Jes¨²s Aguirre, el 'aristo-¨¢crata'
En estos d¨ªas se pone a la venta Aguirre, el magn¨ªfico, de Manuel Vicent, una biograf¨ªa libre y novelada de un personaje irrepetible: Jes¨²s Aguirre, sacerdote, editor, director general de m¨²sica y decimoctavo duque de Alba.
"El 23 de abril de 1985, en la Universidad de Alcal¨¢, el novelista Torrente Ballester acababa de pronunciar en el paraninfo el discurso de aceptaci¨®n del Premio Cervantes, y despu¨¦s de la ceremonia, con la imposici¨®n de la inevitable medalla, se celebraba un vino espa?ol en el severo claustro renacentista. Bandejas de canap¨¦s y chorizos de Cantimpalos, cuya grasa brillaba de forma obscena bajo un sol de primavera, pasaban a ras del pecho de un centenar de invitados, gente de la cultura, escritores, pol¨ªticos, editores, poetas. Uno de ellos era Jes¨²s Aguirre, duque de Alba. Lo descubr¨ª en medio del sarao, transfigurado, redivivo, como reci¨¦n descendido del monte Tabor. Me acerqu¨¦ y le dije bromeando: "Jes¨²s, ?puedo tocarte para comprobar si eres mortal?". El duque me contest¨®: "Querido, a ti te dejo que me toques incluso las tetillas". Vista la proposici¨®n, expresada con una dosis exacta de iron¨ªa y malicia, le confes¨¦ que me propon¨ªa saludar al Rey, pero que en este caso prefer¨ªa la compa?¨ªa de un Alba a la de un Borb¨®n. "?No conoces a Su Majestad?". El duque tir¨® de m¨ª para conducirme ante la presencia del monarca".
"Jes¨²s Aguirre, como personaje, pod¨ªa desafiar a cualquier ejemplar de 'La corte de los milagros"
"Nunca imagin¨¦ que el cura Aguirre se convertir¨ªa en duque de Alba, y Solana, en jefe de la OTAN", afirm¨® Pradera
"Eran los zapatos del padre de Cayetana, al que Jes¨²s llamaba su suegro con todo desparpajo"
"Don Juan Carlos vest¨ªa chaqu¨¦, empu?aba una vara de mando, se adornaba con el tois¨®n de oro, un collar¨®n con 14 chapas doradas, instituido en 1430 por Felipe III de Borgo?a en honor de sus 14 amantes. Nuestro Rey luc¨ªa esa orden y ahora estaba rodeado de tunos cuarentones que se daban con la pandereta en la cabeza, en el codo, en las nalgas, en los talones y le cantaban as¨®mate al balc¨®n carita de azucena y no s¨¦ qu¨¦ m¨¢s, como si fuera una se?orita casadera. Jes¨²s Aguirre se abri¨® paso en el enjambre de guitarras y plantado ante el Rey dijo muy entonado: "Majestad, le presento a mi futuro bi¨®grafo". Y?a continuaci¨®n pronunci¨® mi nombre y apellido, mascando con fruici¨®n las s¨ªlabas de cada palabra. El Rey ech¨® el tronco atr¨¢s con una carcajada muy espont¨¢nea y exclam¨®: "Co?o, Jes¨²s, pues como lo cuente todo, vas aviado".
"Esta salida tan franca no logr¨® que el duque agitara una sola pesta?a, sino una sonrisa c¨ªnica, marca de la casa. En ese momento, entre el rey de Espa?a, el duque de Alba y este simple paisano apareci¨® a media altura una bandeja de aluminio llena de chorizos de regular tama?o, cada uno traspasado por un mondadientes, como se ven en la barra de los bares de carretera a merced de los camioneros. Una se?ora vestida en traje regional, de alcarre?a o algo as¨ª, ofreci¨® el presente con estas palabras: "?Un choricito, Majestad?". Y Su Majestad exclam¨®: "?Hombre, un chorizo! ?Venga, a por ¨¦l!". Jes¨²s Aguirre, obligado tal vez por el protocolo, alarg¨® tambi¨¦n la mano. Con un chorizo ib¨¦rico en el aire trincado con el mondadientes, Su Majestad me dijo: "Y t¨² qu¨¦, ?no te animas?". Contest¨¦ algo confuso: "No puedo, se?or, estoy cultivando una ¨²lcera de duodeno con mucho cari?o".
