Carrete, el Fred Astaire gitano
Parec¨ªamos los dos unos cowboys de medianoche paseando por Barcelona. Pero ¨¦l me cog¨ªa del brazo se?orialmente y nuestras fatigas no eran otras que meternos en el primer bar que nos gustase. Se?orialmente, Javier, as¨ª es como hay que vivir. El Carrete de M¨¢laga lleva en los pies la prehistoria del flamenco. No s¨¦ qu¨¦ edad tengo, Gabriel. Y yo le repito que me llamo Javier. ?Eso, Javier! ?Qu¨¦ gracia tienes! Ha venido a bailar al Tablao Cordob¨¦s con la Ca?eta y Cancanilla, y han estado quince d¨ªas ense?¨¢ndoles a los turistas que el flamenco es un rito viejo que se alimenta de carne humana. En mayo vuelve a Barcelona para la XVIII edici¨®n de Flamenco Ciutat Vella, dedicada a Enrique Morente. Se?orialmente, Javier, ahora nos metemos en cualquier bar para desayunar una tila y un donu. El Carrete es un heterodoxo al que todos los grandes admiran. Hoy lleva su abrigo largo azul, traje y chaleco. Quiere que vayamos luego a una sombrerer¨ªa. Tengo en mi casa trescientas chaquetas porque no quiero volver a pasar m¨¢s fr¨ªo. T¨² no te figuras el fr¨ªo que he pasao. Una vez que nev¨® en M¨¢laga, siendo yo chiquitiyo, se me congelaron las piernas y me tuvieron que llevar a la casa de socorro. El Carrete baila como ha vivido, sin dejarse mandar. A los m¨²sicos los trae locos. Pero quien manda es ¨¦l. Cada d¨ªa baila unas alegr¨ªas diferentes y siempre los deja con la boca abierta. ?C¨®mo se puede ser tan cabal sin obedecer a nada? Cuando nac¨ª, mi padre, que era esquilador, me cort¨® el cord¨®n umbilical con unas tijeras de pelar burros. Desde peque?o lo ¨²nico que yo quer¨ªa era bailar. Empec¨¦ bailando en lo alto de una carreta de trigo y desde entonces tengo las espigas clavadas en las plantas de los pies y el ritmo met¨ªo en la cabeza. El soniquete lo cog¨ª en la calle, en Jerez; ya hay muy pocos bailaores que lo tengan. Al Carrete va a verle, siempre que act¨²a, Israel Galv¨¢n, y quienes saben dicen que hay una l¨ªnea recta del uno al otro. ?No he pasao yo hambre, Javier! Arrancaba las papas del suelo helao y me las com¨ªa con tierra y por eso ahora soy un ¨¢rbol, dice, y se arborea moviendo los brazos y abre las manos como garras congeladas. Ahora estoy lleno de tierra por dentro. ?Te quieres creer que he bailao desde Oslo hasta Los ?ngeles y nunca hab¨ªa visto Barcelona?
