M¨¦xico, seguridad y transici¨®n ¨¦tica
El crimen organizado ha sido golpeado como nunca en la historia de M¨¦xico, sin embargo, algunos piensan que enfrentar a estos criminales es "alborotar un avispero". Consideran que ser¨ªa m¨¢s efectivo negociar con los delincuentes, o creen posible una estrategia sin sacrificios. Esto, para lidiar con criminales que poseen miles de millones de d¨®lares, territorios, cultura propia, miles de bandidos armados y una extensa base social resultado de la intimidaci¨®n y el dinero. Como me dijo una vez el obispo m¨¢rtir salvadore?o, monse?or Romero, refiri¨¦ndose a esfuerzos inevitables: "No se puede limpiar una cloaca sin tener que soportar el mal olor".
Se dice que ser¨ªa mejor legalizar las drogas, pero, si no fue posible legalizar la marihuana en California, el Estado m¨¢s hippy del mundo, pretender consensos para legalizar todas las drogas en todo el mundo es por ahora ut¨®pico, aunque sea deseable. Es menos dif¨ªcil reducir el poder de los criminales, fortalecer las instituciones y combatir la complicidad social con el delito. Negocios il¨ªcitos van a seguir existiendo. Si no se puede acabar con el virus, hay que fortalecer las defensas.
Se necesita m¨¢s cultura de legalidad, m¨¢s inteligencia y menos viveza, m¨¢s civismo y menos cinismo
Durante a?os M¨¦xico fue un pa¨ªs seguro con polic¨ªas corruptas, eran parte del folclor. La seguridad descansaba en el control social del viejo r¨¦gimen pol¨ªtico. El crimen organizado era un problema local, est¨¢tico y de poca monta que administraban las polic¨ªas; ahora el crimen organizado es un problema global, expansivo y de grandes proporciones. Hace 10 a?os no exist¨ªa crimen organizado en Guatemala, ahora domina ese pa¨ªs. La ruta de la droga hacia Estados Unidos cambi¨® del Caribe hacia Centroam¨¦rica y M¨¦xico. En Estados Unidos se levant¨® la prohibici¨®n a la venta de armas autom¨¢ticas. Los carteles mexicanos pudieron as¨ª enriquecerse, armarse y comprarse a las polic¨ªas locales. Como un anuncio de la violencia que ven¨ªa, los polic¨ªas comenzaron a aparecer sistem¨¢ticamente involucrados en secuestros y asaltos. Los zetas, militares pertenecientes a la unidad de combate al narcotr¨¢fico, terminaron convertidos en un cartel. Los 35.000 muertos son proporcionales al vac¨ªo de autoridad provocado por 20.000 polic¨ªas depurados por corrupci¨®n. Recuperar instituciones de seguridad en manos de delincuentes no es igual que despedir bur¨®cratas, estos matan para defender su posici¨®n.
Hay crimen organizado cuando el Estado es cooptado por delincuentes y esto ocurre al convivir con criminales que terminan de patrones de polic¨ªas y militares. Colombia convivi¨® con "paramilitares, carteles y narcoguerrillas y termin¨® en una guerra que ha dejado m¨¢s de 200.000 muertos. En Guatemala la seguridad privada tiene tres veces m¨¢s hombres que la polic¨ªa y el Ej¨¦rcito juntos, y vive bajo un violento r¨¦gimen feudal de carteles, Estado y ej¨¦rcitos privados de empresarios. El crimen organizado no es un herpes, es un sida. La p¨¦rdida del monopolio de la fuerza por el Estado deriva invariablemente en violencia.
En M¨¦xico, la corrupci¨®n resolv¨ªa problemas funcionales y distribu¨ªa rentas en toda la pir¨¢mide social. Mientras en Latinoam¨¦rica los sindicalistas eran asesinados, en M¨¦xico se volvieron ricos y poderosos. El Estado derramaba dinero a muchos sectores y cooptar antes que reprimir era la norma. La cultura mexicana habla de esto cuando dice: "vivir fuera del presupuesto es vivir en el error"; "un pol¨ªtico pobre, es un pobre pol¨ªtico"; "el que no transa no avanza"; "polic¨ªa que quiere llegar a viejo, debe hacerse el pendejo", etc¨¦tera.
El crimen organizado no era considerado malo, sino inevitable. Ahora se culpa de la violencia a las operaciones de las fuerzas federales y no a la descomposici¨®n moral y social precedentes en polic¨ªas y comunidades. Es la crisis del anterior modelo de "administraci¨®n del delito" y la p¨¦rdida de funcionalidad de los viejos antivalores el problema principal. M¨¦xico necesita cultura de legalidad; requiere m¨¢s inteligencia y menos viveza; m¨¢s civismo y menos cinismo; solo as¨ª podr¨¢ construir una barrera moral entre sociedad y delito. Si ahora transa no avanza. Los colombianos descubrieron qui¨¦nes eran los malos cuando la violencia les lleg¨® a todos; antes de eso los traquetos, como llamaban a los narcos, eran personajes muy populares.
Mientras algunos capos son tratados como estrellas medi¨¢ticas, no hay en M¨¦xico reconocimiento social a los polic¨ªas y militares que cumplen su deber, cuando es el respeto de la sociedad lo que los dispone a aceptar sacrificios y les ayuda a que descubran que la honestidad es un valor rentable. En El Salvador y Nicaragua ni las polic¨ªas, ni los ej¨¦rcitos han podido ser cooptados por el crimen organizado, a pesar de tener menores salarios que en M¨¦xico. Su doctrina y ¨¦tica fueron reformadas por las guerras civiles y algo similar ha ocurrido en Colombia, donde ahora se define al polic¨ªa como "un ciudadano formador de ciudadanos". El polic¨ªa abusivo, ignorante y corrupto, termina convertido en delincuente en cualquier pa¨ªs. Para controlar la violencia y mejorar la eficacia es indispensable ahora la reconstrucci¨®n y transformaci¨®n ¨¦tica de las instituciones de seguridad. Lograr esa reconstrucci¨®n es el reto para pol¨ªticos, acad¨¦micos, empresarios y toda la sociedad. Ese es el centro del debate, no las propuestas veladas de negociaci¨®n con delincuentes, o la b¨²squeda de caminos f¨¢ciles para resolver un problema tan dif¨ªcil.
Joaqu¨ªn Villalobos fue guerrillero salvadore?o y es consultor para la resoluci¨®n de conflictos internacionales.
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