As¨ª comienza Manuel Vicent su nuevo libro, Aguirre, el magn¨ªfico (Alfaguara), una biograf¨ªa novelada de uno de los personajes m¨¢s peculiares e interesantes del mundo de la religi¨®n, la cultura y la aristocracia del pasado siglo. De hecho, el nuevo t¨ªtulo de Vicent -que lleva el subt¨ªtulo Retablo ib¨¦rico- trasciende lo meramente biogr¨¢fico para perge?ar una visi¨®n colectiva de la Espa?a y las gentes de la cultura que cubren el abanico cronol¨®gico y vital de Jes¨²s Aguirre, es decir, los dos ¨²ltimos tercios del siglo XX. Todos los p¨¢rrafos entrecomillados que se publican a continuaci¨®n son extractos del mencionado libro.
"Puesto que me hab¨ªa nombrado su bi¨®grafo oficial siendo testigo el rey de Espa?a, lament¨¦ no tener el talento de Valle-Incl¨¢n, ya que Jes¨²s Aguirre, como personaje, pod¨ªa desafiar con ventaja a cualquier ejemplar de La corte de los milagros. Seg¨²n Valle-Incl¨¢n, el esperpento consiste en reflejar la historia de Espa?a en los espejos deformantes del callej¨®n del Gato. Si este hijo natural, cl¨¦rigo volteriano, luego secularizado y transformado en duque de Alba, se hubiera expuesto ante esos espejos, probablemente los habr¨ªa roto en pedazos sin tocarlos o tal vez en el fondo del vidrio polvoriento habr¨ªa aparecido la figura del Capit¨¢n Ara?a".
"Primero Jes¨²s Aguirre fue asesor de publicaciones religiosas. Despu¨¦s se hizo cargo de Cuadernos Taurus, pero al tomar por asalto el mando absoluto de la editorial qued¨® desbancado su predecesor Garc¨ªa Pav¨®n, el autor manchego del detective Plinio, y el esp¨ªritu de Tomelloso pas¨® a la est¨¦tica de la Escuela de Fr¨¢ncfort. Los partidarios de Garc¨ªa Pav¨®n, al verlo en la calle, contraatacaron y en las mesas del caf¨¦ Gij¨®n aparecieron octavillas mal¨¦volas en las que se dec¨ªa que, m¨¢s que de Adorno y Walter Benjamin, el cura Aguirre entend¨ªa de j¨®venes griegos y en ese asunto era todo un Plat¨®n. "?Me puedes decir qu¨¦ significa esto de Plat¨®n?" —se preguntaban los enemigos del cura en el caf¨¦—. "?Ten¨ªa Plat¨®n un d¨¢lmata?". Pero las calumnias cesaron y Jos¨¦ Luis Aranguren, llamado por algunos Amarguren, ya hab¨ªa dejado de ser un moralista cenizo y despu¨¦s de fumarse unos porros con los estudiantes en el campus de La Jolla se hab¨ªa tra¨ªdo del exilio la felicidad californiana que impart¨ªa Marcuse para convertirse en el intelectual de guardia en Taurus a pleno rendimiento, y en el palacete de la plaza del Marqu¨¦s de Salamanca comenzaron a entrar y salir Fernando Savater, Juan Benet, Javier Pradera, Juan Garc¨ªa Hortelano, Jaime Salinas y los catalanes Gil de Biedma, Carlos Barral y Jos¨¦ Mar¨ªa Castellet. Nunca se hab¨ªa visto hasta entonces una editorial con perro de lujo incorporado".
