Egipto tal vez no sea T¨²nez
Hay que desechar la idea de que los recientes levantamientos populares responden a una ¨²nica 'revoluci¨®n ¨¢rabe' que emite en la misma longitud de onda de T¨²nez a San¨¢, pasando por Alejandr¨ªa
Por supuesto, la Revoluci¨®n de los Jazmines tunecina y la revuelta que se est¨¢ desarrollando en Egipto tienen algunos puntos en com¨²n:
-El despotismo de Mubarak, al menos tan abyecto como el de Ben Al¨ª.
-El muro de miedo que ahora se derrumba.
Las cien flores de una libertad de expresi¨®n sin precedentes que eclosionan aqu¨ª y all¨¢ -?acaso no se dec¨ªa en Egipto que el ¨²nico lugar en el que se pod¨ªa abrir la boca era el dentista?
La belleza de la insurrecci¨®n; su dignidad; esa cadena humana -por ejemplo- que se organiz¨® espont¨¢neamente para proteger el Museo de El Cairo, despu¨¦s de que unos saqueadores se introdujeran en ¨¦l.
La demanda de democracia. Ya hac¨ªa tiempo que nos repet¨ªan machaconamente que hay pueblos ontol¨®gicamente ajenos a la reivindicaci¨®n democr¨¢tica y que no tienen derecho a ella. Pues bien, hoy ha quedado claro que eso era falso, y la prueba la tenemos tanto en El Cairo como en T¨²nez.
Las dictaduras militares resisten mientras lo hace el ej¨¦rcito y solo se desmoronan cuando este las abandona
Los insurgentes de El Cairo no tienen un enemigo, sino dos: Mubarak y los Hermanos Musulmanes
Por no hablar del malestar de las grandes potencias, parejo en ambos casos, que ha llevado a China (a la que habr¨¢ que acostumbrarse a situar entre las m¨¢s grandes de las grandes potencias) a bloquear la palabra "Egipto" en su red de microblogging Sina.
No obstante, las situaciones no son id¨¦nticas y, pese a las ideas precocinadas que est¨¢n circulando, las diferencias pesan m¨¢s que los puntos comunes.
Para empezar, Mubarak no es exactamente Ben Al¨ª y, d¨¦spota por d¨¦spota, este ofrecer¨¢ mayor resistencia que aquel, como demuestra la diab¨®lica habilidad con la que, desde las primeras horas del movimiento, retir¨® a la polic¨ªa de la calle, abri¨® las puertas de las prisiones y dej¨® que los maleantes invadieran la capital y aterrorizasen a las clases medias.
Adem¨¢s, el de Ben Al¨ª era un r¨¦gimen policial, mientras que el de Mubarak es una dictadura militar. Los reg¨ªmenes policiales, con sus redes de confidentes, agentes dobles y polic¨ªas infiltrados, perduran mientras los pueblos tienen miedo y caen cuando estos se rebelan; las dictaduras militares, con revueltas o sin ellas, resisten mientras lo hace el ej¨¦rcito y solo se desmoronan cuando este las abandona.
Y, precisamente, el ej¨¦rcito egipcio no es el tunecino: fue el engendrador del r¨¦gimen con Nasser y su pilar con Sadat; hoy, al cabo de treinta a?os de estado de excepci¨®n, no solo es la osamenta del Estado, sino de una parte de la sociedad. ?Alguien puede imaginar que este ej¨¦rcito meta a Mubarak en un avi¨®n tan pronto como hizo el tunecino con Ben Al¨ª y no conserve, de una forma u otra, el control del pa¨ªs?
La democracia se aprende deprisa. Lo repito: nada ni nadie puede condenar a una sociedad a la no-democracia. Pero ser¨ªa absurdo negar que, por el momento, la madurez del pueblo tunecino, su cultura pol¨ªtica y su nivel de alfabetizaci¨®n no est¨¢n presentes en las zonas rurales del Alto Egipcio ni en El Cairo, en cuyos barrios destartalados -como es el caso de Shubra, al norte de la megal¨®polis- subsisten millones de habitantes para quienes el ¨²nico horizonte cotidiano son los dos d¨®lares que les permitir¨¢n sobrevivir un d¨ªa m¨¢s.
Sobre todo porque no hay que olvidar que Egipto carga con un lastre que en T¨²nez pod¨ªa considerarse insignificante, y es el islamismo radical. Es cierto que hasta ahora los Hermanos Musulmanes han demostrado una extrema prudencia, pero no lo es menos que su peso pol¨ªtico sigue intacto (en 1987, la hermandad fue el motor de la Alianza Isl¨¢mica que, pese a un fraude masivo, obtuvo 60 esca?os en el Parlamento), ni su influencia sobre las organizaciones sociales del pa¨ªs (por ejemplo, en marzo de 2005 conquistaron la mayor¨ªa de los esca?os del sindicato de abogados) o su presencia, desde la noche del 27, en todas las manifestaciones (solo hay que comparar la cantidad de mujeres veladas o vestidas de negro que se ven en las escasas im¨¢genes que nos llegan a trav¨¦s de las redes sociales, con las que se ve¨ªan en las im¨¢genes procedentes de T¨²nez). Por tanto, el riesgo de que terminen recogiendo los r¨¦ditos de la ca¨ªda de Mubarak y, en consecuencia, de que Egipto vire hacia un fundamentalismo de Estado y llegue a ser al sunismo lo que Ir¨¢n es al chiismo, no es desde?able.
Con todo esto quiero decir que los insurgentes de El Cairo no tienen un enemigo, sino dos: Mubarak y los Hermanos Musulmanes.
Con todo esto quiero decir que lo que est¨¢ ocurriendo ante nuestros ojos no es un solo acontecimiento, sino dos: una revoluci¨®n exitosa en T¨²nez y otra, la de El Cairo, que a¨²n est¨¢ intentando definir su identidad.
Con todo esto quiero subrayar que, para reflexionar sobre tales sucesos, para comprenderlos en toda su singularidad y contribuir a que terminen dando lo mejor de s¨ª mismos, hay que deshacerse de las ideas preconcebidas, empezando por la de una ¨²nica "revoluci¨®n ¨¢rabe" que emite en una misma longitud de onda y a la que habr¨ªa que saludar en id¨¦nticos t¨¦rminos desde T¨²nez a San¨¢, pasando por Alejandr¨ªa.
Al fin y al cabo, la Revoluci¨®n Francesa tuvo su fase democr¨¢tica; a continuaci¨®n, su fase de terror y, finalmente, su fase termidoriana -sin contar con el culto al Ser supremo, su momento teocr¨¢tico-. ?Y si fuera eso lo que est¨¢ sucediendo, pero a escala mundial y no a la de un pa¨ªs? ?Y si el mismo mundo pudiera ser escenario simult¨¢neamente, o casi, de revoluciones espont¨¢neamente democr¨¢ticas (T¨²nez), inmediatamente terroristas (Teher¨¢n) o posiblemente teocr¨¢ticas (un Egipto en el que no se frenara a tiempo a los Hermanos Musulmanes)? ?Y si, en ese mundo como en los dem¨¢s, nos atrevi¨¦semos a so?ar con unas revoluciones que se saltaran sus etapas funestas para entrar directamente en un dichoso Termidor (en el momento en el que escribo, esa es la aspiraci¨®n de las fuerzas vivas de la revoluci¨®n que est¨¢ en marcha en Egipto)? Es una hip¨®tesis. Pero tiene el m¨¦rito de decir por qu¨¦ se lucha y contra qui¨¦n.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
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