamiento m¨¢gico-religiosa de la que proceden- en que el nombre haga la cosa, y que -viejo ejercicio de logomaquia- baste con reclamarse de un periodo para estar a la altura del mismo. Pero, qu¨¦ le vamos a hacer, si alg¨²n asunto no es cosa de meras palabras es precisamente ¨¦ste, por m¨¢s que tales palabras puedan venir sancionadas por una oficina, un negociado, o incluso un departamento de prensa editorial.
Estamos asistiendo a una proliferaci¨®n de discursos que persigue restaurar un discurso de ra¨ªces profundamente religiosas
Contempor¨¢neo designa una tarea, implica un desaf¨ªo, que incluso va m¨¢s all¨¢ del esfuerzo -nada menor, por cierto- por hacer inteligible el presente: convoca a hacerlo habitable. De la ¨²nica forma que el pensamiento es capaz de hacerlo, esto es, produciendo m¨¢s pensamiento, dando que pensar, cuestionando lo existente, revelando su contingencia. Dej¨¢ndonos, en definitiva, ante el ineludible reto de explicitar -y decidir- qu¨¦ queremos hacer con (y en) este mundo. Esto es lo que una y otra vez escamotean esos nuevos contempor¨¢neos del pasado (como ide¨®logos, sin duda, se les hubiera definido cuando el t¨¦rmino ideolog¨ªa todav¨ªa era de curso legal) que intentan quedarse con el santo y la limosna de todo lo que hoy estamos en condiciones de pensar.
Que nadie piense que lo anterior constituye una especie de atribuci¨®n de intenciones al bulto, de imposible especificaci¨®n. M¨¢s bien al contrario, cuesta poco se?alar las formas concretas que adopta esta paulina conversi¨®n de algunos a la contemporaneidad. Al igual que el reloj parado, que dos veces al d¨ªa da bien la hora, los personajes a los que me vengo refiriendo (y los denomino as¨ª porque, adem¨¢s de ser personas concretas, tienen algo de tipos ideales weberianos) se han encontrado con el inesperado regalo de que algunas de sus posiciones de siempre parecen haber mutado de signo, resultando susceptibles de ser interpretadas, por arte de birlibirloque, como especialmente adecuadas al momento actual: fueron anticomunistas, de matriz inequ¨ªvocamente conservadora, en el pasado y mantener esa misma actitud ahora -hundimiento del socialismo real mediante- puede hasta llegar a resultar de buen tono en determinados ambientes, incluidos algunos sedicentemente progresistas; abrazaban en su momento, con p¨ªo entusiasmo, la identificaci¨®n entre Estado y una determinada confesi¨®n religiosa y hoy se suman con el mismo entusiasmo -aunque con la piedad guarecida a buen recaudo- a la cr¨ªtica a lo que les encanta denominar laicismo trasnochado, y as¨ª sucesivamente.
Si en su momento pudo se?alarse que el ocaso de la idea de futuro hab¨ªa convertido el pasado en el territorio de un conflicto (en muchos casos, en el nuevo territorio de la pol¨ªtica) en estos momentos convendr¨ªa reconsiderar esa formulaci¨®n y se?alar que tal vez hoy el territorio privilegiado del conflicto sea la idea misma de contemporaneidad. Sin duda estamos asistiendo a una proliferaci¨®n de discursos que, utilizando una clave supuestamente ¨¦tico-humanista (los valores -sin especificar nunca cu¨¢les, por cierto- parecen haberse convertido en el ¨²ltimo gran negocio relacionado con las ideas en estos tiempos de inquietante posmodernidad, por decirlo a la manera de Ratzinger), persigue restaurar, maquill¨¢ndolo apenas levemente, un discurso de ra¨ªces profundamente religiosas.
En realidad, est¨¢bamos advertidos. Quienes buscan imponer su relectura del pasado lo hacen siempre, por definici¨®n, mirando de reojo al presente, esperando que la nueva legitimaci¨®n obtenida de su revisi¨®n les permita, por fin, el asalto de una contemporaneidad que les hab¨ªa sido reiteradamente negada. Pero no podemos hacer como si nada hubiera pasado en materia de pensamiento. El rancio humanismo todav¨ªa vigente en el sentido com¨²n de nuestra ¨¦poca representa algo distinto a lo que nombra, se nos ense?¨® hace ya mucho (y se nos indic¨® muy claramente las oscuridades que de verdad representaba). Hay un pasado que se expande y crece adentr¨¢ndose en el presente, aspirando a ocupar por completo su espacio, tutelando todas sus representaciones. De ese pasado hay que defenderse. O, cuando menos, no queda otra que intentar resistirse a ¨¦l. Con las modestas armas que nos han sido dadas (de las que los libros consignados a continuaci¨®n constituyen una buena muestra). Intentando pensar, a sabiendas de que pensar es siempre pensar desde alg¨²n sitio y que, por tanto, la pluralidad es consustancial a la tarea.
Tal vez esta voluntad de resistencia a un determinado pasado constituya una pretensi¨®n desequilibrada, pero es mucho lo que se encuentra en juego. Se trata, en ¨²ltima instancia, de no dar completamente por perdida esa peque?a ilusi¨®n en la que se dilucida nuestra supervivencia, a saber, la de que lo que hay no es del todo una condena, sino m¨¢s bien una desafortunada contingencia.
50 pensadores contempor¨¢neos esenciales. John Lechte. Traducci¨®n de Carmen Garc¨ªa Trevijano. C¨¢tedra. Madrid, 2010. 5? edici¨®n actualizada y puesta al d¨ªa. 315 p¨¢ginas. 18,20 euros. Historia de la Filosof¨ªa Moderna y Contempor¨¢nea. Diego S¨¢nchez Meca. Dykinson. Madrid, 2010. 694 p¨¢ginas. 48 euros. Pir¨¢mides de tiempo. Historias y teor¨ªa del d¨¦j¨¤ vu. Remo Bodei. Traducci¨®n de Juan Antonio M¨¦ndez. Pre-Textos. Valencia, 2010. 228 p¨¢ginas. 15 euros. Temperamentos filos¨®ficos. De Plat¨®n a Foucault. Peter Sloterdijk. Traducci¨®n de Jorge Seca. Siruela. Madrid, 2010. 140 p¨¢ginas. 16,95 euros. Manuel Cruz, premio Espasa de Ensayo 2010 por su libro Amo, luego existo. Los fil¨®sofos y el amor, es editor del volumen colectivo Las personas del verbo (filos¨®fico), que se publicar¨¢ en Herder.
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