Una de las etapas importantes en la vida de Jes¨²s Aguirre fue la de sacerdote, y m¨¢s concretamente, los a?os que ofici¨® en la Iglesia de la Ciudad Universitaria. Esta es una m¨¢s de las m¨²ltiples an¨¦cdotas que jalonan su excepcional vida: "Tiempo despu¨¦s, cuando esa misa era un suceso m¨ªstico y social donde se daban cita seres muy evanescentes, sucedi¨® un percance que alcanz¨® la cota m¨¢xima de la est¨¦tica. Al parecer, uno de sus amigos predilectos, con quien el cura hab¨ªa establecido una relaci¨®n particular, lo hab¨ªa abandonado. El ne¨®fito hab¨ªa perdido la fe, hab¨ªa dejado la pr¨¢ctica religiosa y hab¨ªa desaparecido de su vida. Hac¨ªa casi un a?o que no se ve¨ªan y se condol¨ªa de su ausencia. Jes¨²s Aguirre ignoraba su paradero, le dijeron que se hab¨ªa ido a Par¨ªs, pero un domingo de primavera en que el cura lo daba por perdido y rememoraba aquel platonismo griego como una amarga dulzura del coraz¨®n, el amigo torn¨® al redil y acudi¨® a misa. Cuando Jes¨²s Aguirre se volvi¨® hacia los fieles para decir dominus vobiscum, de pronto, con los brazos abiertos, vio muy sorprendido a su amigo, que sonre¨ªa sentado en la cabecera del primer banco. El cura tambi¨¦n le sonri¨® y, en lugar de decir dominus vobiscum, realiz¨® un silencio muy medido, cinco segundos de eternidad, y despu¨¦s, con los ojos fijos en su amigo recuperado, exclam¨®: "Bonjour, tristesse". Qui¨¦n era ese amigo no lo supe hasta unos a?os m¨¢s tarde".
Pero sin duda el momento de mayor esplendor en la vida de Jes¨²s Aguirre comienza el 16 de marzo de 1978, d¨ªa en que se casa con Cayetana Fitz-James Stuart, duquesa de Alba, lo que le permitir¨¢ en convertirse en el decimoctavo duque de Alba hasta el momento de su muerte, en mayo de 2001.
"Los novios partieron de luna de miel a un castillo de Biarritz y los acompa?¨® Pedrusco D¨ªez, el amigo de Jes¨²s desde los tiempos primeros de Taurus, al que no hab¨ªa renunciado. No se sabe si tambi¨¦n fue con ellos el mast¨ªn blanco. Despu¨¦s de la ceremonia, Javier Pradera y Clemente Auger se encontraron con Felipe Gonz¨¢lez en el restaurante El Chulet¨®n. "Venimos de la boda de un ser permanente, t¨² eres provisional", comentaron, y pocos a?os despu¨¦s Pradera a?adi¨® a esta lecci¨®n de ontolog¨ªa: "Existen dos cosas que nunca pude imaginar, que el cura Aguirre se convertir¨ªa en duque de Alba y que Solana llegar¨ªa a ser jefe de la OTAN". Pero el decimoctavo duque de Alba dir¨ªa que lo que m¨¢s le cost¨® en el palacio de Liria hab¨ªa sido "encontrar los interruptores".
Tras la boda y el viaje de novios, Jes¨²s Aguirre recibe en el palacio de Liria a algunos de sus amigos. Vicent relata en su texto una de las visitas que realiz¨® al mencionado palacio: "Entre las docenas de t¨ªtulos nobiliarios que ostenta la Casa de Alba, Cayetana le hab¨ªa ofrecido la oportunidad de que escogiera el que m¨¢s le gustara. "Querido —me dijo—, imagino que no te sorprender¨¢ que haya elegido el de conde de Aranda, un ilustrado, un afrancesado enciclopedista, que introdujo la modernidad en Espa?a. Pero este t¨ªtulo solo lo uso cuando viajo de inc¨®gnito". Cuando Jes¨²s Aguirre me pregunt¨® si quer¨ªa contemplar el famoso retrato de Cayetana de Alba, pintado por Goya, o leer la carta aut¨®grafa de Crist¨®bal Col¨®n y el testamento de Felipe II o tener en mis manos la primera edici¨®n del Quijote, que se conservaban en el archivo de la familia, le dije que prefer¨ªa que me mostrara primero su fondo de armario".
"No lo dud¨® un segundo. Junto con el escritor Juan Garc¨ªa Hortelano le segu¨ª los pasos por varios salones en penumbra, que era como hacer espeleolog¨ªa en la gruta del gran drag¨®n. En la intimidad de unas estancias privadas hab¨ªa un gran vestidor forrado de caoba. En una tabla al pie de las cajoneras se alineaban varias docenas de zapatos, pod¨ªan ser 50 o 100, entre ellos algunos pares de terciopelo en forma de botines de media ca?a como los que calzaban los pajes de Lorenzo el Magn¨ªfico, en Florencia, seg¨²n aparecen en el cuadro de Gozzoli El cortejo de los Reyes Magos".