"Arrancaba las papas del suelo 'helao' y me las com¨ªa con tierra"
?Qu¨¦ parejas est¨¢n aqu¨ª las casas! El Carrete se maravilla con los edificios del barrio de la Ribera. ?Y esta casa, con la esquina tan estrecha! En Santa Maria del Mar ha pasado la mano por los sillares y se ha humedecido los dedos en el agua improfanable de una pila. La primera vez que hice el amor fue con una coja y la puse derecha debajo de unas escaleras. A m¨ª, la que me enderez¨® en la vida fue una mujer que tuve en Madrid, que era institutriz de unos marqueses. Ella me ense?¨® a comportarme se?orialmente. Quer¨ªa que nos cas¨¢ramos, pero yo ya estaba casao; entonces la met¨ª en una iglesia de Chamber¨ª, dimos una vuelta por dentro y le dije que nos hab¨ªamos casao por el rito gitano. Otra vez me enamor¨¦ de una danesa y me fui con ella a Copenhague. Y otra me cas¨¦ con una americana que se llamaba Laura, pero no me preguntes su apellido porque no me acuerdo. Nos casaron en Santa M¨®nica por el rito morm¨®n. Me pusieron delante de un cura con sombrero y levita, y con un mont¨®n de gente con los pelos en coleta. Ella era patinadora y su padre escritor, estaba todo el d¨ªa escribiendo en un yate. Pero tuve que irme desegu¨ªa porque la gachona me estaba dejando seco. Venga envergar. Parec¨ªa la boca un besugo. Entonces le dije: tumorrou tique Espa?a, me voy con mis bambinos. Y me volv¨ª con mis hijos. Ahora me he comprado un libro de ortograf¨ªa para escribir mejor. Al Carrete le han hecho un libro de memorias Francis M¨¢rmol y Paco Roji, y lo han titulado Carrete al comp¨¢s de la vida. Se ha tra¨ªdo un pu?ado de ejemplares al Tablao Cordob¨¦s para repartirlos; para que se le vea en las fotos con sus amigos y compa?eros, grandes figuras del baile como Carmen Amaya, la Repompa de M¨¢laga, Antonio el Bailar¨ªn, Antonio Gades, actores como Sean Connery, Anthony Quinn... La otra noche se qued¨® mirando un retrato de Charles Bronson en un bar del Paralelo y exclam¨®: ?con ese de la foto me he emborrachao! T¨² no tienes idea del fr¨ªo que yo he pasao, Javier. En M¨¢laga me met¨ªa en el cine para estar caliente. All¨ª ve¨ªa las pel¨ªculas de Fred Astaire, y me di cuenta de que aquel gach¨® bailaba por buler¨ªas. Se me hac¨ªa la boca agua viendo los pollos que se com¨ªan en las pel¨ªculas, y me propuse vivir se?orialmente. El anhelo de Carrete es actuar en un teatro de Broadway y anunciarse en letras grandes de ne¨®n: Carrete, el Fred Astaire gitano. En sus cuadros flamencos Carrete sale con un bast¨®n como homenaje a Fred Astaire, y mezcla el claqu¨¦ con las buler¨ªas. Es que son lo mismo, mira, y entonces hace el comp¨¢s con los dedos encima de la mesa. ?No ves? Tambi¨¦n sale zapateando sentado en una silla como si fuera el ni?o al que se le helaron las piernas, y otras veces se agacha como un cosaco de los coros rusos para bailar en cuclillas. Hay tanta mezcla en el mundo que somos an¨®nimos, suspira Carrete, y sigue: yo la poes¨ªa en vez de explicarla con las frases la explico con los pies. Carrete fue tambi¨¦n amigo de Farruco, el abuelo de Farruquito, y cuenta de ¨¦l que ten¨ªa un baile de gitano canastero puro. Los gitanos canasteros ¨¦ramos gitanos pobres, que viv¨ªamos debajo de los puentes. Mi madre, la Carreta, ten¨ªa en el pelo tres caracolillos y los civiles se los cortaron porque la pillaron con contrabando. Se met¨ªa el trigo en las enaguas y dec¨ªa que estaba pre?¨¢. Una vez se las rajaron y delante de m¨ª la dejaron en cueros. Al Carrete lo que m¨¢s le gusta de Barcelona es pasear por el puerto y mirar el mar. Unos italianos que le estuvieron viendo la noche anterior le reconocen y le gritan: ?Flamenco bueno! Entonces alza su nariz grande como una pir¨¢mide y le brilla el pelo lacio y negro. Javier, tengo el pelo brillante de haber com¨ªo tanto pan con aceite. El ¨²ltimo d¨ªa, cuando nos separamos a pie de taxi, desapareci¨® se?orialmente porque dec¨ªa que no le gustan las despedidas. Al d¨ªa siguiente llam¨® desde Torremolinos para contar que estaba de nuevo en la escuela de baile, que se notaba triste, que echaba de menos Barcelona y que se hab¨ªa dejado el bast¨®n en el tablao, que se lo guardaran.
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