"Eran los zapatos del padre de Cayetana, que fue embajador en Londres, al que Jes¨²s llamaba su suegro con absoluto desparpajo. Abri¨® el primer armario y apareci¨® un mono color azul mah¨®n desgastado. "Jacobo, mi suegro, el embajador, era muy elegante. En Londres, durante la guerra, en la embajada cenaba siempre con esmoquin. Cuando empezaba el bombardeo, los famosos V-2, entraba el mayordomo, le ayudaba a quitarse el esmoquin y le pon¨ªa este mono de obrero por si se desplomaba el techo, le cubr¨ªa la cabeza con un casco de acero y segu¨ªa cenando como si nada. A veces me visto con este mono para escribir los art¨ªculos de EL PA?S. Un d¨ªa voy a recibir con ¨¦l a Javier Pradera y a Juan Benet. Tambi¨¦n uso los zapatos de mi suegro, aunque algunos me aprietan demasiado porque calzo un n¨²mero m¨¢s", dijo. A continuaci¨®n abri¨® otra hoja de un armario y nos mostr¨® un uniforme colgado en la primera palomilla. Era un uniforme de capit¨¢n general, de color azul oscuro, con los correspondientes entorchados, las estrellas de cuatro puntas y bastones de mando en las hombreras y en la gorra de plato. "A ver si sab¨¦is a qui¨¦n pertenec¨ªa", pregunt¨®. Garc¨ªa Hortelano coment¨® con iron¨ªa "que pod¨ªa ser de Franco, aunque aquel tirano era m¨¢s corto de talla".
"El uniforme pertenec¨ªa al rey don Juan Carlos. El duque cont¨® que era tradici¨®n de la monarqu¨ªa espa?ola regalar a la Casa de Alba el uniforme que ha llevado el rey en el acto de su coronaci¨®n o del juramento de la Constituci¨®n. Yo lo recordaba perfectamente, puesto que hab¨ªa asistido a aquel acto desde la tribuna de prensa en el Congreso de los Diputados. "?Lo usas alguna vez, Jes¨²s, en tus delirios de grandeza?", brome¨® Hortelano. "Delirios no, querido, lo m¨ªo son realidades de grandeza, aunque el Rey es mucho m¨¢s alto que yo. Puesto a travestirme, elegir¨ªa el vestido que luci¨® la reina Mar¨ªa Luisa de Parma el d¨ªa de su boda con Carlos IV", exclam¨® Jes¨²s Aguirre sacando un vestido de novia de otro Armario".
Aguirre, el magn¨ªfico. Retablo ib¨¦rico concluye con la muerte del protagonista del mismo, y as¨ª lo narra su autor: "En una habitaci¨®n de palacio rodeado de ¨®leos de Tiziano y de bombonas de ox¨ªgeno, con un libro de Goethe entre frascos de medicinas en la mesilla de noche, bajo el denso perfume de l¨¢udano, su ¨²ltimo incienso, expir¨® el decimoctavo duque de Alba, el 11 de mayo de 2001, a las cinco en punto de la tarde, cuando otros arist¨®cratas y terratenientes amigos ocupaban la barrera de las ventas en la tercera corrida de abono de la feria de San Isidro. Cayetana se encontraba en Sevilla entregando un premio a Curro Romero. Muri¨® solo y el llanto de la ambulancia, su ¨²nica pla?idera, fue lo ¨²ltimo que oy¨® Aguirre, el magn¨ªfico, en este mundo".
"Despu¨¦s son¨® Mozart para ilustrar la capilla ardiente, instalada en Liria, por donde desfilaron los amigos de su juventud, aquellos que compartieron con ¨¦l los sue?os del amor a la inteligencia, pero no llegaron todos. Unos hab¨ªan muerto, otros se encontraban en paradero desconocido. Jes¨²s Aguirre? fue enterrado al d¨ªa siguiente en el pante¨®n que la Casa de Alba posee en el convento de las madres dominicas en el pueblo de Loeches, a 28 kil¨®metros de Madrid. All¨ª consigui¨® escalar finalmente el h¨¦roe un gran sarc¨®fago de m¨¢rmol por cuya conquista luch¨® toda su vida".
'Aguirre, el magn¨ªfico. Retablo ib¨¦rico', de Manuel Vicent, est¨¢ publicado por la editorial Alfaguara.
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